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Las cárceles exóticas de México

Habitaciones de lujo, bares llenos de bebidas y alimentos finos. No se trata de un hotel, sino de algunas prisiones mexicanas.

Alianza BBC
9 de noviembre de 2011

En las cárceles mexicanas hay más que presos y custodios. En los últimos meses las autoridades han encontrado, dentro de varias prisiones, desde animales exóticos, armas, licores finos o teléfonos satelitales, hasta mesas de billar o sistema de aire acondicionado.
 
El caso más reciente ocurrió en la cárcel de Acapulco, en el sur del país, donde los internos tenían gallos de pelea, pavos reales, sacos con marihuana y convivían con 19 mujeres que ofrecían servicios sexuales.
 
Las prisiones son uno de los problemas de seguridad más graves del país, afirman analistas y organizaciones civiles.
 
La Secretaría de Seguridad Pública reconoce que desde el interior de algunos centros de reclusión se organizan secuestros y extorsiones, e incluso han ocurrido casos en que líderes de carteles de narcotráfico se esconden en las cárceles para evadir a grupos rivales.
 
La independiente Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha dicho que los presos gobiernan en 100 de las 429 prisiones que hay en el país.
 
"El sistema penitenciario del país está colapsado, arrastra vicios desde hace muchos años", le dice a BBC Mundo Ana Laura Magaloni, del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE).
 
"Las cárceles son nidos de corrupción, abusos, arbitrariedades. Ni siquiera sirven para aplicar castigos ejemplares", añade.
 
A todo lujo
 
Recientemente en la prisión estatal de Sonora, al norte de México, se descubrió que un reo sorteó el uso de su celda, remodelada como habitación de lujo.
 
Cada boleto costaba unos US$20, y el ganador podría disfrutar de un espacio con nevera, horno de microondas, bar, televisión por cable, teléfono y lo más atractivo, servicio de aire acondicionado para sobrevivir al verano de esa región, cuando la temperatura suele alcanzar los 45 grados Celsius.
 
En esa prisión también funcionaba una barbería, un restaurante de comida del mar y un centro de empeño, donde el administrador –también reo– prestaba dinero sus compañeros de celdas.
 
Un caso que no es extraño en México. Semanas antes del hallazgo, soldados y policías federales desmantelaron un salón de fiestas que operaba dentro de la cárcel de Chihuahua.
 
El sitio contaba con mesas de billar, bar, aparatos de música, pantallas de plasma y una nevera con 200 botes de cerveza.
 
Los militares demoraron cuatro horas en desmantelar el local, que funcionaba con el permiso de las autoridades del centro penitenciario.
 
Bótox y secuestros
 
Pero las historias peculiares en las cárceles mexicanas no se limitan a lujos y comodidades.
 
La directora de la prisión femenil de Santa Martha, en Ciudad de México, fue despedida cuando se descubrió que utilizó las instalaciones médicas para aplicarse un tratamiento de belleza con base en bótox.
 
Otra funcionaria, la encargada de la prisión de Gómez Palacio, Durango, permitía salir por las noches a un grupo de reos para asesinar a miembros de un grupo rival.
 
Y en Nuevo León, al noreste del país, se descubrió que un grupo de secuestradores vinculados con el cartel de Los Zetas escondió en la cárcel del municipio de Juárez a dos de sus víctimas.
 
Detrás de estas historias existe un común denominador: corrupción de autoridades locales, según ha reconocido el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, responsable de supervisar las cárceles en México.
 
Es un riesgo de seguridad para los mexicanos, apunta la investigadora Magaloni, pues el sistema penitenciario del país no cumple con la tarea de reinsertar a los delincuentes en la sociedad.
 
"Es como una bomba que desata motines, enojo de los que están presos cuando salen quieren vengarse", explica.
 
"En México pensamos que los delincuentes no se merecen nada, y que no es un problema de seguridad pública saber que se hace con ellos o evitar que reproduzcan la violencia".