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LAS CLAVES DE UN VIAJE

En la primera gira de Miguel de la Madrid por Latinoamérica hay temas que no gustarán del todo a Reagan.

9 de abril de 1984

El viaje a Latinoamérica del Presidente mexicano Miguel de la Madrid tiene un indudable significado político y puede augurarse que no hará precisamente las delicias de la Casa Blanca. En este pronóstico coincidieron los principales analistas políticos consultados por SEMANA en la capital azteca. No es casual que el mandatario haya decidido visitar Colombia, Venezuela, Brasil y Argentina en su primera gira al exterior, que se iniciará en Bogotá el 26 de marzo próximo. Hace pocos días, a] solicitar la correspondiente autorización ante el Congreso, de la Madrid ratificó que las relaciones con América Latina eran prioritarias para su gobierno.
Al exponer los motivos del periplo ubicó nítidamente a México en estrecha alianza con un subcontinente agobiado por la crisis económica y las contradicciones con el norte industrializado. Sin embargo, en el plano económico no cabe aguardar resultados espectaculares. El encuentro de los "cinco grandes" del subcontinente -a nivel presidencial- es sin duda importante y auspicioso, pero no debe llevar a conclusiones apresuradas. Por lo pronto no surgirá de estas visitas -como algunos especularon- un bloque de países deudores. La especie fue, precisamente, desmentida por voceros oficiales de México y Argentina. A pesar de que los cinco países acumulan una deuda cercana a los 350 millones de dólares, cada Estado decidió negociar por separado.
Tampoco es factible esperar que los nuevos acuerdos bilaterales supongan un cambio estructural en el comercio de los países involucrados. A lo sumo se producirán algunos convenios de trueque que suponen, eso si, un alivio para gobiernos aquejados de un crónico déficit de divisas. Lamentablemente las cinco economías tienen pocas posibilidades de complementación. Por ahora, tienden más a superponerse que a integrarse.
A despecho de estas dificultades objetivas, de la Madrid ha insistido en la necesidad de instrumentar una "respuesta latinoamericana", basada en el nuevo concepto de la "seguridad económica colectiva". Este enfoque, que empezó a insinuarse cuando la guerra de las Malvinas demostró las falacias y peligros de la Doctrina Monroe, tomó cuerpo -a nivel regional- en la Conferencia Económica Latinoamericana, celebrada en Quito en enero último. En ese foro, el canciller mexicano Bernardo Sepúlveda propuso integrar un sistema de trueque de mercancias y mecanismos de consulta comerciales y financieros, de hecho, estos mecanismos ya están funcionando, aunque en un plano oficioso. Por ejemplo, el ex secretario de Hacienda de López Portillo, David Ibarra Múñoz, se reúne frecuentemente con economistas venezolanos y brasileños para aportarles las claves y pautas del proceso de negociación, con el FMI y la banca privada, que llevó a cabo México.
El canciller argentino, Dante Caputo, lo dijo en Buenos Aires y lo reiteró en su reciente visita a México: "Argentina apoya a Contadora, pero desde afuera". En esta definición coinciden tanto los miembros del Grupo como sus nuevos aliados: la incorporación de nuevos Estados entorpecería la faena -ya de por si dificultosa- que vienen llevando a cabo los cuatro países de Contadora. Lo cual no significa, en modo alguno, que el apoyo "externo" de otros gobiernos, particularmente cuando se trata de naciones de la magnitud de Argentina y Brasil, no sea bienvenido y procurado.
Por eso el gobierno mexicano especula, con razón, que el Grupo de Contadora saldrá favorecido de estos encuentros, aunque no aumente el número de socios. De allí también que algunos observadores anticipen el desagrado de la diplomacia norteamericana frente a esta suerte de diálogo Sur-Sur.
Un testigo poco informado acerca de los avatares de la escena internacional no advertirá grandes cambios en la política exterior mexicana de Miguel de la Madrid en relación con la de su antecesor. Pero existen. Y vale la pena enunciarlos. Tanto en el sexenio de López Portillo, como en el actual, México tuvo que hacer frente a verdaderas "emergencias" internacionales. Sin embargo, varió la táctica para enfrentarlas. Y el estilo, por supuesto.
López Portillo tuvo la colaboración de Jorge Castañeda, un canciller audaz e imaginativo. Cuando parecía inminente una invasión yanqui a El Salvador, ambos funcionarios articularon como respuesta el recordado comunicado franco-mexicano. Fue una medida útil, no cabe duda, pero tuvo secuelas negativas. Estados Unidos aprovechó un flanco débil de aquella jugada, al lograr que varios aliados latinoamericanos reprocharan a Tlatelolco haber facilitado la intromisión de una potencia europea dentro de la región latinoamericana.
Sepúlveda es un canciller a la medida del nuevo Presidente. Cauteloso y mesurado no tardó en comprender que México se había colocado "demasiado a la vanguardia" y corría el serio peligro de quedar aislado. De esa convicción sin duda compartida por el primer mandatario, surgio una fina urdimbre de alianzas que habría de culminar en la iniciativa de Contadora. Ahora México trata de ampliar el espacio reconquistado fortaleciendo sus relaciones con Brasil y Argentina. Una manera de ensanchar la base para que Estados Unidos no lo sorprenda mal parado.
Hasta hace muy poco tiempo México había mirado poco hacia el sur.
Hasta el punto de descuidar seriamente a Guatemala y a Colombia. Durante el sexenio anterior, un malentendido entre ambos países, llevó a Colombia al borde de la cancelación de sus compromisos comerciales. El diferendo fue superado y hoy, los gobiernos de Betancur y de de la Madrid no sólo son aliados en Contadora, sino que procuran ampliar y profundizar el intercambio en todos los planos. Por eso la gira presidencial comenzará en Bogotá.
Brasil interesa mucho a México. No es casual que la cancillería azteca haya dejado trascender que apoyará a un brasileño para ocupar la secretaría general de la OEA. Pero, más todavia, le interesa la vinculación con la nueva Argentina de Raúl Alfonsín.
Han pasado diez años desde que un Presidente mexicano visitara Buenos Aires y durante los siete años y medio que duró la dictadura militar las relaciones entre ambos países estuvieron virtualmente congeladas. Los militares argentinos contribuyeron decisivamente a ese enfriamiento. Durante largos años mantuvieron al ex presidente Héctor Cámpora y al dirigente peronista Abal Medina, confinados en la embajada mexicana. A Cámpora le dieron el salvoconducto cuando el cáncer lo había minado; a Abal Medina cuando la guerra de Las Malvinas los obligó a buscar aliados en América Latina. Además, por si esto fuera poco, al inefable general Galtieri se le ocurrió, en enero de 1978, enviar un comando a la capital mexicana para asesinar exiliados. El comando fue descubierto y las relaciones estuvieron a un tris de la ruptura.
Ahora con el advenimiento del gobierno constitucional (que anuncia una nueva política hacia Centroamérica) las perspectivas parecen halagueñas. Argentina, por lo pronto, ha reconquistado un interesante cliente para sus exportaciones de granos y México un aliado de peso en los foros internacionales.

HABLA DANTE
El canciller argentino Dante Caputo fue recibido con gran efusividad por el gobierno mexicano. Más allá de las entrevistas y condecoraciones de rigor fue evidente que ambas cancillerías deseaban trascender el plano protocolar y alcanzar acuerdos relevantes en el plano político. El nuevo titular del Palacio San Martín practica una diplomacia audaz y filosa, sin pelos en la lengua. Con ese estilo franco y directo dialogó con intelectuales mexicanos en una mesa redonda académica llevada a cabo en el Colegio de México. Respondió sin limitaciones a la prensa local y extranjera y hasta recibió -en entrevista reservada- a dirigentes del exilio argentino.
En diálogo con SEMANA, Caputo reveló que el crédito a Nicaragua se elevará de 15 a 45 millones de dólares. Admitió que hace un mes hubo un embarque de armas a Honduras, pero subrayó que era un compromiso contraído por el régimen anterior y anunció que, a partir de ahora, se suprimirían las ventas de armamento a países centroamericanos.
También reiteró que no se enviarán más "asesores" a la región y que era propósito de su ministerio reemplazar a los actuales resante fue la confesión que dejó en la mesa redonda con los académicos mexicanos: "El pueblo no derrotó a la dictadura. El poder militar se desgastó y optó por la retirada. Por eso, durante un buen tiempo, el viejo régimen coexistirá con el nuevo, hasta que la democracia se consolide y ocupe todo el espacio".