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LAS DOS CARAS DE BUCARAM

En una semana el presidente electo de Ecuador pasó de ser el 'coco'de los capitalistas al más ortodoxo de los neoliberales.

12 de agosto de 1996

"Bucaram supo leer al país desgarrado" tituló el lunes 8 de julio el diario quiteño 'El Comercio' en su afán por explicar una victoria que muy pocos esperaban. Había ganado la presidencia el candidato del Partido Roldosista Ecuatoriano, Abdalá Bucaram, un populista que no tiene inconveniente en que le llamen 'El Loco'. Su adversario, Jaime Nebot, quien gozaba de una ligera pero consistente ventaja en los sondeos de opinión, había sido superado por un margen increíble de más del 10 por ciento de los votos. Sin embargo, para el analista político Alberto Acosta, lo que sucedió fue clarísimo, "las firmas encuestadoras fracasaron en evaluar al pueblo, siempre dieron como ganador a Nebot. Incluso los exit-poll lo daban como seguro el día de las elecciones". Para Acosta las firmas de opinión no fueron las únicas que se equivocaron, los medios de comunicación también lo hicieron. Las propagandas de desprestigio a Bucaram por radio y televisión no lograron su efecto, pues en lugar de minar su credibilidad produjeron un sentimiento de solidaridad. Para los sectores populares los anuncios eran un instrumento que los ricos utilizaban para sacar del camino a un hombre como ellos: Bucaram es ante todo un ser humano que suda cuando canta en las tarimas, que entiende sus tristezas, que hace comentarios impertinentes y que es capaz de generar expectativas de cambio entre los pobres. Tal vez lo que menos pesó en su elección fueron sus propuestas populistas, como construir 200.000 viviendas de interés social, dedicar el 30 por ciento de los recursos nacionales a la educación o crear mercados populares sabatinos que vendan los productos de primera necesidad a mitad de precio. Las clases pobres de Ecuador no creían realmente que su calidad de vida fuera a mejorar durante el gobierno del líder roldosista, sólo que votar por él era una forma de protesta. Con la elección de Bucaram el pueblo mostró su rechazo al modelo neoliberal de Sixto Durán Ballén que, en su concepto, sólo ha traído al país recesión y corrupción. También votó en contra de personajes perfectos como Nebot, de esos que siempre tienen la respuesta precisa y la sonrisa adecuada pero que son fríos, distantes y acartonados. La metamorfosis Durante la campaña para la segunda ronda sucedió algo curioso con Bucaram. Comenzó a mostrar una faceta de su personalidad que había permanecido oculta: la del político conciliador con los agentes del poder. No en vano sacó tiempo a sus presentaciones en plaza pública para reunirse con los representantes del Fondo Monetario Internacional y para entrevistarse con el embajador de Estados Unidos en Ecuador, Peter Romero. Esas puntadas ya tenían otro precedente, el hecho de que Bucaram hubiera escogido como su compañera de fórmula a Rosalía Ortega, una antigua colaboradora de Sixto Durán Ballén. Por esa misma época también hizo salir a relucir los logros del Partido Roldosista en las administraciones municipales de las ciudades de la costa a partir de 1992. Pero esos signos eran apenas un abrebocas de lo que sería el Bucaram presidente electo. Desde la noche de su proclamación como vencedor modificó su tono incendiario al decir que "dejo a un lado los odios y las revanchas" y convocar a sus rivales políticos a "que comprendan que Ecuador ha reconocido en Abdalá a un líder nacional". Los anuncios en materia económica no fueron menos sorprendentes, pues aseguró que mantendrá el actual esquema económico y que no tomará represalias en contra de los industriales y de los banqueros. Para acabar de apaciguar los ánimos nombró a dos importantes banqueros, Alvaro Noboa y Roberto Isaías, entre su equipo de asesores. Pronto, algunas de las propuestas que apenas había mencionado durante la campaña se volvieron temas centrales de su discurso: incentivar la inversión privada, tanto nacional como internacional, para lograr índices de crecimiento que superen el 8 por ciento anual, la reducción de la inflación a un solo dígito, la capitalización particular de las empresas del Estado en sectores estratégicos como el petrolero, el energético o las telecomunicaciones, y el incremento en el recaudo fiscal. Es decir que el populista Bucaram se comprometió con propuestas tan neoliberales como las de cualquier socialcristiano. Su cambio recordó a los analistas lo sucedido en Perú en 1990 cuando Alberto Fujimori llegó al poder luego de criticar, durante toda su campaña, las propuestas neoliberales de su rival Mario Vargas Llosa. Una vez fue elegido, Fujimori introdujo unas reformas económicas aún más duras que las propuestas por su adversario y se convirtió en abanderado del neoliberalismo. Las agremiaciones industriales y financieras, que históricamente habían rechazado a Bucaram por considerarlo el 'coco' del capitalismo, respiraron tranquilas. Ese alivio se reflejó en la cotización del dólar, que después del susto inicial cayó 60 sucres (20 pesos). Los colombianos que tienen inversiones en Ecuador también recobraron la calma esta semana. Comentarios desobligantes, como el que había sido objeto de un atentado a manos de unos sicarios colombianos, hacían presagiar a los empresarios de este lado de la frontera tiempos difíciles. Pero ahora están tranquilos porque el nuevo mandatario ha indicado que está muy interesado en seguir adelante con los procesos de integración entre las dos naciones. Las buenas intenciones con sus vecinos no sólo tocan el área económica, también llegan a los temas fronterizos. Bucaram ha anunciado que ratificará al actual canciller Galo Leoro para asegurar continuidad en el proceso de negociación limítrofe con Perú, causa de una guerra fronteriza en 1994. Además se ha mostrado especialmente amistoso con Fujimori, a quien no sólo llamó 'Chinito' sino que prometió que sería su invitado de honor a la ceremonia de transmisión de mando el próximo de 10 de agosto. Palabras, palabras Es decir que, en resumen, en menos de una semana Bucaram consiguió algo que parecía imposible: dejar atrás su imagen de 'loco' y lograr cierto grado de consenso entre los ecuatorianos alrededor de su nombre. Pero le será muy difícil mantenerlo una vez inicie su mandato porque ahora debe responder a los intereses de sectores con expectativas totalmente diferentes. Es probable que las promesas sociales que Bucaram hizo durante su campaña, que ascienden a unos 2.000 millones de dólares, se queden en el papel y sean reemplazadas por un severo plan de ajuste que permita recuperar las finanzas estatales. Aunque algunos indicadores, como la inflación, las reservas internacionales y la tasa de cambio son buenos, lo cierto es que la economía ecuatoriana afronta un serio deterioro por las altísimas tasas de interés de 40 puntos efectivos y un creciente déficit fiscal, que para 1996 llegaría al 3 ó 4 por ciento del PIB. Adicionalmente, el servicio de la deuda le representa a Ecuador el 58,1 de sus ingresos corrientes. Sin embargo muchos de sus electores no están dispuestos a olvidar los ofrecimientos que Bucaram hizo en plaza pública. Así quedó demostrado el pasado 9 de julio cuando unos 5.000 destechados se presentaron frente a la sede de su campaña electoral en Quito para entregar formularios de solicitud a fin de obtener una vivienda. Claro que hay que reconocer que los sectores populares que creyeron en las promesas electorales tienen pocos elementos para hacer cumplir al nuevo presidente su palabra, pues las organizaciones sindicales y de izquierda no apoyaron al roldosismo en el debate electoral. Pero si Bucaram tendrá serios problemas para desarrollar su programa económico, en el campo político el camino también será bastante complicado: su partido únicamente tiene el 23 por ciento de los escaños en el Congreso. Para poder sacar adelante cualquier iniciativa legislativa el presidente tendrá que recurrir a toda su capacidad de negociación para lograr alianzas con Izquierda Democrática, con Nuevo País y con otras fuerzas minoritarias. Porque lo que es con la bancada socialcristiana esa posibilidad es extremadamente remota. La razón es que algunos parlamentarios de ese partido acusan a Bucaram de tener vínculos con el narcotráfico. En un caso extremo, muchos temen que el temperamento explosivo de Bucaram le haga seguir los pasos de Fujimori, cerrar el Congreso y llamar a nuevas elecciones. Claro que también es probable que Bucaram logre mayorías parlamentarias con facilidad gracias a la negociación de cuotas burocráticas y partidas regionales. Pero sea cual fuere el escenario que se presente, nadie puede dudar que los acuerdos conseguidos serán producto de las jugadas sagaces del nuevo presidente porque ya ha demostrado con creces que es más vivo que loco.