Home

Mundo

Artículo

El asesinato de Ahmed Yabari quedó registrado desde el aparato israelí que lanzó el misil. En su sepelio los dolientes juraron vengarlo. | Foto: AP

ORIENTE MEDIO

Las mil y una guerras

Con misiles cayendo sobre los barrios de la Franja de Gaza e Israel, la región está una vez más en llamas. La violencia parece por ahora el único horizonte.

17 de noviembre de 2012

Podrán ponerle el nombre que quieran: conflicto, escaramuza, escalada violenta, combate, lucha a muerte e incluso guerra. Para los que la viven en Israel y Palestina el nombre es lo de menos. Desde hace unos días para ellos lo único real es la zozobra, el miedo, el terror, la angustia. Los dos pueblos una vez más están enfrentados. Y solo parece que las cosas pueden empeorar.

Hace varios meses, casi a diario, los islamistas de Hamás, que controlan la Franja de Gaza, vienen disparando cohetes sobre Israel. El sábado pasado la lluvia de proyectiles se intensificó. Israel no necesitó mucho más para responder. Como le dijo a SEMANA Yoed Magen, embajador de Israel en Colombia “Hamás está en guerra con Israel desde que nació en 1987. Decidimos que no podemos seguir tolerando eso. Este año lanzaron más de 800 misiles contra los poblados de Israel, manteniendo a 1 millón de israelíes, el 15 por ciento de la población, como rehenes de sus ataques. Y eso no es aceptable”.

El miércoles Tzáhal, las Fuerzas Armadas de Israel, lanzaron la operación Columna de Nube. A pesar de su nombre bíblico, en realidad fue un aguacero de fuego que se abatió sobre 20 objetivos en Gaza, la región más densamente poblada del mundo. Por lo menos 19 palestinos murieron, entre ellos 12 civiles, que incluían una mujer embarazada y seis niños. Pero los cazabombarderos F-16, los helicópteros artillados Apache y los drones israelíes iban por Ahmed Yabari, el jefe militar de Hamás. A las cuatro de la tarde del 16 de noviembre un misil certero acabó con él, uno de los palestinos más poderosos y buscados por Israel.

Nacido en Gaza en 1960, a los 22 años ya estaba en la cárcel, con una condena de 13 años por su militancia. A la sombra se radicalizó y se volvió militante de Hamás. De vuelta a la libertad escaló rápidamente en el movimiento islamista y para 2002 era el líder del ala militar. Yabari profesionalizó las milicias islámicas, impulsó los bombardeos contra Israel, fue uno de los protagonistas de la toma de Gaza por Hamás en 2007 y fue el carcelero del soldado israelí Gilad Shalit que estuvo cinco años secuestrado. Radical puro, dijo en una entrevista con la agencia Reuters que “la guerra santa y la resistencia son las únicas vías para liberar la patria, no la negociación y los tratos”.

Símbolo de Hamás, su muerte fue el detonante de esta nueva crisis. Mientras en Israel se felicitaron, los islamistas dijeron que el asesinato de Yabani había “abierto las puertas del infierno”. Apretaron el gatillo y lanzaron en pocas horas más de 50 cohetes sobre Israel. Tres civiles israelíes murieron en su apartamento en el pueblo de Kiryat Malakhi. Y en Tel Aviv se abatieron varios misiles sin causar estragos. Eso no pasaba desde la Guerra del Golfo. Al cierre de esta edición otro proyectil había caído cerca de Jerusalén.

El problema es que ya nadie sabe cómo detener el engranaje de violencia y venganza. Para algunos, Israel está preparando un operativo de mayor escala, como la operación Plomo Fundido de hace cuatro años. En la navidad de 2008, Israel atacó e invadió Gaza, dejando 1.400 palestinos y 13 israelíes muertos, la mayoría civiles. Como en un déjà vu bélico el conflicto estuvo precedido por disparos de cohetes desde Gaza. Y el Ejército israelí está repitiendo acciones de hace cuatro años: bombardearon arsenales de Hamás, llamaron a 75.000 reservistas y lanzaron panfletos en los que pidieron a la población que “por su propia seguridad, evite su presencia en las proximidades de agentes e instalaciones de Hamás”. La última vez, los volantes fueron el aviso de una invasión terrestre.

Estos operativos siempre han provocado tensiones en la región, una de las más inestables del mundo, pero la Primavera Árabe cambió el juego. Siria ya no es la dictadura estable que le aseguraba cierta tranquilidad a Israel. Los países del Golfo, como Catar, ya no piensan ser simples espectadores. Se refirieron al ataque de Gaza como “un crimen asqueroso que debe ser castigado”.Y Egipto está ahora dominado por los Hermanos Musulmanes, aliados tradicionales de Hamás. Su presidente, Mohamed Morsi, está entre la espada y la pared. Por un lado, no puede romper el pacto de paz que su país tiene con Israel desde 1979 y, por el otro, tampoco puede darse el lujo de defraudar a sus ciudadanos, quienes salieron en masa a las calles para exigir apoyar a Palestina.

Por ahora, Egipto mandó a su primer ministro Hisham Kandil y dijeron que iban a impulsar una “tregua duradera”. La visita fue relámpago y le dio un respiro a la Franja de Gaza, pues Israel suspendió por tres horas los bombardeos. Pero apenas se fue, la ofensiva retomó sus derechos. Por eso, aún no es claro cómo la región podrá salir de ese atolladero. Lo cierto es que el mundo ve una vez más cómo sigue el odio, las tragedias y las retaliaciones sin que nada cambie jamás.