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LAS MURALLAS DE JERICO

Tras un 'Show' en televisiòn, se firmò el acuerdo de autonomìa palestina, como desarrollo del suscrito el año pasado.

6 de junio de 1994

LA CEREMONIA TUVO LUGAR EN EL CAIRO, donde se reunieron unos 1.500 altos dignatarios internacionales y múltiples periodistas para presenciar la firma de un acuerdo fundamental para el éxito del proceso de paz entre palestinos y judíos, basado en el otorgamiento de autonomía a parte de los territorios ocupados en 1967 (la Ribera Occidental, la franja de Gaza y el enclave de Jericó), a cambio del reconocimiento de Israel. Allí hubo muchas caras conocidas, como las del secretario de Estado de Estados Unidos, Warren Christopher; el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Andrei Kozirev, y su colega del Japón, Koji Kakizawa. Como maestro de ceremonias, el presidente egipcio Hosni Mubarak. Y como protagonistas, el primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, y el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yassir Arafat.
Arafat, en un gesto que podría estar dirigido a sus opositores del grupo extrernista Hamas escenificó un espectacular incidente por su inconformidad con la extensión a otorgarse al enclave de Jericó, un sitio de gran importancia simbólica donde el dirigente espera establecer en el próximo futuro su cuartel general. Pero después de discusiones que hicieron parecer a ese grupo de dignatarios un corrillo de universitarios Arafat aceptó, no sin dejar una salvedad que, en opinión de los entendidos, no será un obstáculo grande al futuro.
El acuerdo prevé la retirada dé las tropas israelíes (aplazada por pedido de Arafat) de la franja de Gaza y de la ciudad de Jericó durante los tres meses siguientes a la firma; el emplazamiento de 9.000 policías palestinos recién entrenados y la autoridad autónoma de 24 miembros, con facultades administrativas y legislativas restringidas a la aprobación israelí, mientras la protección de las fronteras internacionales y de los asentamientos judíos seguirán a cargo de los israelíes. La zona autónoma podrá celebrar contratos financieros y de cooperación, pero no podrá sostener relaciones internacionales independientes.
Para que el acuerdo llegue finalmente a consolidar la paz en la región, seguirán negociándose acuerdos sucesivos sobre la base de que en los próximos cinco años los palestinos deben demostrar su capacidad para autogobernarse.
Porque lo cierto es que el acuerdo celebrado supone la primera vez en muchos años que los árabes de esa región tienen la posibilidad de regir, si bien hasta cierto punto, sus propios destinos. Hasta la Primera Guerra Mundial, la región permaneció bajo control de los turcos del Imperio Otomano, y después de ese conflicto, entre 1918 y 1948 el poder pasó a la administración británica. En 1948, cuando las Naciones Unidas decidieron la partición de Palestina con el Estado de Israel, los estados árabes invadieron el nuevo país, y la Ribera Occidental del Jordán quedó bajo control de Jordania. La franja de Gaza, por su parte, estaba bajo administración de Egipto.
En 1967, después de la Guerra de los Seis Días, Israel le arrebató a Egipto toda la península del Sinaí y la Ribera Occidental a Jordania, a tiempo que unificaba a Jerusalén Oriental con el resto de la ciudad.
Esa situación comenzó a cambiar en marzo de 1979, con los acuerdos de Camp David, patrocinados por el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, según los cuales Israel, representado por su primer ministro, Menachem Begin, acordó devolver la península a Egipto, en cabeza de su presidente Anwar el Sadat, a cambio de firmar la paz. De esa forma, El Cairo se convirtió en la primera capital árabe en hacer las paces y reconocer al Estado de de Israel.
De esa época proviene la propuesta que ahora se ha abierto paso, que para muchos ha sido la nueva caída de los bíblicos muros de Jericó. Las implicaciones son mucho más trascendentales de lo que parecen. Dentro de tres meses, la autonomía palestina debe extenderse al resto de la Ribera Oeste, y todo ello a pesar de los ataques terroristas iniciados con la matanza de palestinos en Hebrón.
A lado y lado existen extremistas que quieren torpedear la paz, y de ahí que Arafat deba presentar muy pronto resultados positivos. Resulta promisorio el hecho de que el Banco Mundial y la OLP hayan acordado un programa de asistencia de tres años, con créditos no reembolsables por 2.400 millones de dólares otorgados por 40 países, y que el presidente de Siria, Hafez Assad, esté empezando a examinar con receptividad las propuestas para la devolución de las alturas del Golán (anteriormente sirias), a cambio de un compromiso de paz.
Aún no se puede cantar victoria, pues el espectro del terrorismo de parte y parte sigue vigente. Pero con la caída de las murallas de Jericó es claro que se está demostrando que todo es posible.