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Decenas de manifestantes en el Partenón despliegan un aviso: “el pueblo tiene el poder y nunca se va a rendir”.

CRISIS

Las ruinas griegas

Se multiplican las voces que piden la salida de Grecia de la zona euro. Hasta el FMI dice que hay que contemplar esa posibilidad. Otros dicen que sería un suicidio para Europa.

19 de mayo de 2012

En el Reino Unido cualquier apuesta es posible. Si mañana va a llover, si el mundo se va a acabar o si el próximo vestido de la Reina Isabel II es lila. Pero hay una que desde la semana pasada ya no se puede hacer. Las principales casas de juego británicas anunciaron que dejaban de tomar apuestas sobre la salida de Grecia del euro. Para los apostadores profesionales ya no es negocio, las probabilidades no los favorecen y están casi seguros de perder, pues lo que hace poco parecía imposible, ahora se ve inevitable.

La incapacidad de que los griegos formen un gobierno que emprenda las urgentes medidas de ajuste que le han pedido a Grecia rompió el más oscuro de los tabúes: el retiro de Atenas de la Eurozona. La semana pasada se multiplicaron las voces que consideran que ya no hay vuelta de hoja y que, por costoso que resulte, Grecia tendrá que abandonar la moneda única.

El prestigioso semanario alemán Der Spiegel lanzó la primera gran salva del intenso bombardeo que cae sobre Atenas, al advertir que "Grecia no puede retrasar más su salida de la zona euro". Y las cabezas de la troika acreedora de Grecia no fueron más bondadosas. La directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, señaló que el destierro de Grecia "sería costoso y supondría grandes riesgos, pero es una opción que estamos obligados a examinar técnicamente". Por su parte, el irlandés Patrick Honohan, consejero del Banco Central Europeo (BCE), explicó que esa posibilidad "no sería necesariamente fatal". Y José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, advirtió que "si un miembro del club no respeta las reglas, es mejor que se salga del club".

La probabilidad de que Grecia salga de la zona euro hizo tambalear los mercados bursátiles la semana pasada y las principales plazas europeas cayeron. Lo peor sucedió en Atenas, donde se desató una ola de nervios que provocó que muchos sacaran sus ahorros de los bancos. Si el año pasado 35.400 millones de euros se esfumaron del sistema, tan solo el lunes pasado se retiraron 800 millones de euros. Aún no se puede hablar de pánico, pero si el desangre continúa, el débil sector bancario griego irá directo a la ruina. En un vaticinio algo apocalíptico, el premio Nobel de Economía Paul Krugman escribió que en menos de un mes Grecia estaría fuera de la Unión y que tendría que imponer un "corralito", como hizo Argentina en 2001.

Ahora los tecnócratas, los banqueros y los analistas financieros exclaman abiertamente que lo mejor es que los griegos se vayan. Tienen argumentos de peso: sostienen que Grecia nunca estuvo lista para entrar en la unión monetaria y que las reformas para impulsar el país fracasaron. Grecia necesita una divisa más flexible que el euro para aplicar políticas monetarias que impulsen el crecimiento y la competitividad y, de continuar con esta situación, el riesgo de contagio a otros países como Italia y España es cada vez mayor. Y, por último, una razón de peso político es que Europa no puede ser chantajeada cada vez que hay elecciones, no solo en Grecia, sino en cualquier país de la Unión.

Las cosas están pasando de castaño a oscuro. Mientras no se aclare el horizonte político, los acreedores no quieren entregar un centavo más. El gobierno interino dice que solo hay fondos para pagar las pensiones y los sueldos de los funcionarios este mes. Para evitar el colapso en junio, la troika (FMI, UE y BCE) tendría que inyectar 18.000 millones de euros como parte del rescate de 130.000 millones pactado en enero. Pero nada garantiza que los griegos voten por un gobierno que apoye la austeridad, una condición sine qua non de los acreedores.

El problema es que en las elecciones parlamentarias del 6 de mayo pasado, tras dos años de sacrificios, los electores castigaron a los conservadores de Nueva Democracia y a los socialistas del Pasok, partidos que llevaban las riendas del país desde que cayó la dictadura en 1974 y que acordaron los dos rescates financieros. Y quedó claro que el partido que apoyara las medidas de austeridad se quemaba.

Luego de que el partido más votado, Nueva Democracia, fracasó en su intento por crear una coalición que le permitiera gobernar, las llaves quedaron en manos de Syriza, la alianza de la izquierda radical, que logró el 17 por ciento. Alexis Tsipras, el jefe de Syriza, dejó claro que no había espacio para compromisos, que no iba a traicionar a sus electores y que su obligación es renegociar con la troika. Pero hay quienes afirman, como la revista The Economist, que "los griegos no pueden escapar a la austeridad. Con o sin euro".

Ante el impasse político, se celebrarán nuevas elecciones el 17 de junio. Y muchos dicen que serán un referendo donde el país va a elegir entre el euro y el viejo dracma. Ahora bien, no es tan simple. Los tratados no estipulan que uno de los miembros pueda ser expulsado. Y la opinión está dividida entre los griegos.

Los primeros sondeos le dieron a Syriza la delantera con 24 por ciento, lo que parecería contradictorio, pues como le dijo a SEMANA Vassilis Monastiriotis, economista del Observatorio Helénico del London School of Economics, "El 70 por ciento de la gente sigue siendo pro euro, pero quieren políticas que se enfoquen en el empleo, en sus ingresos, más que en adherir a reglas fiscales que les parecen sin sentido. En el fondo, se trata de las prioridades de la gente contra las de los economistas conservadores".

Esa contradicción pareció comenzar a resolverse cuando un nuevo sondeo mostró el jueves un cambio al darle el primer puesto, con 26 por ciento, al conservador Nueva Democracia. Ello le permitiría armar gobierno en alianza con el Pasok, con un programa pro austeridad, aunque seguramente matizada.

De confirmarse la tendencia, los griegos comenzarían a asustarse con las consecuencias del retiro del euro, hiperinflación, falta de liquidez, miseria, en una Grecia empobrecida, en deuda y humillada. Europa podría tener un estado fallido en sus propias tierrasY la caótica situación política empeoraría. El 6 de mayo entró al Parlamento el partido neonazi Amanecer Dorado con 21 curules. Si bien es prematuro, algunos comparan la situación con la república de Weimar, que dirigió a una Alemania en crisis entre 1919 y 1933. Ese año, cansados, los alemanes eligieron a un populista de extrema derecha que prometía empleo, orden, estabilidad y orgullo. Se llamaba Adolf Hitler.

Además, el costo de la salida de Grecia sería enorme. Según varios analistas financieros, las cifras van desde 300.000 millones de euros (2 por ciento del PIB de la Eurozona) hasta un billón de euros (5 por ciento). Los bancos también le han prestado a Grecia cerca de 167.000 millones de euros, que podrían perder. Un golpe comparable a la caída de Lehman Brothers en 2008, que aún tiene al mundo en crisis.

Pero tal vez lo más preocupante es que la propia supervivencia de la UE está en juego. Muchos están convencidos de que el euro y la UE se salvan juntos o se ahogan juntos. Pues, como dijo hace unos meses el finlandés Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, "el euro es más que una moneda, es el proyecto político central de nuestra comunidad". Si Grecia sale, la UE tendría que replantear su unidad.

Por eso, aunque las amenazas contra Atenas se multipliquen, la situación política y social griega no sea la más esperanzadora y los problemas parezcan infinitos, como dijo Monastiriotis, "Europa tiene mecanismos para salir de la crisis. La solución, como siempre, es política. Y en política todo es posible".