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Las tigresas asiáticas

La presidenta de Indonesia, Megawati Sukarnoputri, y sus homólogas de Filipinas y Sri Lanka, además de mujeres, son tres guerreras que deben luchar contra los más sangrientos casos de inestabilidad política, guerrillas y violencia separatista de Asia.

Natalia Carrizosa
27 de agosto de 2001

Sukarnoputri se convirtió este 23 de julio en la primera mujer en llegar a la presidencia de Indonesia luego de que Aburraham Wahid fuera destituido por acusaciones de corrupción. Las circunstancias que acompañaron la transición han sido difíciles pues Wahid trató de aferrase a su puesto por todos los medios. Primero intentó disolver el Parlamento y cuando su destitución fue decidida por el éste se negó a salir del palacio presidencial, lo que obligó a la nueva presidenta a gobernar desde la vicepresidencia. Las maniobras de Wahid amenazaron con desestabilizar al país, pues sus partidarios protagonizaron disturbios en varias ciudades. Pero aunque la transición finalmente se hizo sin mayores traumas los retos que esperan a la nueva presidenta no son de poca monta.

En su primera alocución Sukarnoputri se refirió al fraccionamiento de la nación e hizo un llamado a la unión: "A toda la gente de Indonesia, dondequiera que esté, le pido que miremos al futuro, que nos unamos y reparemos como una sola a nuestra nación". Su exhortación implica un reto titánico pues Indonesia es un país con cientos de grupos étnicos diferentes, con cultura y religión a veces antagonistas y repartidos en 13.000 islas. Los conflictos de las Islas Molucas y Borneo, por ejemplo, han resultado en la muerte y el desplazamiento de miles de personas. En medio de este caos muchos critican la inexperiencia de Sukarnoputri y afirman que su preparación intelectual para el cargo es un enigma. Sostienen que ella se convertirá en un títere de los militares, que constituyen la verdadera fuente de poder en Indonesia. Pero en medio de todo la opinión pública, cansada de la inestabilidad y la corrupción que se han ventilado desde la salida del presidente Suharto, ha recibido con optimismo el nombramiento de Sukarnoputri, quien encarna el espíritu de su padre Sukarno, recordado como el artífice de la independencia de Indonesia y su presidente por más de 10 años.

En Filipinas gobierna desde hace cinco meses Gloria Macapagal Arroyo, una mujer que también llegó al poder por la destitución por cargos de corrupción del presidente de turno, Joseph Estrada. Aunque Gloria también es hija de un recordado presidente, Diosdado Macapagal, se ha hecho un nombre propio por su recio manejo de la actual crisis de rehenes a manos del grupo guerrillero islámico y separatista Abu Sayyaf.

Lo que más ha sorprendido de la presidenta filipina es que detrás de una apariencia vulnerable de mujercita menuda y dulce (mide 1,50 metros y tiene rostro de adolescente) está una gobernante de mano de hierro. Su fiereza ha quedado plasmada en varias declaraciones encendidas. Por ejemplo, cuando Abu Sayyaf se atribuyó el secuestro de 17 filipinos y tres norteamericanos Macapagal amenazó con que haría "llover balas" sobre los guerrilleros. El 12 de junio habló de "diezmar" al "despiadado y cruel" grupo y el 18 de junio, en respuesta al anuncio de que habían decapitado al rehén peruano-estadounidense Guillermo Sobrero, anunció la estrategia que hasta ahora ha seguido: "Nos enfrentaremos fuego contra fuego. Armas contra armas. No al pago de rescate. No al trato. No al cese al fuego".

Aunque esta dureza es el sello distintivo de la presidenta filipina hay aún una tercera tigresa asiática que se enfrenta desde hace tiempo a otros tigres (la guerrilla de los Tigres Tamiles) tanto o más peligrosos que la guerrilla filipina. Se trata de Chandrika Kamaratunga, presidenta de Sri Lanka. Kamaratunga es, al igual que sus colegas, hija de una familia poderosa. Su padre fue el presidente Solomon Bandanaraike y su madre Sirimavo, recientemente fallecida, ejerció el cargo cuando su esposo fue asesinado.

Al mismo tiempo que la nueva presidenta de Indonesia hacía su llamado a la unidad, una base militar y el aeropuerto internacional de la capital de Sri Lanka, Colombo, fueron atacados por la guerrilla separatista tamil. Dieciocho personas resultaron muertas y 11 aviones fueron destruidos, los turistas que se encontraban en el aeropuerto salieron despavoridos y se espera que la industria turística se vea gravemente afectada por el incidente.

En respuesta al hecho Kamaratunga atacó el 24 de julio las posiciones de los Tigres en el norte del país. Pero esta es sólo una de muchas oportunidades en que la presidenta ha tenido que vérselas con una guerra que parece interminable contra la guerrilla de la minoría tamil, que alega discriminación por parte de la mayoría étnica sinalesa y lucha por un territorio independiente. Durante su campaña presidencial en 1994 fue herida por la explosión de una bomba y por poco muere.

Kamaratunga, Macapagal Arroyo y Sukarnoputri reflejan un fenómeno más global. Son las protagonistas de un nuevo tipo de conflictos propios de la posguerra fría. No son guerreras de potencias con pretensiones geopolíticas. Son líderes que se enfrentan con fiereza a largos y sangrientos conflictos internos por motivos étnicos o religiosos que contradicen el mito occidental de la "aldea global".