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LAS TRIBULACIONES DE UN GENERAL

El gobierno del presidente Reagan le respira cada vez más fuerte en la nuca al jefe de la Guardia panameña.

25 de agosto de 1986

Al general Manuel Antonio Noriega, comandante de la Guardia Nacional panameña, se le complican cada día más sus relaciones con los Estados Unidos. No es el único en esa situación, pero su caso es particularmente llamativo por siete razones: las siete bases estratégicas norteamericanas que existen en la Zona del Canal y albergan a los diez mil soldados del Comando Sur del Pentágono. A medida que se agrava la situación en América Central y se acerca la fecha (1999) en que las bases deben ser evacuadas de acuerdo con los tratados Torrijos-Carter de 1979, la administración norteamericana y su establecimiento militar empiezan a ponerse más y más nerviosos. Y el designado para pagar el pato es el general Noriega.
Hace unas cuantas semanas empezó la campaña contra él con las revelaciones hechas al periodista Seymour Hersh, del New York Times, por altas fuentes de la CIA y del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Según ellas, el jefe de la Guardia panameña lleva años traficando en armas y en drogas y actuando como doble agente para el gobierno cubano y para la administración norteamericana. Fidel Castro salió entonces al quite -pero ser defendido por Fidel Castro no es precisamente una garantía de supervivencia política en América Latina, sino más bien lo contrario. Dijo el líder cubano que, en su opinión, la campaña contra Noriega tiene por objeto desacreditarlo ante sus compatriotas para dividir a la Guardia Nacional y así "dar al traste con los acuerdos canaleros". "El gobierno de Estados Unidos no perdona una política internacional independiente" como la que ha adelantado Panamá en lo referente a Contadora y la intervención norteamericana en América Central, recordó Castro. Y señaló las recientes acusaciones norteamericanas "calumniosas y sucias" contra el presidente de México Miguel de la Madrid, que es otro de los promotores de la acción de Contadora. En el caso de Noriega, añadió Fidel, "esa campaña puede estar tratando de crear las condiciones para justificar un asesinato, de modo que en mi opinión ese peligro existe, que traten de eliminar físicamente a Noriega, sobre todo si fracasan en sus planes de apartarlo de la vida política panameña".
La discusión se centra ahora en la administración del Canal, que de acuerdo con los tratados Carter-Torrijos corresponde simultáneamente a los dos países hasta su entrega definitiva a fines del siglo. Los panameños acusan a los norteamericanos de no pagar las regalías correspondientes (reclaman 56 millones de dólares no pagados en los últimos seis años) y de no adiestrar a técnicos y administradores panameños en el manejo del Canal. El tema no parece muy grave, pero detrás de él está el otro, mucho más delicado, de la entrega de las bases militares. Cuando se firmaron los tratados la situación era en efecto muy distinta de lo que es ahora. Los países de América Central estaban firmemente en manos de dictaduras militares pro norteamericanas, con la excepción de Nicaragua, donde acababa de caer Anastasio Somoza. Entonces se trataba -como lo hizo el presidente Jimmy Carter- de ayudar económicamente a los sandinistas a la reconstrucción de su país devastado. Ahora se trata, por el contrario, de contribuir a su devastación financiando la guerra de los "contras" Para derrocar a los sandinistas.
Resulta interesante que el análisis de un periódico conservador norteamericano como el Miami Herald coincide en este sentido con el que hace, desde el otro extremo del espectro ideológico, Fidel Castro. Dice el diario norteamericano: "Los tratados que disponen un retiro total de (las tropas) norteamericanas en 1999 entraron en vigor en octubre de 1979, precisamente cuando las crisis centroamericanas se caldeaban con un golpe en El Salvador y tres meses después del triunfo de la revolución nicaraguense. Hoy, cuando desde Panamá se manejan muchas operaciones de inteligencia y de otra índole cruciales para la creciente guerra contra Nicaragua respaldada por los Estados Unidos, un retiro completo (de las tropas) no es nada atractivo para los militares norteamericanos".