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LE PEN: EL FIEL DE LA BALANZA

Un radical de extrema derecha fanático y peligroso, decidirá quién será el próximo Presidente

30 de mayo de 1988

Si los hechos no fueran reales, la historia podía ser utilizada para una novela de suspenso de contenido político. El argumento es sencillo: un presidente de izquierda se enfrenta en las elecciones a su primer ministro de derecha, quien para vencerlo tiene que aliarse con el lider de la ultra-derecha, pero sin hacerlo demasiado evidente, porque si no acabará asustando a sus electores de centro-derecha, quienes podrían votar por el presidente de izquierda, el cual sería reelegido para un segundo mandato.
¿Está claro? Si no, no se preocupe. Ni siquiera varios de los millones de franceses --quienes fueron los que se inventaron el embrollo-- lo entienden. Pero la verdad es que, palabras más palabras menos, ese es el estado de la política francesa durante esta semana.
En esta oportunidad, los contrincantes son dos viejos conocidos. El candidato de la izquierda es el actual presidente Francois Mitterrand, quien debe enfrentarse con su primer ministro de los últimos dos años, el neo-gaullista Jacques Chirac.
Sin embargo, lo que nadie se imaginó fue que ambos candidatos recibieran muchos menos votos de los previstos. Mientras la mayoría de los sondeos afirmaba que Mitterrand se llevaría un 37% de los votos y Chirac un 24%, las cifras reales fueron 34.1% y 19.9% respectivamente.
Como siempre que se pierde hay alguien que gana, esta vez la cosecha le correspondió al líder de la ultraderecha, el diputado Jean-Marie Le Pen. Ante los ojos atónitos de los analistas, el dirigente del Frente Nacional (así se llama su partido) amasó un 14.4% de los votos, confirmando que es la cuarta fuerza política de Francia.
Pleno de orgullo, el líder de la ultraderecha afirmó que "nada se volverá a hacer en Francia sin los electores del Frente Nacional". Esa afirmación resultó absolutamente profética. Sea quien sea el ganador de las elecciones de este domingo, llevará consigo un porcentaje de los votos de la ultra derecha.
La diferencia, no obstante, radica en que Mitterrand puede recibirlos sin dar nada a cambio, mientras que Chirac ha comenzado un tímido cortejo.
El problema radica en que eso no es tan sencillo. Aun si Le Pen lo apoya (lo cual no se sabe en el momento de escribir esta nota), eso puede acabar siendo más malo que bueno para Chirac. En opinión de miles de franceses de centro, el dirigente de la ultraderecha es un peligroso nacionalista que no está nada lejos de las tesis expuestas hace medio siglo por Hitler.
De tal manera, si Le Pen bendice a Chirac eso puede inducir a mucha gente a votar por Mitterrand, quien de paso se está presentando bajo el lema de "la Francia unida". Por otra parte, si Le Pen no respalda a Chirac, puede ser que los electores del Frente Nacional decidan abstenerse o dividirse entre uno y otro candidato.
Como queda claro, ninguno de esos esquemas ayuda al primer ministro. En cambio Mitterrand --quien es el favorito desde el comienzo de la campaña-- parece tenerlas todas consigo. Aparte de su imagen moderada y del 34% de los votos recibidos en la primera vuelta, el presidente puede contar con un 9% adicional venido de los comunistas (quienes, por cierto, confirmaron su descalabro de los últimos años) y otra 6% procedente de la extrema izquierda y de los ecologistas. Por lo tanto, para vencer, Mitterrand necesita el apoyo de un 1% restante (algo así como 300 mil votos), lo cual no parece muy difícil.
La atención despertada por la última semana de campaña no alcanzó, sin embargo, a borrar el sabor amargo dejado por el éxito de la ultraderecha. Actualmente el Frente Nacional es --en su categoría-- el partido más fuerte de Europa y su éxito demuestra que todavía quedan vestigios (por lo visto cada vez más numerosos) de la misma Francia nacionalista que castigó a Dreyfus hace un siglo y que colaboró --con increíble eficacia-- con las fuerzas de ocupación de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
En las elecciones del 24 de abril Le Pen triunfó en ciudades tan importantes como Marsella, Niza y Tolón. Si esa fortaleza se conserva, el FN podría vencer en la elección de alcaldes que tendrá lugar el proximo año, y empezar a aplicar --a escala local-- buena parte de sus predicados contra los inmigrantes venidos del Tercer Mundo.
Por una razón u otra, actualmente hay más de 4 millones de franceses que --con su apoyo al Frente Nacional-- están demostrando que no creen mucho en el traqueado lema de Liberté, egalité et fraternité que está escrito en el portal de la mayoría de los edificios públicos del país galo.--