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LEON ERA UN MAR DE BANDERAS

Osorio fue él único periodista colombiano que cubrió los actos en León, con los que el gobierno sandinista celebró el cuarto aniversario de su revolución

ALVARO OSORIO MEJIA
5 de septiembre de 1983

La salida estaba programada para las 4:30 de la mañana, pero eran las cinco y más de 400 periodistas hacíamos fila india frente a los buses que nos iban a transportar a León. Había de todo. Los colegas de la A.B.C. y N.B.C. de los Estados Unidos encartados con la cantidad de aparatos que llevaban, mientras los periodistas nicaraguenses tan sólo portaban la cámara de TV de un tubo y la casetera portátil. Algunos sólo su libreta de apuntes.
Partimos a las 5:30 e inmediatamente el conteo de rigor: todos estábamos numerados y ese sería el puesto de ida y regreso. La carretera totalmente sola, las salidas de Managua controladas por la Policía sandinista y ningún vehículo particular podía circular ese día. Adelante de nosotros dos motos de escolta. Muchos aprovechaban esos momentos para revisar por última vez sus equipos. Otros con curiosidad admiraban los volcanes y el lago de Managua, que en ocasiones aparecía a la orilla de la carretera. La gran mayoría se dedicó a dormir.
Los buses no entraron directamente a León. Viramos hacia la izquierda sin saber a qué lugar, aunque algunos lo presentíamos. La revisión de equipos. La misma fila de la mañana se repetía, pero esta vez en las instalaciones de una escuela veterinaria. En grupos de cuatro, ingresamos a un cuarto pequeño donde dejamos todas nuestras pertenencias y más adelante fuimos sometidos a una requisa personal. Esperamos en un patio que daba a la carretera y a los 15 minutos: "Compas pueden entrar por sus cosas".
Cuando se habla del 19 en Nicaragua, se tiene la sensación de que es lo primero y lo último para los nicaraguenses. Es su día, es su libertad, como lo dicen. Estar allí, en momentos en que Centroamérica figura en todas partes por su situación conflictiva, era importante.
El bus avanzaba y la curiosidad crecía por llegar a la tarima y ver con mis propios ojos esa multitud de la cual los nicaraguenses se jactan en este tipo de acontecimientos. La plaza Pedro Arauz Palacio (un militante del FSLN caído en combate) era el sitio de la celebración. Más de 100 mil personas apretujadas, entonando canciones anti-norteamericanas, miles y miles de banderas de Nicaragua y del Frente Sandinista, letreros de las delegaciónes indicando su procedencia, dos vallas gigantescas con los rostros de Carlos Fonseca, (fundador del FSLN) y de Sandino y hasta una maltrecha paloma de la paz. La vista no alcanzaba para apreciar de una mirada todo ese gentío que gritaba "No pasarán, no pasarán" el puño en alto y las banderas ondeando. Y en el otro extremo, otro grupo de gente: "Todas las armas al pueblo".
Al rato de estar allí, cesa el impacto inicial. Uno se acostumbra a oír las mismas consignas y los mismos movimientos. La multitud era frenada por un cordón de milicianos que no paraban de bailar salsa, aires típicos nicaraguenses y ritmos caribeños, que siempre confunden con la cumbia.
El viento alzaba grandes nubes de polvo, el calor aumentaba y la multitud allí. Los periodistas buscamos sitios estratégicos, sobre una tarima cuyo único ángulo perfecto daba a una manga detrás de nosotros vigilada por soldados del Ejército Sandinista. Codazos, puntapiés y una que otra mala palabra, pues el sitio era insuficiente para albergar a la prensa. De pronto el anunciador oficial: "Los compañeros de la Junta de Reconstrucción Nacional". Y la multitud banderas en alto, los recibe con gritos de "Un sólo ejército, un solo ejército". Aparecen Bayardo Arce Jaime Weelock, Carlos Núñez, Humberto Ortega, Tomás Borge y los otros cuatro comandantes que integran el grupo más importante del actual gobierno de Nicaragua. Durante cinco minutos, la multitud no cesó de saludarlos, con consignas, saltos y con el movimiento ondulante de las banderas.
Todo en calma. De nuevo el anunciador: "Preside este acto, el comandante Carlos Fonseca" (muerto en combate en 1977). Los periodistas miraban, donde estaba el fundador del Frente Sandinista. Sólo una silla vacía al lado de Tomás Borge. Para los nicaraguenses Fonseca no ha muerto. Le rinden parte, lo saludan y hasta le colocan una silla al lado de uno de sus mejores amigos: Tomás Borge.
En el estrado principal, por lo menos: dos mil invitados especiales se cubrían la cara con pañuelos y los más afortunados colocaban su sombreo de diversas formas tratando de evadir el sol. "Habla el comandante de la revolución, Daniel Ortega". El coordinador de la junta inició su discurso, no sin antes ser interrumpido por la multitud con su consigna. Rindió su informe, propuso los seis puntos para buscar la paz en Centroamérica e invitó a cantar el himno del Frente Sandinista. Todos de pie, el puño en alto, las banderas quietas, cantaban. "Adelante marchemos compañeros, adelante que es nuestro el porvenir" y Sergio Ramírez, serio, mirando al infinito. "Roja y negra bandera nos cobija patria libre, vencer o morir" y Rafaél Córdoba Rivas con su sombrero mexicano en la mano. "Los hijos de Sandino no se venden ni se rinden jamás" y los nueve comandantes con el puño en alto "Luchamos contra el yanqui, enemigo de la humanidad". Sólo una persona en la plaza se ofendió, retirándose del estrado. El hombre, con sus cinco guardaespaldas, abordó su carro y partió veloz. Era Antony Quainton, el embajador de Estados Unidos.--