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LOS CHICOS MALOS

Millonario decomiso de cocaína en Brasil revela que el cartel de Cali y la mafia italiana convierten a ese país en centro de tráfico de drogas.

17 de diciembre de 1990

De viernes cultural, el 2 de noviembre cuatro extranjeros comían tranquilamente en el elegante restaurante Sellis, de la calle Bela Cintra, en el mejor barrio de San Paulo, en Brasil. Los italianos Giuliano de Monti, Alberto Nibbis, Renato Filipini y el colombiano Manuel Gaviria Vásquez bebían vino importado y conmemoraban el cierre de un negocio de millones de dólares. Las personas que estaban sentadas cerca de ellos jamás se imaginaron que los alegres hombres que se abrazaban cada rato y brindaban, festejaban una operación de narcotráfico donde la mafia "coronaba" el envío de media tonelada de cocaína a Europa.
Pero la alegría se acabó rápidamente con la llegada del comisario de la Policía Federal, Roberto Precisio Júnior. En el mismo restaurante, en medio del susto y la sorpresa de los clientes, los cuatro revelaron el lugar en el que tenían camuflado el cargamento de cocaína: calle Cantareira, barrio Luz.
Cuando llegaron allí los policías, se produjo el mayor decomiso de droga en la historia de Brasil, 506 kilos de cocaína pura. Avaluado en 22,5 millones dólares y envuelto en paquetes de uno a dos kilos, el alijo tenía hasta su propia etiqueta.
Estaba envuelto en papel con el sello de los "Chicos malos", los personajes de Walt Disney de las tiras cómicas. Y una frase estampada: "Los nada que ver". Se trataba, entonces, según las autoridades, del cartel de Cali. La presencia de los tres italianos y del supuesto número dos del cartel de Cali confirmaba las sospechas acerca de que Brasil estaba convirtiéndose en el nuevo centro de operaciones del tráfico de la droga.
Escogido en el nuevo ajedrez de las rutas internacionales de la coca, Brasil, país bendecido por Dios, como dice la canción, tiene en la selva amazónica 1.600 kilómetros de frontera con Colombia, 3.000 con Perú y 3.200 con Bolivia, los tres países principales productores de cocaína tanto en hoja como en polvo. La llegada de los mafiosos obedece, sin embargo, a las leyes de la geopolítica. Los clásicos rivales del tráfico de la droga como la mafia siciliana enfrentada a la "camorra" napolitana, y el cartel de Medellín al de Cali, habrían encontrado una salida "negociada", según documentos secretos de la Policía Federal conocidos y divulgados por el diario O Globo, para crear "nuevos espacios". Brasil, pues, era el indicado, por su tamaño y por su infraestructura. "Con seguridad Brasil es el nuevo y principal corredor de las exportaciones de droga de los carteles y la mafia", declaró el comisario Precisio Júnior, una especie de general Maza brasileño, quien lleva a la espalda las operaciones de más éxito contra narcóticos.

Y si por un lado la caída de la droga de "Los nada que ver" era una operación de éxito de las autoridades, la fuga de uno de los fundadores de la "camorra" napolitana, Humberto Ammaturo, sin ningún esfuerzo de la Superintendencia de la Policía Federal de Brasilia, donde esperaba la extradición, exactamente un día después del decomiso, mostraba la otra cara de la moneda.
Para levantar la moral y no perder su prestigio, la Policía Federal divulgó pocos días después, el nombre del agente sobornado que recibió 100 millones de dólares. Un dossier de 200 páginas con las fichas, fotografías, huellas digitales y nombres falsos de 60 mafiosos italianos entregado por la Interpol italiana a la brasileña, señalaba la posible radicación de ellos en Brasil.
Los temores de la llegada, de los "barones" de la coca, tanto colombianos como italianos, se refleja sobre todo en los editoriales de la prensa local. El diario progresista Jornal do Brasil advertía con tono desesperado que "no existen medios términos en esa lucha", y que "la sociedad reacciona a tiempo o nadie ni la policia podrá frenar el proceso de decadencia" . Como ejemplo estaban Colombia, Bolivia y México.

Y Brasil, según la DEA, -la agencia norteamericana antidroga-, pasó de punto de apoyo, a país productor. En efecto, es más barato montar allí laboratorios (produce también éter y acetona, necesarios en la refinación de la cocaína) cerca de las fronteras de los llamados "países coqueros".
Además de eso, las ciudades brasileñas son actualmente un rico mercado de consumo, con "bandas" y "escuadrones" locales bien organizados para distribuir el producto. Los favelados de los cerros de Río, como se llaman los marginales de los barrios de invasión, son un ejército hambriento dispuesto a entrar en la espiral del tráfico y del asesinato, mientras los jóvenes de las clases medias, según una investigación realizada por el Ministerio de Salud y Justicia sirven de prueba de calidad: 26% de los estudiantes ya probaron alguna vez algun tipo de droga.
Un fenómeno que los brasileños, tan acostumbrados a las contradicciones del primer y tercer mundos, no dudan en llamar la "colombianización" del país. Según ellos, el eje Cali- San Pablo- Río- Roma, al parecer, se lo tomó el cartel de Cali, los "Chicos malos", los "Nada que ver".