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"LOS CIEN DIAS DEL CAMBIO"

El primer balance que hacen los observadores políticos, la prensa y las encuestas aprueba la laborde Felipe González.

9 de mayo de 1983

La frontera de neutralidad de los cien primeros días que se suele conceder a los gobiernos democráticos para enjuiciar su gestión, en realidad fue rota en España por el hecho económico más trascendental de los últimos años: la nacionalización de Rumasa, el mayor holding de este país, que figuraba con un capital de 2 mil 700 millones de dólares. Ni los políticos de la oposición ni la prensa contraria al ejecutivo, que son quienes al fin y al cabo conceden ese "estado de gracia" posterior al bautismo de un gobierno, pudieron esperar a que se cumplieran las catorce semanas reglamentarias inventadas no se sabe muy bien por quién. Este hecho desató el primer balance de la gestión socialista en España, pero las encuestas posteriores también revelaron algo significativo: el 70% de los españoles está de acuerdo con la nacionalización de Rumasa.
Bien es cierto que tanto durante la campaña electoral como después de su llegada al poder, los socialistas han pedido que se espere a octubre de 1986 para juzgar su gestión. Pero en un primer balance los observadores políticos, la prensa y algunas encuestas de opinión aprueban la labor socialista, a pesar de sus indudables errores.
En contraste con gobiernos anteriores, el PSOE da la impresión de gobernar y lo ha hecho desde las primeras horas. No había transcurrido la primera jornada de Felipe González como nuevo inquilino del palacio de la Moncloa -sede del gobierno- y ya los españoles conocían la devaluación de la peseta. Luego vino la subida de los carburantes, el proyecto de ley de despenalización del aborto, la elevación de los impuestos indirectos, la exigencia de un cumplimiento riguroso de los horarios para los funcionarios del Estado, la incompatibilidad para ejercer más de un puesto a quienes pertenezcan a la administración pública y -claro está- la traca final de Rumasa, cuyo crack habría abierto una crisis incalculable de confianza en el sistema financiero.
Como compensación a una política económica socialmente dura, el gobierno de González aprobó un importante incremento de las pensiones redujo la jornada laboral a 40 horas semanales y amplió a treinta días las vacaciones para todos los asalariados.
Las medidas económicas, que como se ve son el fuerte de la nueva administración del "cambio", han sacado a la luz la personalidad de un hombre culto, inteligente y polémico que se ha convertido de repente en el brazo derecho de Felipe González: el ministro de Economía Miguel Boyer, un político poco conocido hasta las pasadas elecciones y cuyo nombre está hoy en boca de buena parte de los españoles.
Boyer entró en el gobierno a pesar de la dura oposicion de Alfonso Guerra, actual vicepresidente y hombre de confianza de Felipe González desde los lejanos años de clandestinidad. Su personalidad controvertida lo ha llevado a salir varias veces del PSOE por divergencias con los dirigentes del partido y nunca ha ocultado su simpatía por la socialdemocracia.
Pero si el gestor de la Economía ha sido el politico-sorpresa, a nadie ha sorprendido demasiado que el encargado de la cartera del Interior, José Barrionuevo, sea hoy uno de los más polémicos.
En este sentido, la gestión socialista ha estado en estas primeras semanas envuelta en una permanente polémica que se inició con la muerte, en enfrentamiento con la policía, de un presunto miembro del GRAPO (Grupos Armados Primero de Octubre) y culminó para este primer balance, con la propuesta de plantear una ley para terroristas arrepentidos, similar a la que tanto éxito dio en Italia frente a las Brigadas Rojas.
El titular de esa cartera, tampoco se salva, como sus antecedesores, de un trágico error policial que costó la vida a un niño al disparar la Guardia Civil sobre el coche en que viajaba. Sin embargo, se anota el éxito de haber resuelto favorablemente el secuestro de un industrial a quien ETA había decidido dar muerte.
No menos controvertido ha sido el cambio de todo el aparato policial, que se ha hecho -según se dice aplicando el más firme criterio de profesionalidad. Uno de los cargos más importantes -Jefe Superior de la Policia de Madrid- le fue asignado a un funcionario que persiguió incluso a los socialistas durante el régimen franquista cosa que, por supuesto, no ha hecho ninguna gracia a los militantes del partido.
Además de la capital francesa Washignton, Londres, Bruselas, Lisboa y Rabat han sido los otros centros de atención en esta primera etapa de la diplomacia española que, de momento, está dominada por una cierta ambiguedad: España pertenece a la OTAN y participó como observador en la Conferencia de los No Alineados; congeló la integración de la estructura militar de la Alianza Atlántica pero también la celebración del referéndum prometido durante la campaña electoral para decidir la permanencia en la Alianza.
El deseo de estrechar lazos con Latinoamérica parece evidente, pero de momento -como se ve- otras prioridades han aplazado una mayor actividad española en la zona. En todo caso, el propio Felipe González se muestra interesado en mediar en Centroamérica y, en el marco de las relaciones españolas en aquella zona, se ha confirmado una invitación a Fidel Castro para que visite Madrid a partir de octubre próximo.
Cuando este andaluz de cuarenta y un años abandonó su austero piso de la madrileña calle del Pez Volador para instalarse en el palacio de la Moncloa, sabía que su vida iba a cambiar profundamente: en este primer balance se anota catorce consejos de ministros, más de quince mil cartas, un aumento del 16% de su popularidad y una única salida a un lugar público para celebrar su cumpleaños. De momento, y según los sondeos de opinión, tiene el apoyo de la mayoría de esos diez millones de votos que cambiaron su vida.