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LOS HUERFANOS DE TITO

Los problemas que se presentían a la muerte del Mariscal, afloran ahora y son inquietantes.

9 de agosto de 1982

Ante los retratos de Marx, Engels y Lenin, diminutos si se comparan con la monumental reproducción de Tito mirando fijamente a los ojos a sus sucesores presentes en la sala, comenzaba el 26 de junio, al son de la Internacional, el primer congreso de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia no presidido por el legendario presidente yugoslavo, fallecido hace dos años.
Los delegados de las seis repúblicas y de dos regiones autónomas, con las que se forma la Federación Yugoslava, pasaron revista a la difícil situación en que se encuentra el país, no a causa de la muerte de Tito, sino debido a los problemas heredados del último quinquenio de aquel gobernante.
Se deben unos 20.000 millones de dólares, para una población de 22 millones de habitantes, y frenar la inflación va a costar probablemente un aumento del actual nivel de desempleo, estimado en un 12%. Si bien aquellos retales balcánicos de los imperios austriaco y turco, que hace tan solo 64 años se constituyeron en Yugo-eslavia (Sud-eslavia, país de los eslavos del sur, serbios, cróatas y eslovenos), han dejado de ser uno de los lares más atrasados de Europa, el acelerado ritmo de desarrollo industrial y un nivel de consumo exagerado para los estratos medios, endeudaron al país.
Tito, el hombre que le dijera no a Stalin en 1948, siguió siendo toda su vida un admirador de la Revolución de Octubre, de la estepa, del Leninismo y del realismo socialista en arte, un comunista fuera de toda sospecha. Su patente de la autogestión, como doctrina nacional, y del no alineamiento, como planteamiento internacional "antiimperialista y antihegemonista", le aseguraron un protagonismo revolucionario aún fuera de Moscú. Cuando Tito muere en 1980 empiezan a manifestarse los problemas.
"Los mismos bancos que antes nos daban cuantos créditos queríamos, porque creían que así nos iban a poder agarrar por el trasero algún día, nos amenazan ahora con sus recibos": declaraba en una comisión del congreso, Vukmanovic-Tempo, uno de los biógrafos de Tito. Recuerda Vukmanovic los aciagos años de sequía y ruptura con Stalin, cuando tuvo que ir a los Estados Unidos en busca de pan de supervivencia y se encontró con condiciones leoninas. "Me siento como cuando le pedíamos armas a Stalin": tuvo que decirles a los norteamericanos. Opina que también ahora, 32 años más tarde, los bancos occidentales quieren presionar sobre Yugoslavia.
El no alineamiento niega la teoría de la "equidistancia" entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. El no alineado ideal le da palos a la burra blanca y palos a la burra negra, según se lo merezca en determinado momento. Pero los sectores más revolucionarios del no alineamiento acusan a Yugoslavia de que su política exterior no es clasista, de que después de Tito se están deslizando hacia las aguas del neutralismo. "Pero la lucha de clases en el terreno internacional, bien interpretada, incluye la lucha contra todo tipo de dominación, hegemonía o explotación en las relaciones internacionales': replicaba en el congreso Milos Minic, ministro de Relaciones Exteriores.
Sin embargo, no todas las cábalas se echan respecto a un deslizamiento de Yugoslavia hacia el neutralismo pro occidental. A raíz de su viaje a Moscú hace dos meses, el ex ministro yugoslavo de las Fuerzas Armadas, Nikola Ljubicic, volvió haciendo declaraciones contrarias a las instalaciones "de cohetes con cabezas nucleares, cerca de las fronteras yugoslavas" porque "tampoco a los países vecinos les gustaría que Yugoslavia hiciera lo propio en sus fronteras"
Tanto el hecho de sacar el tema poco después de haber sido excelentemente acogido en Moscú, como la preocupación de Ljubicic por el tema mediterráneo, hicieron pensar a los analistas italianos que más era cuestión del proyecto de rampas de lanzamiento de Comiso (Sicilia) que de una posible amenaza nuclear búlgara.--.
Juan Fernández Elorriaga (Belgrado)