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LOS PROBLEMAS DEL PASTOR

Algo más que "ovejas descarriadas" encontró el Papa Juan Pablo II en su viaje a Holanda

17 de junio de 1985

Al Papa se le está perdiendo Holanda. Cierto, los católicos Países Bajos se alejan de Roma desde mucho antes que hiciera su aparición Juan Pablo II. Pero a Su Santidad parece haberle ido especialmente mal en su reciente viaje.
El 11 de mayo, el jefe de la Iglesia Católica hizo de nuevo maletas -si había tenido tiempo de deshacerlas- y partió hacia La Haya, en busca de la oveja "descarriada". Cinco días duró el viaje del Papa, y su visita incluyó Bois-Le-Duc, Utrecht, La Haya, Maastricht y Amersfoort. Después seguirán Luxemburgo y Bélgica. Pero lo que se encontró en Holanda recuerda bien poco a una oveja. El extraño animal que lo esperaba decidió imponer las condiciones del viaje papal, invirtio los papeles de cabo a rabo, "sentó" a su huésped a oír mientras él hablaba, y concluyó, finalmente, que más "descarriado" andaba el Vaticano que el "cristianismo crítico" neerlandes.
En general el viaje resultó poco glorioso. Fuera de los recintos en donde el Papa y sus anfitriones sostenían su "amable disputa", varios miles de holandeses expresaban su malestar frente al Vaticano de formas bien poco discretas: una bomba fue desactivada en La Haya, petardos, latas de gaseosas y otros variados y poco respetuosos proyectiles alcanzaron el "vaticarro" en distintas oportunidades; ocho personas resultaron heridas durante una manifestación encabezada por el "Frente Rojo Antipapista", el "Comité Nacional contra la visita papal" y la Organización Homosexual COC.
Desde el principio el viaje se había anunciado difícil. El arribo de Su Santidad a los Países Bajos y a Bélgica fue precedido de cartas de protestas, amenazas de manifestaciones, una guerra de afiches llamando al asesinato del Papa, e incluso de un artículo publicado en un periódico juvenil en Holanda, titulado "Cómo matar un Papa". Este artículo, que no fue censurado, proveía detalles sobre los diferentes métodos que podían ser empleados para agredir a Juan Pablo II, y terminaba deseándole "buena suerte" a quien intentara "dar de baja este símbolo, éste tirano sonriente".
Acostumbrado a "plaza llena", el Papa tuvo pues, que conformarse con reuniones en recintos cerrados, calles apáticas, o bien, agrias manifestaciones de cristianos decepcionados. Sólo Turquía, país musulmán, ha mostrado una mayor indiferencia frente a una visita del polémico Juan Pablo II. Y esto sucedió en un país en donde si bien la práctica religiosa ha descendido, ésta se mantiene por encima de la que pueda hallarse en Francia o aún en Italia.
Democráticos, igualitarios, furibundos antiautoritarios, los holandeses católicos comenzaron a alejarse de Roma durante la Segunda Guerra Mundial, estrechando sus lazos de unión con otros grupos nacionales, cristianos y judíos, y desconfiando de cualquier autoridad extranjera, comprendida la autoridad "espiritual". Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la brecha se agrandá considerablemente y comenzó a tomar perfiles de "abismo". Entonces los prelados neerlandeses acogieron con entusiasmo las ideas más progresistas de Juan XXIII, y se dedicaron con empeño a trabajar por una Iglesia menos centralizada, en la que el poder del Papa debía tender a relativizarse para ser compartido por el colegiado de obispos y las iglesias particulares. De hecho, con tanto empeño que cuando el Vaticano quiso "recoger velas", los obispos neerlandeses pasaban ya de largo, con tanto impulso, que en adelante sería muy difícil frenarlos.
Hoy en día, la Iglesia Católica Holandesa cuenta con 2 mil sacerdotes apoyados por 400 "trabajadores pastorales" (TP), de los cuales 130 son mujeres. Los TP son láicos, hombres y mujeres, solteros y casados, que han seguido los mismos estudios teológicos que los sacerdotes, y quienes son remunerados a tiempo completo por las parroquias para que cumplan con los servicios que normalmente corresponden a los sacerdotes, excluida la celebración de los sacramentos. Esta fórmula, ensayada en otros países en donde hace falta sacerdotes, no ha llegado tan lejos, ni ha sido a tal punto institucionalizada como en Holanda. Los TP son tratados allí en pie de igualdad a los sacerdotes y tienen a su cargo tareas tales como la visita a los enfermos, catequización, preparación al matrimonio o entierros. Pero es sobre todo ese "pie de igualdad" el que más incomoda a Roma. A fines de los años 60 la "concertación permanente" entre sacerdotes, láicos, y representantes de otras iglesias, produjo resultados tan "disonantes" al Vaticano como el rechazo a la prohibición de la contracepción o al celibato cural. Fue entonces, a comienzos de los años 70 que el Vaticano decidió enfilar baterias por la recuperación de esa Iglesia "indisciplinada" y empezó a nombrar obispos, del agrado de Roma pero del desagrado de Holanda para que pusieran "orden en casa". Con esta misma política, Juan Pablo II acaba de nombrar a monseñor Ter Schure a Bois-Le-Duc. Pero a juzgar por la acogida que se le dio a Su Santidad las campañas de "recuperación" de la Santa Sede dejan mucho que desear.
Consciente de las dificultades que implica el anhelado acercamiento entre Roma y la Iglesia holandesa el Papa recordó constantemente su misión de reconciliación y mantuvo un tono de desacostumbrada tolerancia. "El Papa intenta comprender la vida de una iglesia local" dijo Juan Pablo II, "el se informa y pide consejo (...) ustedes comprenden que a veces las opiniones expresadas son divergentes. Finalmente es al Papa a quien toca tomar las decisiones. Créanme queridos hermanos y hermanas, me duele conocer sus sufrimientos. Pero estén convencidos que verdaderarnente he oido, examinado, rezado. Y he nombrado a aquel a quien delante de Dios he juzgado el más apto".
Y el Papa tuvo que oir en efecto. En la calle los jóvenes gritaban "viva Nicaragua" y "abajo el Papa", mientras "adentro", Su Santidad recibía otra andanada, esta pacífica, pero amarga. Uno de los discursos de sus anfitriones, pronunciado por la señora Wasser, presidente del Consejo de Misiones y del Movimiento Antinuclear Mujeres por la Paz, citaba como ejemplo a monseñor Romero, y alababa las comunidades de base de América Latina y la Teologia de la Liberación. La señora Wasser criticó después, a título personal, la actitud de la Iglesia frente a la cohabitación de jóvenes, los divorciados, los homosexuales, los curas casados y las mujeres. "La evolución reciente en ciertos dominios de nuestra Iglesia, concluyó la señora Wasser, ha llevado a algunos de entre nosotros, por fidelidad crítica y por obediencia al evangelio, a desobedecer las instancias eclesiásticas"
No parece nada fácil pues, en este caso, la reconciliación entre pastor y rebaño. De hecho, mientras manifestantes católicos llenaban el cielo de Holanda de balones inflados pintados con la consigna "queremos un Papa con los oídos grandes", Su Santidad parecía dejar bien claro que él, por su parte, prefería más bien fieles con "bocas chiquitas", y ordenaba un período de "estricto silencio", para el padre Boff, el conocido vocero de la Teología de la Liberación.