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Los retos de Afganistán

Aunque es un logro que exista un nuevo gobierno democrático en Kabul, le queda la tarea monumental de reconstruir el país y batallar contra el floreciente negocio de la heroína.

Mariana Sánchez-Aizcorbe*
19 de diciembre de 2004

El 9 de octubre fue un día histórico para millones de afganos que, desafiando amenazas de los talibán y otros grupos fundamentalistas infiltrados, asistieron a las urnas con la ilusión de que la primera elección presidencial sea el inicio de una nueva etapa en el país, sometido a más de dos décadas de conflictos.

Los comicios no fueron tan sólo un ejercicio democrático. Conscientes de su voto, los afganos, además de un trabajo, ahora le reclaman al gobierno cambios en asuntos que afectan su vida diaria.

Si bien tanto en Kabul como en el resto de Afganistán es visible la urgencia de reconstituir gobiernos locales, dar acceso a la población a servicios de salud o reconstruir viviendas y vías de transporte, muchos afganos reclaman algo que podría parecer secundario en las prioridades de un país totalmente destruido: el restablecimiento del agua potable y electricidad. Aun en las filas de votación el día de la elección, los afganos expresaban su disgusto ya que a diario se ven obligados a sacar agua de pozos en la calle y usar su ingenio para obtener luz con baterías. Ahora confían en que esta situación cambiará.

Reclaman también mayor seguridad. En Kabul la presencia de las tropas internacionales son un elemento disuasivo para los grupos que en el pasado controlaban la capital. Pero gran parte la población, sobre todo en el sur del país, aún vive sometida a los dictámenes de los llamados Señores de la Guerra, cuyo poder se ha consolidado con el tráfico de opio, sin control en los tres años del gobierno transitorio.

Sin embargo, algunos líderes tribales, incluso en áreas como Logar, 80 kilómetros al sureste de la capital y cuyos habitantes fueron aliados del Talibán, hoy apoyan al presidente Hamid Karzai y están propagando la idea de que se viven tiempos de paz. Como en Kabul, los habitantes de Logar ya no portan armas a la vista.

La relativa seguridad en algunas zonas del país ha contribuido a que el intercambio comercial sea más activo. En el mercado de la localidad de Ghazni, al sur de Kabul, se venden bicicletas fabricadas en China. A las estaciones de bus en la periferia de Kabul llegan vehículos dedicados al transporte de pasajeros, desde Irán y Pakistán, con autos usados, peligrosamente atados a sus techos.

Pero en las provincias del sur se combina una fórmula detonante para la seguridad y para el desarrollo del comercio, tan necesitados para los habitantes, quienes en promedio viven con menos de un dólar por día.

Los Señores de la Guerra controlan el tráfico de opio que, según el Banco Mundial, comprende un tercio del total de la actividad económica del país y es la principal fuente de ingresos. El año 2003 Afganistán produjo las tres cuartas partes de toda la producción mundial y se calcula que en 2004 sobrepase las 3.600 toneladas.

Según la Oficina de Naciones Unidas contra el Tráfico de Drogas (Unodc), en 28 de las 34 provincias del país, dos millones de agricultores están sembrando amapola. Además se asegura que los laboratorios para la elaboración de heroína cada día son más sofisticados.

La erradicación es un reto para el presidente Karzai, quien ha señalado que "la proliferación del opio constituye la peor amenaza para la seguridad del país".

Analistas internacionales coinciden en que Afganistán se está acercando al establecimiento de un narcoestado. Sus tentáculos han llegado hasta las más altas esferas del gobierno y su impacto es notorio. En Kabul hay centenares de camionetas de lujo, los precios de las propiedades se comparan con los de Nueva York y la industria de la construcción es una de las más rentables.

Para Washington, que consideró las elecciones en Afganistán una victoria en la guerra contra el terrorismo, la confirmación de que miembros de Al Qaeda están financiando sus actividades terroristas con las ventas de la droga obligaría a una acción más agresiva de sus fuerzas militares emplazadas en bases fronterizas, aún en busca de Osama Ben Laden.

En este escenario los retos para que Afganistán tenga éxito en una nueva etapa en su historia son inmensos.

*Periodista independiente especialista en el cubrimiento de conflictos bélicos