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Los retos de Kirchner

El nuevo presidente deberá sacar a Argentina de la peor crisis de su historia.

1 de junio de 2003

Desde su posesion como presidente de Argentina, Néstor Kirchner ha adoptado un estilo hiperactivo, blandiendo sables aquí y allá, escapándose de sus custodios para mezclarse con la multitud, viajando de improviso a una provincia para negociar una huelga, haciendo una barrida espectacular en el Ejército y dando conflictivas declaraciones sobre temas económicos. Decisiones rápidas y sorprendentes para derribar la imagen de presidente débil y transmitir la de un hombre dispuesto a resolver los difíciles problemas de una Argentina convaleciente.

Kirchner quiere cerrar la etapa del liberalismo salvaje, o de "sobredosis de liberalismo", como la llamó el venezolano Hugo Chávez, para revivir las ideas keynesianas de utilizar el gasto público para salir de la recesión, como hizo Estados Unidos en los años 30.

El nuevo presidente propone reconstruir un "capitalismo nacional", con una mayor intervención estatal. Al efecto dice que "el Estado deberá poner igualdad allí donde el mercado excluye y abandona". El consumo interno estará en el centro de la estrategia.

Kirchner anunció una inversión en obras públicas de unos 3.000 millones de dólares y prometió "traje a rayas" para los evasores, rechazó la idea de privatizar la banca pública o de aumentar las tarifas de los servicios públicos -se mantienen al mismo nivel de antes de la devaluación- que le exigen las empresas privatizadas.

Las palabras de Kirchner fueron recibidas como "una bocanada de aire fresco" por los representantes del comercio y la pequeña industria, que apuestan a la resurrección de un mercado interno casi muerto, pero causaron escepticismo en los sectores financieros.

Los financistas no están halagados con los ataques a los "grupos más concentrados de la economía" que se beneficiaron de la década menemista, la afirmación de que no se va a pagar la deuda externa con el hambre del pueblo, la decisión de no cumplir algunas exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la advertencia del ministro de Economía, Roberto Lavagna, de que no renegociará la deuda externa hasta que el FMI apruebe la segunda revisión del acuerdo de enero.

Sin embargo no se esperan medidas populistas o extremas. "No va a haber cambios económicos profundos, dijo a SEMANA el consultor Ricardo Rouvier. Lo que se puede esperar es una política más keynesiana, tratando de generar un crecimiento de la demanda interna, manteniendo las exportaciones, una política impositiva dura hacia contribuyentes importantes, sobre todo del agro, pero orientada hacia la redistribución de ingresos para incrementar el consumo".

Medidas quirurgicas

Para garantizar un futuro despejado de intentos desestabilizadores Kirchner revolvió el avispero en otros dos importantes frentes: las Fuerzas Armadas y la justicia.

Al dar de baja a los 53 militares de alto rango tuvo una dura respuesta de los mandos militares. Al nombrar a un general patagónico, Roberto Bendini, como nuevo jefe del Ejército, puso en práctica lo que se ha denominado "estilo K": otorgar los puestos de mayor responsabilidad y confianza a su círculo íntimo.

"No es que el Ejército haya recaído en el viejo golpismo, dice el periodista Horacio Verbitsky, sino que bajo la conducción anterior reocupó posiciones en la esfera política, cosa que no ocurría desde la finalización de la dictadura". Verbitsky señala como hechos el lobby castrense sobre la Corte Suprema para que declare constitucionales las leyes que terminaron con los juicios a los militares y el acercamiento de los altos mandos al perdedor Carlos Menem y a su idea de permitir la actuación policial de las Fuerzas Armadas.

El nuevo gobierno también quiere resolver el problema de la Corte Suprema de Justicia, un reducto menemita, contra cuyos jueces se había iniciado un juicio político en la Cámara de Diputados el año pasado. Si bien no se espera que Kirchner propicie un juicio a todos los integrantes del alto tribunal, ya aprobó que la comisión de juicio político de diputados emita dictamen contra uno de los jueces, Carlos Fayt, con lo que envió un claro mensaje a los demás miembros.

Inquietudes internacionales

En el terreno internacional habrá novedades y realineamientos. Kirchner dejará atrás las "relaciones carnales" con Estados Unidos. El eje de su política externa será una "alianza estratégica" con Brasil y Mercosur, no sólo económica sino política. Por algo, durante su posesión, el protagonismo perteneció al cubano Fidel Castro, al venezolano Hugo Chávez y al brasileño Luiz Inacio da Silva.

Durante su estadía Chávez insistió en su propuesta de que Venezuela ingrese al Mercosur y en un proyecto de unidad política continental, que se parece a la idea de Kirchner de un acuerdo político con Brasil.

Algunos piensan que el nuevo presidente puede inclinarse hacia el populismo. "Kirchner se ha quedado en la política exterior del peronismo de los años 73: admiración por Fidel Castro, discursos fuertemente antinorteamericanos. Nos encontramos en materia internacional con uno de los políticos más aislados del espectro político argentino", opina el analista político Rosendo Fraga.

Otros no lo creen. Para el prestigioso periodista de La Nación Joaquín Morales Solá, "suponer un eje de izquierda en América Latina y comparar a Ricardo Lagos con Fidel Castro o a Inacio Lula da Silva con Hugo Chávez es un exceso de síntesis que modifica dramáticamente la realidad". La misma opinión expresó a SEMANA el consultor Ricardo Rouvier: "El rumbo va a ser menos traumático de lo que expresan los corresponsales extranjeros. Es una posición parecida a la de Lula, no a la de Chávez ni a la de Fidel Castro, de reivindicación de los valores latinoamericanos, pero sin plantear ninguna ruptura o conflicto con Estados Unidos".

Kirchner el pragmático hizo gestos para ambos lados: prometió a Castro reabrir la embajada argentina en La Habana al tiempo que se comprometió con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, y anunció que su primera visita oficial será a Brasil, pero que viajará a Estados Unidos en los primeros seis meses. Todo un equilibrista.