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Maduro desesperado

Aunque no lo admita, el gobernante venezolano necesita que las conversaciones con la oposición avancen. Pero quizá no lo dejen.

23 de septiembre de 2017

Nicolás Maduro luce desesperado. Y no es para menos. Su mundo se hace cada vez más pequeño, como demostró la agresiva referencia que hizo sobre él Donald Trump en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Al Palacio de Miraflores se aferra con todas las estratagemas imaginables. El diálogo es, por tanto, una vía más para buscar seguir gobernando. En la acera de enfrente, la oposición ve unas conversaciones y un eventual proceso de negociación como último recurso para lograr sustituir el régimen gobernante, sin disparar un tiro con las armas que igual no tienen. Lo hacen escaldados por “la burla” de 2016.

Pero ahora no están solos. De hecho, avanzan bien acompañados. No solo las sanciones de Trump les han dado fuerza, junto con la reunión que celebró con varios presidentes, entre ellos Juan Manuel Santos en Nueva York. También el Grupo de Lima –12 países de la región– alza su voz y presiona, y la Unión Europea se ha convertido en bisagra clave. Todos ayudan, plantean “grupos de amigos”, ofrecen mediadores.

En los sistemas económicos del Viejo Continente se mueven no pocos intereses económicos de funcionarios venezolanos. Tan solo por mencionar un caso, la fiscal general en el exilio, Luisa Ortega Díaz, reveló que la empresa Arietis habría participado de esquemas de corrupción con Odebrecht, beneficiando a Diosdado Cabello, el número dos del chavismo. Arietis –propiedad de dos primos de Cabello– ahora tiene sede en España, donde aumentó su capital en apenas 3 años hasta los 2 millones de euros.

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Este miércoles, el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, ratificó su interés en lograr sanciones individuales a la cúpula chavista, incluyendo congelamiento de bienes y prohibiciones de viaje. Mientras, Maduro alaba el diálogo con la oposición en República Dominicana, al que llegó luego de la gira del presidente de la Asamblea Nacional, el opositor Julio Borges, por Francia, Alemania, España e Inglaterra, visitando a sus más altas autoridades. Justo después, el canciller galo anunció que se retomaban las conversaciones, y lo hacía sin tanta sutileza: “Insistí en el riesgo de la aplicación de sanciones europeas”.

Maduro quiere reconocimiento a su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y terminar su periodo en 2019. Para ello, ofrece recortar el tiempo de funcionamiento de la instancia “supraconstitucional” hasta mediados de 2018, en vez de completar los dos años anunciados. Además, habría disposición a adelantar las presidenciales hasta octubre del año próximo (lo habitual es diciembre).

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En la oposición afirman que no hay reconocimiento posible a la ANC. Exigen la liberación de los presos políticos, el levantamiento de las inhabilitaciones y el cese a la persecución, además del reconocimiento al Parlamento y sus funciones, y un cronograma electoral claro con condiciones de participación equilibradas.

Fuentes cercanas a las conversaciones ratifican que otros puntos sobre la mesa contemplan medidas sobre la Fuerza Armada Nacional y su posible vuelta a los cuarteles, la estabilidad de los mandos y la revisión del sistema electoral que soporta “la dictadura de las mayorías” que diseñó el chavismo cuando era hegemónico, en 2009.

Son puntos importantes para el oficialismo. Si van a perder el poder nacional, que queden las cuotas. Es el juego que los lleva a no tener como indeseable un resultado que les deje unas 13 gobernaciones –de 23– en los comicios del próximo 15 de octubre. Eso también les permitiría lavarse la cara como demócratas y decir que el país está dividido.

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El gobierno debe cancelar entre 2017 y 2019 más de 54.000 millones de dólares en deuda, según estimaciones de Torino Capital. Los pagos se retrasan, pues los bancos estadounidenses ralentizan todas las transacciones invocando verificación de origen y destino de los fondos. Además, el Deutsche Bank ya no quiere participar como concesionario en operaciones de PDVSA, complicando la contratación de buques, revela un informante de la banca privada.

Por si fuera poco, las redes clientelares del chavismo exigen más dinero, así como el funcionamiento de un Estado paquidérmico que estructuró Hugo Chávez y continuó Maduro. Pero tener más préstamos depende de que el Parlamento los apruebe, y los opositores no están dispuestos a hacerlo –punto de honor en las negociaciones–.

El tiempo corre contra Maduro si su interés en verdad es lograr acuerdos. En la oposición algunos dudan señalando las contradicciones del mandatario, quien ha alabado las conversaciones, mientras señala como mentirosos a sus interlocutores y acusa a Julio Borges de planificar violencia. Otros simplemente refieren el “nido de alacranes” que soporta al gobernante: no lo dejarán negociar.