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MAGGIE EN APUROS

Por exceso de pro americanismo, la señora Thatcher pierde puntos.

17 de febrero de 1986

Todo político inglés lo sabe. Mentirle al Parlamento británico es el peor negocio, aun si se tienen excusas. Un paso en falso y la carrera de años, cuidadosamente llevada, puede irse a pique. Leon Brittan, secretario de Comercio e Industria protegido de la primera ministra, Margaret Thatcher, olvidó este precepto en un momento de confusión y ahora tiene que encarar las consecuencias: la cada vez más fuerte oposición laborista le ha exigido la renuncia, dado su irregular comportamiento ante un corto episodio del enredado debate de los helicópteros. La "dama de hierro", quien tuvo que salir de nuevo en defensa de su leal amigo (como hizo cuando estalló el escándalo de la censura de prensa a la BBC de Londres), pagó un precio: los índices de popularidad de su gobierno bajaron unos puntos más a raíz del asunto, de tal suerte que sólo un 33% de la opinión favorece hoy al gobierno conservador (el mes pasado el guarismo era 35%), mientras que un 38% respalda al Partido Laborista.
Lo peor del caso es que Brittan no es siquiera el protagonista importante del affaire Westland, que en estos días es el plato fuerte de los diarios de la Gran Bretaña. Todo comenzó el jueves 9 de enero cuando Michael Heseltine ministro de Defensa británico -apodado por la prensa "Tarzán", por su larga cabellera rubia y su parecido con el fallecido actor Jhonny Weissmuller- dimitió espectácularmente por sus discrepancias con la Primera Ministra sobre el rescate financiero de la empresa de helicópteros Westland. Heseltine acusó a la Thatcher de no ser imparcial ante las dos ofertas que la empresa ha recibido para reflotarla, dando, por el contrario, preferencia secreta a la empresa norteamericana Sikorsky, contra los intereses de un consorcio de firmas europeas de Inglaterra, Italia, Alemania Federal y Francia.
"Tarzán", un adinerado galés de 52 años salido de la Universidad de Oxford y que en 1979 fuera ministro del Medio Ambiente, no ocultaba su inclinación por la oferta europea. Para él no solo era viable y adecuada, sino que ésta le permitía al Reino Unido cumplir sus compromisos de 1978 con sus aliados del Viejo Continente para reforzar su industria y su tecnologia armamentista frente a la hegemonia de Estados Unidos. La Thatcher, en cambio, le guiñaba el ojo a la opción norteamericana, consistente en una inyección de 72.2 millones de libras esterlinas provenientes de los bolsillos de una alianza entre la Sikorsky y la Fiat italiana, más un millón de horas de trabajo en los tres próximos años y la construcción por la Westland del helicóptero norteamericano Black Hawk (Halcón Negro).
El 20 de diciembre pasado, un día después de formulada la oferta anterior, el consorcio europeo hizo otra: 73.1 millones de libras, 1.8 millones de horas de trabajo en tres años y la participación de la Westland en la construcción de tres helicópteros europeos. Una guerra de comunicados y de nuevas propuestas se desató entonces, y el 6 y 7 de enero los rivales aumentaron las ofertas: la Sikorsky-Fiat prometió 74 millones de libras y dos millones de horas de trabajo en cinco años y el consorcio europeo habló de 75 millones y de dirigirse directamente a los accionistas de la Westland.
Alarmada con la dinámica que tomaban las cosas, la Primera Ministra ordenó poner fin a la puja, lo que fue interpretado por Heseltine como un intento por "amordazarlo". Renunció por lo tanto el Ministro, prometiendo que lucharía como ciudadano raso en favor del consorcio europeo, mientras en la calle se especulaba que el portazo dado por el hombre de la cabellera cinematográfica no era más que un show del galés para lanzarse más tarde como candidato a la presidencia del Partido Conservador, contra la Thatcher.
Más activo que cuando estaba de Ministro, "Tarzán" se presentó en la Cámara de los Comunes el lunes 13 de enero y habló de una enigmática carta entregada a Margaret Thatcher, en la cual el director general de la British Aerospace -partícipe del consorcio europeo- aludía a una reunión efectuada el miércoles anterior (la víspera de la renuncia de Heseltine) entre Leon Brittan y los directivos de la Aerospace. Preguntado por los parlamentarios, el ministro de Comercio e Industria afirmó no conocer la misiva, con tan mala pata que al día siguiente la Thatcher admitió que tal carta existía y que la daría a conocer a la prensa. Brittan tuvo que pedir disculpas a la disgustada Cámara de los Comunes. Aseguró que dado el carácter "confidencial" de la carta, creyó conveniente ocultarla.
En vano, la Primera Ministra trató de explicar que la misiva estaba marcada como "privada y estrictamente confidencial". Los diputados conservadores del Parlamento Europeo rápidamente tomaron posición contra la Sikorsky y en favor del consorcio europeo, e indicaron que no entendían por qué las ofertas de éste último no habían sido consideradas por la Westland. El documeno descubierto le daba la razón a Heseltine. Allí se decía que Brittan, con el apoyo de la "dama de hierro", trataba de persuadir a la British Aerospace de que abandonara la partida y dejara que la compañía norteamericana se incrustara en la Westland, para "no dañar las relaciones entre Gran Bretaña y Estados Unidos".
Impertérrito, el buen señor Brittan ha dicho que no piensa renunciar. El interrogante es hasta qué punto la Thatcher -quien anuncia que responderá punto por punto a las acusaciones del ex ministro de Defensa- está dispuesta a sostener a su amigo, dado los problemas que éste le viene acumulando al gobierno.