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Malvenidos

El fichado con huella digital y foto a la entrada de los aeropuertos estadounidenses causa polémica e indignación. Aún no se sabe si traerá mayor seguridad.

12 de enero de 2003

Este 5 de enero Andres Villegas, un colombiano de 30 años, regresaba a su residencia en Washington después de unas vacaciones en Ciudad de México. Justamente en la mañana de ese día, Tom Ridge, el secretario del Departamento de Seguridad Interna estadounidense, que es la institución creada depués del 11 de septiembre de 2001 para proteger al país de posibles atentados terroristas, había anunciado con bombo y platillos la inauguración del programa US-Visit. Según explicó Ridge, US-Visit busca evitar la entrada de terroristas en los aeropuertos del país. Básicamente, lo que sucede es que ahora los oficiales de aduanas les toman una foto y les sacan las huellas digitales a todos los inmigrantes que necesitan visa. Con ello se busca comprobar que el solicitante de la visa sea en efecto quien viaje, que no tenga antecedentes penales, que no haya violado la ley de inmigración y que no exista ningún expediente que lo ligue con organizaciones terroristas. En caso de que el chequeo arroje resultados sospechosos, los viajeros son interrogados en salas especiales. Como se sabe, varios de los secuestradores del 11 de septiembre tenían antecedentes penales o estaban en el país con visas vencidas. Cuando Villegas llegó al aeropuerto de Dulles tuvo el incómodo privilegio de ser uno de los primeros colombianos en experimentar la nueva ley. Según contó a SEMANA, la toma de las huellas y la foto no causaban mucha congestión y parecía que todo estaba bien estudiado. "Eso sí, es un poco humillante, uno se siente como cuando fichan a los sospechosos en las películas", dijo. Tras pasar por esto, el funcionario examinó con suspicacia su pasaporte colombiano y su visa de estudiante, que se vencía en un par de meses. Le preguntó si ya tenía comprado el pasaje de vuelta. La respuesta fue negativa. El hombre no lo dejó seguir, puso sus papeles en la carpeta roja de los pasajeros sospechosos y lo condujo a la sala especial. Otro colombiano viajaba en el vuelo y también se encontraba allí, además de cuatro latinoamericanos, seis árabes y un hombre de aspecto europeo. "Yo me puse muy nervioso y todo el suceso fue muy incómodo. La actitud del policía era agresiva y me sentí violado en mi intimidad y mis derechos", agregó Andrés. En la sala especial los sospechosos, que según Villegas lo son en buena medida por cuenta de su raza y nacionalidad, presencian los interrogatorios que les hacen a los demás. Un joven de facciones árabes de no más de 17 años fue el que peor la pasó. "Usted violó la ley de inmigración (.) este sello está mal", gritaba el policía mientras el menor se esforzaba para no llorar. "Su única opción es esperar cinco años después de que lo reportemos a su país para volver a pedir una visa. ¿Qué dice al respecto?". A Andrés lo dejaron ir después de insistirle en que debía partir tan pronto su permiso de trabajo de graduado terminara, y le pusieron un sello en el pasaporte con la fecha exacta. Al muchacho árabe lo terminaron deportando. Andrés contó con suerte, pues las preguntas sólo duraron 40 minutos y no tenía que hacer ningún vuelo de conexión. "De todas formas tengo miedo de estar fichado", concluyó. Como era de esperarse, el plan ha traído mucha polémica entre los defensores de derechos civiles y los ciudadanos de países que deben someterse al escrutinio. En Brasil, la policía federal empezó a tomarles fotos y huellas a los turistas estadounidenses en los aeropuertos, en respuesta al trato dado a los brasileños en suelo estadounidense. Las cancillerías mexicana y brasileña pidieron a Washington que saque a sus nacionales de la lista de nacionalidades que deben ser fichadas. En Colombia los medios criticaron la discriminación a los colombianos en los aeropuertos estadounidenses. No obstante, Danielle Sheahan, del Departamento de Seguridad Interna estadounidense, hizo notar en entrevista con SEMANA que "en los consulados estadounidenses siempre se le toman las huellas digitales y se les exige fotografía a los solicitantes, así que no es nada nuevo ni nada más humillante lo que se está haciendo en los aeropuertos". Villegas no opina lo mismo. "Es muy diferente que a uno le pidan que lleve una foto a que se la tomen ahí y después lo interroguen como si fuera un criminal", dice. Pero en todo caso, la mayoría de los norteamericanos y los inmigrantes encuestados en los primeros días del programa aseguraron que ese sacrificio de intimidad vale la pena si sirve para prevenir otro atentado terrorista. El problema es que aún no es claro que el programa sea efectivo para lograr este fin. De un lado la tecnología biométrica usada para tomar la huella de forma electrónica no es ciento por ciento confiable y en cambio es muy costosa, razón por la que aún no se ha generalizado en el mundo comercial. De otro lado está el daño que causan en la sociedad tantas medidas de seguridad. Según Jeffrey Rossen, colaborador de The New York Times Magazine, la verdadera función de programas como el US-Visit no es producir seguridad, sino la apariencia de seguridad. Para él, las autoridades prefieren exagerar los riesgos y tomar medidas draconianas para no quedar como incompetentes en caso de que ocurra un atentado. Lo grave de este enfoque es que se crea una espiral viciosa en la que unos ciudadanos cada vez más asustados por tantas requisas y alarmas empiezan a sentirse más amenazados y exigen una legislación cada vez más restrictiva. Desde el 21 de diciembre, cuando se decretó la alerta naranja, el Departamento de Seguridad Interna decidió que agentes armados viajaran dentro de los vuelos que sean considerados en peligro, varios aviones de Air France y uno de British Airways fueron cancelados y otra aeronave fue escoltada por aviones del ejército hasta que aterrizó. Las medidas responden a un informe de inteligencia que dice que la organización de Osama Bin Laden planea secuestrar un avión para atentar contra un blanco estadounidense. Tal vez el joven árabe deportado que mencionó por Villegas era parte del plan, o tal vez se trató de una injusticia, pero eso no es lo más importante. La pregunta clave es si las injusticias serán compensadas con mayor seguridad, o si, en cambio, estas medidas generarán una inseguridad permanente.