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MARCOS EN LA CUERDA FLOJA

Inmensas multitudes en Manila envían al mandatario filipino este mensaje: "No habrá reconciliación sin renuncia"

24 de octubre de 1983

Ferdinando Marcos, en televisión, no se parece a sí mismo. Incrustado en un inmenso sillón que lo hace ver más disminuido de lo que puede estar realmente, tratando de sostener una dura mirada para contrastarla con la flacidez de su cara afilada, el mandatario filipino no lograba esta vez mostrarse como el temido mandatario de otros años.
Visiblemente agotado y nervioso, Marcos no pudo ocultar ante las cámaras, el jueves pasado, que estaba encarando una crisis política profunda y total que podría acabar con su gobierno de 18 años.
Su discurso sí fue inconfundible: acusó a la oposición por las manifestaciones de la noche anterior, en las que murieron 10 personas cuando las fuerzas de seguridad atacaron una concentración en la que participaban casi medio millón de filipinos. "No me obliguen a acudir a las medidas extremas que ustedes ya conocen", advirtió. "Si es necesario, no dudaré en hacerlo".
La amenaza de reimponer la ley marcial, encarcelar a los dirigentes de la oposición y arrasar todo gesto disidente--que fue lo que hizo en 1972- resulta de la crisis que envuelve cada vez más a su gobierno, desde hace un mes, cuando el dirigente opositor Benigno Aquino fuera ametrallado a su llegada a Manila. Una ruidosa ola de oposición que pide la caída de Marcos, crece día por día e incluye ahora no solo los sectores que tradicionalmente han cuestionado ese poder, sino también empresarios conservadores y la Iglesia Católica.
"Esto no va a parar", dijo un empresario filipino en estos días a un periodista extranjero, al hablar de la semejanza entre la actual situación en ese país y el proceso en Irán. "Esto es como las últimas semanas del Sha. La cosa va a crecer y crecer". Y así es. Los mítines del miércoles pasado fueron los más fuertes de los últimos 10 años.
Al comienzo del día la capital, en los alrededores del palacio presidencial, parecía una ciudad sitiada, contrastando con las calles invadidas por manifestantes, que recordaban una ciudad en época de carnaval, ante la decisión de las gentes de salir de sus casas para engrosar las columnas de protesta.
La violencia estalló en el puente Mendio la, que conduce a la casa presidencial. Miles de estudiantes trataron de llegar hasta ese recinto, chocando con policías y comandos de la Marina, destacados allí para el caso. Varios periodistas quedaron atrapados en medio del tumulto y pudieron testimoniar luego la brutalidad con la que la policía atacó a los estudiantes. Estos respondieron con tácticas de combate: se dividieron en grupos, unos cuantos se arrastraron sigilosamente hasta quedar cerca de la línea de seguridad y desde ahí lanzaron "cocteles" molotov. Después corrieron a resguardarse tras una barricada hecha de autobuses y desde allí renovaron el ataque utilizando, esta vez, granadas.
Sin embargo, la mayoría de los 500 mil manifestantes habían acudido al acto en actitud pacífica, concentrándose en la plaza de Lawsang Bonifacio, un héroe de la guerra de 1898 contra Estados Unidos. "Esta es nuestra causa", dijo un acaudalado agente de viajes. "No está dirigida sólo para lograr la renuncia de Marcos. Ahora no habrá nada que nos detenga". Una semana antes, habría tenido lugar otra manifestación de casi 20 mil personas, quienes pararon el tráfico y marcharon exigiendo la renuncia de Marcos, en medio de nubes de confetis arrojados desde los edificios de la calle Makali, el mayor distrito comercial de Manila.
No son estas manifestaciones espontáneas. Al frente de las movilizaciones ha estado la Organización Unida Nacionalista Democrática, una coalición de 12 partidos. Salvador H. Laurel, uno de sus dirigentes, renunció hace unos días a la Asamblea Nacional, pidiendo a sus colegas hacer los mismo. "Tenemos algo planeado para cada día y no vamos a parar hasta que la verdad, la justicia, la libertad y la democracia sean logradas en nuestro país", dijo, al rechazar el discurso en TV del mandatario filipino, anunciando además que la oposición continuará la lucha contra Marcos mediante métodos de resistencia pacífica.
Tales sectores moderados, se encuentran buscando un líder de recambio, ante la desaparición de Aquino. El hermano de éste, Agapito, estaria postulándose para ello, sin éxito hasta el momento. Dichos sectores por otra parte, han anunciado su proyecto de unificar a todas las fuerzas moderadas del país en un nuevo partido político.
La otra fuerza que estaría actuando en el proceso con miras también a capitalizar la eventual caída de Marcos, es el Nuevo Ejército del Pueblo, (NEP) movimiento guerrillero de orientación comunista. Su líder, José María Sison, encarcelado en un campo militar de Manila, hablando en estos días ante periodistas norteamericanos, ha recordado que el NEP comenzó en 1972 con 250 hombres pero que ahora ellos son diez mil, "el doble de lo que eran hace cinco años".
Entre tanto, se rumora que el ejército--integrado por cerca de 60.000 hombres--se encuentra dividido en torno a qué procedimiento aplicar para controlar la creciente lucha popular. Su jefe, el general Fabian Ver, estaría en favor de una política dura, pero otros oficiales no apoyarían, en esta ocasión, una solución estrictamente militar.
Es inocultable que Marcos se encuentra entre la espada y la pared. Si no renuncia, no habrá reconcialiación, si la represión es violenta, el desenlace será violento. Aún sin violencia, la resistencia pacífica de los filipinos será un problema aún más difícil de resolver para el régimen.
Para los Estados Unidos, los riesgos también son grandes. Muerto Aquino desaparece el único sucesor de Marcos que reunía dos características claves para Washington: disponer de gran apoyo popular y ser pro-norteamericano. Sin esa figura, la movilización de masas actual podría desbordar al liderato que está en ciernes y llegar a resquebrajar en últimas la presencia norteamericana en la región. Las poderosas bases navales y aéreas en Filipinas constituyen uno de los más valiosos bastiones de Washington sobre el Pacífico.
La muerte de Aquino fue la chispa del actual incendio, pero ahora las gentes no solo pretenden que se castigue a los culpables sino que exigen un cambio de gobierno. A pesar de ello, cada noticia sobre la investigación de ese asesinato enardece más a la población.
Marcos se ha visto obligado pues a ordenar que los informes periodísticos sobre este hecho sean limitados. No obstante, se extiende el rumor de que un sector del ejército estaría ligado al asesinato de Aquino. De hecho ya ha surgido un nombre sospechoso: el del coronel Arturo Custodio, un alto oficial de la Fuerza Aérea.
Pero tal rumor--que apuntaría a descargar a Marcos de responsabilidad en la muerte de Aquino--tampoco estaría sirviéndole al mandatario, pues sólo ha dejado la impresión de que tras del trono se estarían moviendo oscuras y poderosas fuerzas lo que en otras palabras quiere decir que Marcos simplemente estaría perdiendo el control de su propia gente. -