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MAS QUE UN SIMPLE HOMBRE

Grecia bloquea a Macedonia y se crea un nuevo y peligroso foco de tensión en los Balcanes.

21 de marzo de 1994

KIRO GLIGOROV, PRESIDENte de la República de Macedonia, sostiene que su pueblo ha usado ese nombre durante siglos. Los griegos, por boca de su primer ministro Andreas Papandreu, dicen que unas cuantas centurias no son nada ante los milenios en que el nombre de Macedonia ha estado ligado con la cultura helénica. La discusión llegó al clímax la semana pasada, cuando Estados Unidos reconoció a Macedonia, Grecia resolvió bloquear su acceso por mar, que se hace por su puerto de Salónica.
El tema reventó desde que la República Yugoslava de Macedonia declaró su independencia a finales de 1992. De inmediato, los griegos bloquearon el reconocimiento internacional. Y cuando se reveló además que las pruebas para billetes de la nueva República, tenían impresa una imagen de la famosa Torre Blanca -emblema de Salónica-, la preocupación se convirtió en furor: ese podría ser, para los griegos, el primer paso para una aspiración territorial eslava sobre su propia Macedonia.
La Comunidad Europea y Estados Unidos, enredados entre la necesidad de reconocer a la República para protegerla de sus antiguos socios serbios, y la negativa griega, han propuesto llamar al nuevo ente Nueva Macedonia o Eslavo-Macedonia. Pero para Grecia no es aceptable ningún nombre con esa palabra.
La explicación está en la historia. Macedonia es una región de límites imprecisos, habitada por tribus griegas desde hace más de 3.000 años, y cuna de figuras como Alejandro el Grande. A partir del siglo VII, la parte norte fue habitada por tribus eslavas.
Al comienzo del presente siglo, los rebeldes macedonios de Grecia y Bulgaria luchaban no sólo contra los turcos del moribundo Imperio Otomano (que dominó la región durante 500 años) sino entre sí. Dos guerras balcánicas tuvieron lugar hasta que en 1913 se repartió el ponqué. Bulgaria recibió el 10 por ciento, Serbia (Yugoslavia) el 38 por ciento y el 50 por ciento correspondió a Grecia.
Pero los rebeldes de la parte búlgara, que querían la unión con sus compatriotas de Serbia y Grecia, formaron un movimiento guerrillero que aterrorizó la región entre las dos guerras mundiales. Más tarde Bulgaria, que era pronazi, invadió a la Macedonia griega, pero fue forzada a retirarse.
En la guerra civil de 1946 a 1949, los comunistas griegos tenían sus bases en Macedonia y allí recibían suministros de Yugoslavia, a cambio de la promesa de entregar la región al comunismo. En lo peor del conflicto, tanto el líder yugoslavo, el mariscal Tito, como el soviético, Josef Stalin, tenían la mira en Salónica. Hoy los griegos acusan a los comunistas yugoslavos de querer falsear la historia al crear artificialmente una identidad eslava en la región que les tocó en 1913.
Esos antecedentes explican la paranoia de los griegos. Pero para nadie es un secreto que en los Balcanes los temperamentos son volátiles y la violencia fácil. Nada peor que un nuevo foco de tensión en semejante polvorín.