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MASACRE REAL

Por primera vez se conocen en la URSS los detalles de la muerte del Zar y su familia.

22 de mayo de 1989

La capacidad de asombro de los soviéticos parece interminable. Luego de la rehabilitación de Bujarin, el reexamen de Trotsky y el dedo acusador hacia Stalin, entre otros muchos ejemplos, los ciudadanos de la URSS han podido conocer algunas partes de su historia, ocultas tras el cortinaje de la verdad oficial.
Pero el plato de la semana pasada sobrepasó las expectativas. La revista Novedades de Moscú, con revelar tan solo algunos detalles de los descubrimientos sobre el asesinato del Zar Nicolás II y de su familia, logró agotar su edición. El tema de las horas finales del último Romanov no era, en absoluto, un caso cerrado.
El fin de la familia real rusa es uno de los episodios más misteriosos del siglo XX. Lo que los occidentales han sabido durante décadas es que, en julio de 1918, soldados bolcheviques de la infantería de marina asesinaron en un sótano de Ekaterinburgo, hoy Sverdlosk, a 14 personas entre las que se encontraban Nicolás II,la zarina Alejandra,el Zarevich Alejandro y sus hijas Olga, Natalia y Anastasia. La versión de los soviéticos atribuye la muerte de la familia imperial a grupos extremistas, ajenos a los bolcheviques, que obraban fuera del control de las autoridades centrales. En la Enciclopedia soviética, sin dar mayores detalles, el episodio se describe simplemente como un "fusilamiento ordenado por un comité soviético local de los Urales".
Ahora, la historia descrita por un ex policía convertido en guionista, Geli Ryabov, resulta reveladora hasta para los historiadores occidentales. En el reportaje con Novedades, Ryabov cuenta cómo desde 1976 se dedicó a rastrear la historia, con ayuda de su experiencia policiaca. Tras afirmar que se aclaró que el asesinato efectivamente fue efectuado por los bolcheviques, y que se cometió en la forma más cruel, asegura que se les disparó varias veces y que luego se roció ácido sobre sus cuerpos. Ryabov cuenta la forma como descubrió los cuerpos de las víctimas, sepultados sin ninguna consideración en la cuneta de una carretera provincial, presumiblemente para aligerar al camión que los transportaba, que se había atascado en el barro.
Las revelaciones, que incluyen una fotografía del cráneo del Zar con tres impactos, echan por tierra la leyenda de que Anastasia habría sido salvada por un gitano, como lo afirmo durante tanto tiempo una mujer europea. Y ponen a prueba las cálidas relaciones iniciadas con la reina Isabel de Inglaterra, sobrina nieta del Zar. A los historiadores no parece preocuparles este detalle, pues según cuentan, el entonces rey de Inglaterra, Jorge V, era primo hermano del asesinado, y no manifestó en 1918 haber sufrido demasiado con su pérdida. En cualquier caso, las revelaciones sobre el asesinato de la familia Romanov marcan un nuevo hito en la apertura informativa preconizada por Gorbachov. Si bien se habían revelado muchos crímenes perpetrados durante los años del ahora odiado Stalin, esta es la primera vez en que se habla en público -y con la anuencia oficial- de un crimen cometido cuando ya el prócer máximo de la revolución, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, estaba al mando. Sigue vigente, sin embargo, la idea generalizada de que la familia real fue sacada secretamente de Petrogrado, sin el consentimiento del líder, y que Lenin condenó el terrible asesinato.