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En 1964, un ataque a botes estadounidenses en el golfo de Tonkin, que resultó falso, fue la excusa para la intervención militar en Vietnam

ESTADOS UNIDOS

Mentiras y sangre

Un nuevo documental deja en evidencia que lanzar guerras bajo pretextos falsos es una vieja costumbre de los presidentes norteamericanos.

23 de junio de 2007

Los vientos de guerra no dejan de soplar en Oriente Medio. A las tropas estadounidenses empantanadas en Irak se suma el despliegue militar norteamericano en el Golfo Pérsico -en sus mayores niveles desde la invasión de 2003-, que alimenta los rumores sobre otra intervención para detener el programa nuclear iraní. Muchos piensan que la agresividad de George W. Bush no tiene límites. Pero los estadounidenses que se oponen al militarismo de su gobierno tampoco se detienen.

El jueves, en Washington, fue la 'premiere' de War made easy (La guerra hecha fácil), un documental narrado por el actor Sean Penn. Con escenas de un presidente norteamericano tras otro repitiendo las mismas frases para justificar acciones militares, desde Lyndon Johnson en 1964 hasta George W. Bush en la actualidad, la película está basada en el libro homónimo de Norman Solomon, del Institute for Public Accuracy (Instituto para la transparencia Pública), un consorcio de investigadores y analistas. La investigación de Solomon refuta, entre otras cosas, la verdad convencional según la cual Washington siempre ha buscado una salida pacífica antes de ir a la guerra y que esa tradición se rompió con la obstinación de los halcones por invadir Irak.

La promesa de una paz duradera después del esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial no duró mucho. En 1964, un ataque a botes estadounidenses por fuerzas norvietnamitas en el golfo de Tonkin, que resultó falso, fue el argumento del presidente Johnson para ir a la guerra. Los paralelos entre lo ocurrido en Vietnam y las "sólidas pruebas" de la existencia de armas de destrucción masiva para invadir a Irak son sorprendentes. Al punto que el documental muestra imágenes de Johnson y Bush repitiendo no sólo los argumentos sino las mismas palabras, cuando se niegan a "cut and run" (salir corriendo).
También resultan perturbadoras en la película las cintas de audio en las que el presidente Richard Nixon le dice a Henry Kissinger que quisiera usar la bomba atómica en Vietnam. Ante las reticencias de su secretario de Estado, le increpa, "por Dios, Henry, sólo quiero que pienses en grande".

La película demuestra que, desde Vietnam, se ha repetido el mismo 'guión' en distintos momentos. "En 1965 Johnson dijo que los ciudadanos norteamericanos estaban en peligro en República Dominicana y proclamó que comunistas proCastro habían infiltrado las fuerzas de Juan Bosch, algo totalmente inventado. Los estadounidenses no estaban en peligro y habían sido evacuados cuando llegaron los 'marines'", dijo Solomon en una larga entrevista a SEMANA. "Un pretexto similar se usó en Grenada en 1983, donde los estudiantes en la isla no querían ser rescatados y sólo estuvieron en peligro cuando Ronald Reagan envió la fuerza invasora". Muchos observadores consideran que esa acción fue una estrategia para recuperar el prestigio perdido por el ataque terrorista en Beirut que mató a cientos de marinos y llevó a retirar a los militares norteamericanos de Líbano.

En Panamá, en 1989, también se aseguró que los ciudadanos estadounidenses, y el funcionamiento del canal, estaban en peligro. Pero fue la invasión para sacar del poder a Manuel Noriega la que detuvo por un tiempo el paso interoceánico. "Todos, en algún grado, fueron engaños y son algunos ejemplos de por qué el libro y la película afirman que la ocupación de Irak no es sólo un extraño suceso que se explica porque Bush esté especialmente loco, sino que hace parte de un patrón de distorsión y exageración", asegura Solomon.

Los medios masivos harían parte de esa dinámica, pues se inclinan a aceptar las afirmaciones de los funcionarios estadounidenses sin cuestionarlas. Según Solomon, "hoy no sólo tenemos lo que Dwight Eisenhower llamaba el complejo industrial-militar cuando dejó la presidencia, sino un complejo industrial-militar-mediático".

La tabla de contenidos de War made easy es un sumario de las 'mentiras' que los mandatarios norteamericanos le han vendido a la opinión pública: "Nuestros líderes harán todo lo posible para evitar la guerra", "esto se trata de derechos humanos", "esto no tiene nada que ver con petróleo o ganancias corporativas", "los agresores son ellos y no nosotros" o "este es el Hitler de los tiempos modernos", entre otras.

Las raíces de esta tendencia al militarismo son complejas, pero muchos sostienen que, en gran medida, está inspirada en la vieja doctrina del Destino Manifiesto, según la cual Estados Unidos es el pueblo escogido por Dios para prevalecer sobre sus adversarios e imponer su forma de gobierno. "En el actual contexto político conviven fuerzas que no tienen ningún interés en la religión, financieros y conglomerados petroleros por un lado, y por el otro fundamentalistas religiosos, básicamente protestantes y evangélicos, que tienen una mirada simplista del bien y el mal", explica Solomon. "Parte de la genialidad de Karl Rove (el asesor presidencial y estratega republicano) radica en que entendió que la agenda económica imperial requería una coalición con los fanáticos religiosos". De ahí las constantes referencias del presidente Bush a la guerra contra el terrorismo como una batalla entre el bien y el mal en la que el bien prevalecerá.

"Hay una teología política dominante, muy fuerte entre las elites, que predica una profunda creencia en la violencia. Esto se remonta hasta 1780, cuando, como gobierno, Estados Unidos estuvo envuelto en los ataques contra los indígenas. Creo que hay una verdadera fe en la eficiencia, el valor y la utilidad de la violencia masiva, sumado a una reverencia por las armas", señala Solomon.

Para el autor, en el debate político interno los objetivos no son cuestionados. "No se discute si Estados Unidos tiene el derecho a intervenir militarmente, solo si es una buena táctica, si va a funcionar o si ayuda a avanzar los 'intereses norteamericanos'. Y esa expresión, 'intereses norteamericanos,' generalmente equivale a los intereses corporativos", asegura.

Proponer la retirada es el gran tabú de la política norteamericana. Una popular frase sobre la bandera de las barras y las estrellas asegura "these colors don't run" (estos colores no corren), en un juego de palabras con dos significados de "run": huir y desteñirse. Y los estadounidenses adoran esa frase. "El sistema sociológico, mediático y político norteamericano hace que no sea muy difícil comenzar una guerra, pero hace muy difícil terminarla. Una vez que el dinero fluye es como detener un tren y es exactamente donde estamos ahora", asegura Salomón.

Los productores de War made easy esperan que se convierta en una herramienta para cuestionar la ocupación de Irak y un eventual ataque a Irán. Como recuerda Solomon, según las encuestas, la mayoría de la opinión pública estadounidense está en contra de la guerra. Y aunque el trabajo de los activistas es una labor de hormigas, cree que los primeros síntomas de un cambio en la sociedad se pueden detectar en la derrota republicana en las legislativas de noviembre. Cuando se le pregunta si realmente cree que estos esfuerzos pueden contrarrestar la maquinaria propagandística que ellos mismos denuncian, Solomon recuerda una frase que le escuchó al escritor uruguayo Eduardo Galeano: "Ahorremos el pesimismo para mejores tiempos".