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| Foto: A.F.P.

BRASIL

Los escándalos de Temer en Brasil

El presidente está pasando días difíciles desde que asumió el cargo. Protestas en su contra ponen en tela de juicio el futuro de su mandato.

3 de diciembre de 2016

El grito de “¡Fora Temer!” (¡Fuera Temer!) ha sonado en Brasil por todas partes, en los Olímpicos y en las redes sociales, en los programas de televisión y en las canciones populares. Y, con un rechazo del 70 por ciento contra el presidente Michel Temer, se ha convertido casi en un clamor general. Esta semana la situación pasó de castaño oscuro. La aprobación de una ley de ajuste fiscal que despertó muchas ampollas se unió a un escándalo de corrupción en el gabinete presidencial, para impulsar a miles de brasileños a salir a las calles a protestar contra el mandatario. Como dijo Fernando Brito, editor del medio Tijolaço: “Temer está muy cerca de lograr lo que prometió: ser el hombre capaz de unir a Brasil… en contra suya”.

Curiosamente, la mecha que encendió el polvorín vino de su propio gobierno. El ministro de Cultura, Marcelo Calero, renunció aduciendo que el presidente lo había presionado, según dijo, para interceder en una decisión del Instituto de Patrimonio Histórico. Este bloqueaba la construcción de un edificio en Salvador en donde tenía intereses comerciales el secretario de Gobierno y mano derecha de Temer, Geddel Vieira Lima. Según el presidente, solo abordó a Calero para tratar de mediar en la disputa entre ambos ministros, pero unas grabaciones telefónicas hechas por Calero y conseguidas por O Globo indican que al menos dos asesores cercanos a Temer intentaron presionar al exministro.

Como sea, el caso trascendió en la opinión pública. Vieira se vio forzado a renunciar también y Temer no encontró mejor defensa que decir que consideraba “gravísimo” e “indigno” que un ministro grabara al presidente de la república. Y para alborotar más el avispero, la denuncia de Calero se juntó con la aprobación en el Senado de la ley estrella del gobierno de Temer, que le pone techo al gasto público por los próximos 20 años y que despertó muchas ampollas en los sectores sociales, acostumbrados a la alta inversión de los gobiernos de Dilma Rousseff y Lula da Silva. Para Paulo Sotero, director del Instituto de Brasil en el Wilson Center, las medidas de Temer “son tan necesarias como impopulares pues con Dilma, gracias a la combinación de malas políticas y un panorama económico adverso, el déficit explotó y está ahora cerca del 10 por ciento”, explicó a SEMANA.

Cierto o no, ahora miles de brasileños piden por todas esas razones que Temer sufra la misma suerte de su predecesora. De hecho, el martes la bancada del Partido Socialismo y Libertad presentó una propuesta de impeachment contra el presidente por su participación en el caso Geddel. Pero este mecanismo tiene muy poco chance de prosperar. El actual mandatario, a diferencia de Dilma, tiene buenos vínculos en el Congreso. Además, “los congresistas entienden que si apoyan el ‘impeachment’, bloquearían la agenda de reformas del gobierno y no quieren ser los culpables de parar la discusión que necesita el país por el terrible estado de su economía”, dijo a SEMANA Riodant Roett, director del programa de estudios occidentales de la Universidad Johns Hopkins.

Por eso, lo más probable es que Temer se mantenga hasta el fin de su mandato en 2018. Lo sostienen su apoyo político y la presunción de que, como dice Sotero, “los congresistas ven ahora un gobierno débil de Temer como una alternativa menos costosa a una nueva elección”. Pero aun así, el mandatario tiene un panorama negro: el Congreso que lo sostiene está asediado por los casos de corrupción, las grabaciones de Calero ya están en manos del Tribunal Federal Supremo, quien analizará si hubo una falta penal del presidente, y el 4 de diciembre habrá una gran protesta nacional en su contra. Quizás el clamor popular del “Fora Temer” no prospere nunca, pero está claro que el fin de año del presidente no será de fiesta.