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Ann Romney y Michelle Obama. ¿Quién de ellas será la novia de 'America'? | Foto: AP

PRIMERA DAMA

Michelle Obama y Ann Romney ¿quién será la novia de América?

Aunque en lo político son dos polos opuestos, Michelle Obama y Ann Romney tienen algo en común. Durante la campaña se esmeraron por conquistar el corazón de los votantes y de esa labor dependerá en gran parte quien sea el próximo presidente.

6 de noviembre de 2012

En la carrera por ocupar el sillón de la Casa Blanca durante los próximos cuatro años, Barack Obama y Mitt Romney se enfrentaron codo a codo en los debates y las encuestas. Cada voto puede inclinar la balanza hacia los republicanos o los demócratas y por eso no se admiten errores ni titubeos. Una pelea de 'machos', dirían algunos.
 
Sin embargo, los dos candidatos no están solos en esta contienda electoral y por fuera de las tarimas se libra otra batalla, con guantes blancos, entre Michelle, la actual primera dama, y Ann, quien pretende destronarla como ‘la novia de América’.

La abogada afrodescendiente, progresista y de origen humilde, por los demócratas, y la ama de casa rubia, multimillonaria y ultra conservadora, por los republicanos, no podrían ser más distintas en el terreno político pero comparten una labor. Son las encargadas de humanizar a sus esposos, conectarlos emocionalmente con los electores y, tal vez lo más importante, arrastrar los votos de sus congéneres.

Y es que aunque tradicionalmente la primera dama en Estados Unidos ha sido una 'mujer florero', su papel cada vez cobra mayor  importancia. "Estas mujeres ya no son la cereza que adorna el pastel, si no, quizás, uno de los ingredientes más importantes en la carrera electoral", le explicó a Semana.com la analista política de la Universidad de California, Catherine Watson.

Y es que la capacidad de estas dos mujeres para conquistar el corazón de los votantes depende en gran parte el triunfo de sus maridos en las urnas, "Los estadounidenses confían en ellas para conocer al ser humano detrás de cada candidato y solo ellas pueden abrirle un espacio en su intimidad para que los ciudadanos de a pie espíen en los recuerdos y la vida personal del próximo presidente", agrega Watson.

Ambas juegan un papel vital en estas elecciones, especialmente al momento de atraer el voto femenino. Y no es para menos pues en las elecciones pasadas el nivel de participación de las mujeres fue de un 66 por ciento contra el 64 por ciento de los hombres.

En el 2008, Obama contó con el 56 por ciento de los votos femeninos pero esta vez las mujeres están indecisas. Por eso este grupo demográfico será determinante para asegurar la reelección de Obama o, por el contrario, permitirá que Mitt Romney se convierta en el primer presidente de confesión mormona en la historia de Estados Unidos.

¿Quién es la más popular?

Michelle y Ann no podrían ser más distintas puesto que cada una representa concepciones totalmente opuestas de 'América'. Según las encuestas la favorabilidad de Michelle es del 69 por ciento y la de Ann, del 52 por ciento. Las dos son más populares que sus esposos.

Ellas dejaron de ser parte de la 'utilería' de la campaña para asumir un papel protagónico que podría determinar quien será el hombre más poderoso del planeta. Este es el camino que cada una recorrió para llegar a estas elecciones y el perfil de las dos mujeres que aspiran ser la primera dama en los siguientes cuatro años.

La Jackie negra

La revista Forbes, al elegirla como la mujer más poderosa del mundo en 2010, describió a Michelle Obama como "una Jackie Kennedy con un diploma de Harvard y el sentido callejero de Chicago". Hija de Fraser y Marian Robinson, un empleado de los servicios hidráulicos y una secretaria, tiene entre sus ancestros a esclavos provenientes de Carolina del Sur.

Michelle se crió en un barrio pobre, pero eso no la detuvo para graduarse con honores de las prestigiosas universidades de Princeton y Harvard. A finales de los ochenta ingresó a trabajar en la firma de abogados Sidley & Austin donde conoció a Barack Obama, un estudiante de su misma universidad que trabajó como asociado de la compañía durante el verano.

Tan pronto la vio, Barack quedó prendado de ella y no descansó hasta que Michelle aceptó acompañarlo a ver la película 'Do the Right Thing', del director afroamericano Spike Lee. El primer beso vendría tiempo después en una heladería.

Según cuenta Michelle, aquel hombre que fue elegido el primer presidente negro de Estados Unidos "sigue siendo la misma persona que era entonces, por eso lo amo".

Michelle, madre de dos adolescentes, Sasha y Malia, siempre ha sido una gran admiradora de Barck Obama como padre y como político. De hecho, ha tomado sus banderas como propias, tanto que la periodista de The New York Times, Jody Cantor, aseguró en su libro 'los Obama'’ que Michelle interviene de más en los asuntos de la Casa Blanca.

Sin embargo, esa no sería la única vez que ella recibía críticas de los medios y de sus opositores, en 2008 fue tildada de antipatriota por un discurso de campaña en el que dijo que por primera vez se sentía "orgullosa" de su país, al ver que su marido había llegado a la presidencia.

Aparte de esos episodios aislados, Michelle ha dictado un manual de como ser la primera dama ideal manteniéndose alejada de las decisiones políticas polémicas y centrándose en su lucha contra la obesidad infantil.

Tanto sus seguidores como sus detractores admiten que ella es vital en la popularidad de Barack Obama y el bastón que lo sostiene y le ayuda a llevar sobre sus hombros la presión de semejante cargo.
 
Una de las anécdotas de la pareja cuenta que Michelle y Barack estaban cenando, cuando la primera dama descubrió que el dueño del restaurante era su ex novio. Inmediatamente el actual presidente bromeó con que de haber continuado con ese hombre hoy ella sería la dueña del lugar. A lo que Michelle le respondió: “si no hubiera terminado con él, ese hombre sería el presidente de Estados Unidos y no tú”.

El soporte de Romney

Sobreviviente de un cáncer de seno y aquejada por un problema de esclerosis múltiple, Ann Romney, de 63 años, es una de las figuras clave en la carrera de su esposo hacia la presidencia, como la describió el influyente diario The Washington Post.

Esta ama de casa, madre de cinco varones y abuela de 18 nietos, transmite una imagen de calidez y cercanía mucho mayor a la que emite su esposo, al que muchos ridiculizan como un robot. Ella conecta con la sociedad más tradicional y conservadora de Estados Unidos, especialmente en su defensa de los valores familiares y en el papel principal que la fe juega en su vida.

Sin embargo, esa imagen de madre y esposa abnegada, que tiene una familia perfecta, vive en una casa inmensa y reluciente y recibe a sus vecinos con una torta de manzana, al mismo tiempo es su talón de Aquiles. Y es que con un patrimonio de 250 millones de dólares, que incluye cuentas en paraísos fiscales como Bermudas, Islas Caimán y Suiza, es difícil que un ciudadano promedio se identifique con ella.

De hecho, en los pasados Juegos Olímpicos de Londres fue criticada por gastar 77.000 dólares para el cuidado y la alimentación de un caballo de competencia. Y es que Ann nació en una cuna de oro y creció en una 'América' blanca y próspera, desconectada de las minorías y de los necesitados.

Su padre fue un empresario exitoso, autodidacta y alcalde a tiempo parcial de la ciudad. Ann fue la típica rubia popular de secundaria que con solo 16 años le dijo "sí" al hijo del gobernador de Míchigan. Estudió en la universidad mormona Brigham Young (BYU por sus siglas en ingles) , en Utah, cursó un semestre en la de Grenoble (Francia) y es diplomada en francés. No obstante, la verdadera carrera que eligió Ann, orgullosa, es la de administradora de su hogar.

Muchos ven a esta mujer como la materialización de una ‘WASP’ (White Anglo-Saxon Protestant) y un retorno a las viejas políticas de desigualdad e iniquidad de género. Sin embargo, con su discurso sencillo y emocional la republicana busca convencer a las madres solteras y a los latinos desempleados que, cansados de los supuestos idealismos de Barack y Michelle, buscan alguien práctico que les ofrezca un empleo.

Ann Romney está convencida de que así como su marido le ayudó a construir la vida que siempre soñó, él es el único que puede cambiar el rumbo del país. Según cuenta, cuando Mitt Romney le contó sus aspiraciones presidenciales ella le preguntó si no era "demasiado tarde" para salvar a América. Mitt le respondió: "Se está haciendo muy tarde. Pero no es demasiado tarde aún". Entonces ella dejó de cuestionarlo y se puso a trabajar por la campaña, como lo ha hecho en los últimos 43 años de matrimonio, siempre a su lado.