Home

Mundo

Artículo

Mohamed Morsi, de 61 años, nació en una familia humilde en un pueblo cerca de El Cairo. Logró ser ingeniero e hizo su doctorado en la Universidad de California. Dos de sus hijos tienen la nacionalidad estadounidense. Aunque no tiene mucho carisma, con la crisis en Gaza es ahora uno de los políticos más influyentes de la región. | Foto: AP

ORIENTE MEDIO

Mohamed Morsi, el gran Hermano

Mohamed Morsi, el presidente islamista de Egipto, sorprendió a todos. Impulsó el cese al fuego entre Hamás e Israel y se perfila como el nuevo peso pesado de la política internacional en la región.

24 de noviembre de 2012

"La oscuridad llegó a Egipto". Con ese titular Yediot Aharonot, el periódico más leído de Israel, recibió la elección de Mohamed Morsi a la presidencia de Egipto en junio pasado. El miedo no era para menos. Morsi, el líder del poderoso movimiento islamista de los Hermanos Musulmanes, nunca ha pronunciado en público la palabra Israel, aseguró en la asamblea general de la ONU que "hay que acabar con la colonización, la ocupación y  la alteración de la identidad de Jerusalén" y en su campaña dijo que "'El Corán' es nuestra Constitución, el Profeta nuestro líder y la Guerra Santa nuestro camino".

Pero ahora, ese mismo Morsi que satanizaron, tildaron de antisemita y describieron como un peligroso islamista fue el personaje clave para que se firmara una tregua entre Hamás e Israel. Desactivó una crisis que se llevó la vida de cinco israelíes y 158 palestinos y puso fin a un engranaje que amenazaba todo el Medio Oriente. Morsi se consagró Egipto como la nueva gran potencia diplomática del mundo post Primavera Árabe.

El miércoles pasado en la Franja de Gaza, apenas se conoció el acuerdo, cientos de personas salieron a las calles, haciendo sonar las bocinas de los carros y enarbolando las banderas de Hamás y de Palestina. Aunque parecían celebrar, en realidad era una explosión de alivio. Desde el pasado 14 de noviembre, cuando Israel mató a Ahmed Yabari, el jefe militar de Hamás, nada parecía poder evitar una nueva guerra. Más de 1.450 misiles aplastaron a Gaza, mientras que Hamás disparó 1.456 cohetes sobre Israel. Y cuando se rumoraba que se estaba negociando una tregua, un autobús explotó en Tel Aviv, dejando 28 heridos.

Pero se evitó lo peor. Israel se comprometió a finalizar la ofensiva, mientras Hamás prometió dejar de disparar cohetes. Con el cese al fuego también se iniciaron negociaciones entre los dos enemigos para aflojar el bloqueo israelí que asfixia a Gaza desde 2008. El acuerdo además resaltó que Egipto fue el padrino del pacto y que será su garante.

Morsi no la tenía nada fácil. Por un lado la calle egipcia le exigía apoyar la causa palestina. Hamás esperaba que sus lazos históricos con los Hermanos Musulmanes sirvieran de algo. Pero no se podía arriesgar demasiado. Una intervención terrestre de Israel en Gaza hubiera desestabilizado su país. Lo habrían presionado para abrir sus fronteras, ayudar a Palestina y eventualmente mover tropas. Además Morsi tenía que meterse al bolsillo a Estados Unidos, que ayuda a Egipto con 1.300 millones de dólares anuales.

Pero Morsi logró quedar bien con todos. Se ganó el apoyo de sus ciudadanos al llamar a su embajador en Israel, calificar el ataque de "agresión criminal" y mandar a su primer ministro Hisham Kandil a la Franja de Gaza en medio del bombardeo. Así también rompió el aislamiento diplomático que sometía a Gaza desde que Hamás llegó al poder en 2007. Por otro lado habló seis veces por teléfono con Barack Obama. Algo excepcional.

Logró ganarse al presidente de Estados Unidos, que envió a su secretaria de Estado Hillary Clinton para que convenciera al primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu. En el intenso ballet diplomático en El Cairo, todos entendieron que Morsi era la ficha clave, inevitable para hablar con Hamás, esencial para apaciguar el Mundo Árabe y confiable. Según el periódico Washington Post, Obama quedó sorprendido con el pragmatismo de Morsi.

Y es que en Washington y Jerusalén, se esperaba lo peor de Morsi. Llegó al poder representando a la Hermandad Musulmana, movimiento islamista que en teoría apoya el uso de la fuerza contra Israel para liberar a Palestina y se opone al tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel. Obama estaba además molesto con Morsi después de que una turba se tomó la embajada en El Cairo en septiembre.

Israel y Washington estaban acostumbrados a la complicidad del dictador Hosni Mubarak, quien dominó Egipto tres décadas hasta que la revolución barriera con él en enero de 2011. Cuando Israel invadió a Gaza en 2008, Mubarak cerró sus fronteras y esperó que aplastaran a Hamás. Aunque condenó el ataque, dijo que le habían dado su merecido a Hamás por provocar a Israel.

¿Qué queda de esta crisis? Fue sin duda una batalla más de una guerra vieja, con los enemigos y las excusas de siempre. Pero quedó claro que después de la Primavera Árabe, ya nadie será igual. Israel golpeó el potencial militar de Hamás, mostró la efectividad de su programa de intercepción antimisles y contó con el apoyo decidido deWashington. Por su parte Hamás emergió como la principal voz palestina, opacando al moderado Mahmud Abbas del Fatah que domina Cisjordania. Y Egipto se aseguró un rol central de mediador y estabilizador de la región.

Sin embargo, es una utopía pensar que la nueva situación pueda fomentar la estabilidad y los diálogos. El acuerdo es muy similar al que se concluyó hace cuatro años para dar por terminada la guerra de Gaza. En ese entonces el primer ministro israelí Ehud Olmert dijo que "si Hamás deja de disparar misiles, nos retiramos de Gaza". Pero a la larga, y la mejor prueba es esta crisis, ninguna de las dos partes respetó sus compromisos. Por eso el Medio Oriente parece condenado, por ahora, a la famosa frase de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: "Todo cambia para que nada cambie".
 
El conflicto en 140 caracteres
 
El enfrentamiento en el Medio Oriente saltó a las redes sociales. Esta crisis fue para muchos la primera guerra que también se peleó en internet.

 
Miles de cohetes fueron y vinieron entre Israel y Gaza. Pero los enemigos también se atacaron en un frente menos sangriento, aunque de consecuencias posiblemente más duraderas: Twitter. La ofensiva por imponer su verdad en las redes sociales fue poderosa pues ni Israel ni Hamás pueden darse el lujo de perder la guerra de la opinión pública.

Las Fuerzas de Defensa de Israel relataron el conflicto a través de su cuenta de Twitter
 
@IDFSpokesperson, seguida por 204.320 personas. Publicaron un video del bombardeo que acabó con la vida de Ahmed Yabari y unos minutos después su foto teñida de rojo, sobre la que escribieron “Eliminado”. Mientras tanto, @AlqassamBrigade, la cuenta oficial del brazo armado de Hamás, mostraba fotos de niños palestinos heridos por los ataques.

El gobierno israelí comprendió que su ejército solo le servía en uno de los campos de batalla, el físico. Entendieron que aunque la lucha en internet es menos tangible, a través de ella pueden imponer su mensaje. Así, crearon el hashtag #IsraelUnderFire para resaltar que en realidad estaban defendiendo a su población y que los miembros de Hamás son criminales de guerra al atacar civiles y usar inocentes en Gaza como “escudos humanos”.

Al mismo ritmo, @AlqassamBrigade bombardeó a sus 41.039 seguidores con imágenes de destrucción y muerte en Gaza. En este caso, el recuento del éxito de sus ataques sobre Israel ayudó a Hamás a crear la idea de un ejército más poderoso de lo que es. Por eso, también plagaron Twitter con cuentos de victoria.

Twitter ha cumplido su función perfectamente: los mensajes de ambos lados han sido difundidos ampliamente y alrededor del mundo la gente tomó partido. Aunque se pactó un cese al fuego, el odio se seguirá cultivando en internet y, eventualmente, podría volver a convertirse en misiles y cohetes que sigan cobrando vidas.