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MUCHO MAS QUE UNA ESCARAMUZA

LA NUEVA AGRESIVIDAD EN EL TEMA DE TAIWAN ES SOLO UNO DE LOS ASPECTOS CRUCIALES DE LA NUEVA POLITICA EXTERIOR CHINA

15 de abril de 1996

Desde hace dos semanas China, el gigante dormido, comienza a despertar. Esa es la percepción que se generaliza en Occidente luego de las maniobras militares de Beijing frente a las costas de Taiwan, destinadas a dejar en claro que la isla es parte indivisible de China y que ésta considera que cualquier intento de independencia será respondido con la guerra, sin importar cuáles sean los resultados de las elecciones taiwanesas del domingo 24 de marzo. El episodio resultó espectacular porque desde la guerra de Corea no se habían visto en acción las armas chinas en forma tan abiertamente agresiva. El ministro de Relaciones Exteriores de Beijing, Qian Qichen, declaró que los ejercicios militares eran un asunto interno de China y, ante el envío de una flota norteamericana a la región, dijo que"resulta absurdo que haya quien en Estados Unidos clame por la intervención norteamericana en el tema de Taiwan. Ellos no deben olvidar que esa isla es parte del territorio de China y de ninguna manera un protectorado norteamericano".Pero aunque al final de la semana el mismo funcionario aseguraba que la intención de su gobierno no era invadir Taiwan, a la que considera un "territorio renegado" (ver recuadro), ni desencadenar con ello un conflicto con Estados Unidos, lo cierto es que el mundo había recibido una notificación muy clara: China, el país más populoso del mundo, es la potencia antagónica tener en cuenta ahora que el planeta se mueve, al menos en apariencia, al ritmo de Estados Unidos. Para ese nuevo desarrollo pesa, sin duda, el reacomodamiento de la política interna china ahora que el país está a la expectativa de la muerte de su líder máximo, Deng Xiao Ping. Nuevos factoresEn los últimos tiempos han entrado en acción nuevos factores que, combinados, explican la nueva actitud de China en el concierto mundial. El primero nació en la masacre de estudiantes en la plaza de Tiananmen, en 1989, cuando quedó en el poder la facción de línea dura dirigida por el presidente Jiang Zemin. A pesar de esa tragedia y de las continuadas violaciones de derechos humanos por parte de Beijing, Occidente siguió considerando a China como un mercado potencial demasiado jugoso como para ponerlo en cintura. Esa actitud, sumada luego a la desaparición de la Unión Soviética, convenció a los chinos de que el peso específico de su población de 1.200 millones de personas, y su creciente importancia económica les daban suficiente autoridad para entrar de lleno en el juego geopolítico mundial.El segundo factor es el acercamiento chino hacia la mayor parte de sus vecinos asiáticos, que hace que en un eventual enfrentamiento Occidente quedaría solo. Beijing ha hecho las mejores migas con Corea del Sur, sigue cultivando sus tradicionales lazos con Tailandia y es uno de los aliados más cercanos de Myanmar, la antigua Birmania. Vietnam ha sido enemigo tradicional de los chinos, pero es difícil pensar en que se aliara con Occidente, y hasta Singapur ha dejado sentir sus críticas hacia los valores occidentales, a tiempo que se acerca cada vez más a China. Rusia, principal heredero de la Unión Soviética, tiene hoy con ella lazos de unión muy cercanos. Y en Japón la política hacia China depende de la protección de Estados Unidos, pero eso no excluye que, a la hora de la verdad, decida acomodarse con su difícil vecino antes que depender de un aliado lejano y poco confiable.El tercer factor, curiosamente, está en Washington. Allí, el Congreso republicano ha hecho todo lo posible para poner contra la pared al gobierno de Beijing y, de paso, al del presidente norteamericano Bill Clinton. El Congreso norteamericano actual es un firme promotor no sólo de la independencia de Taiwan y del Tíbet, sino de sanciones contra China en el tema de la proliferación de armas nucleares y en el de las violaciones de los derechos de propiedad intelectual (sobre todo en discos compactos, videos y multimedia).En ese contexto, el Congreso ha afectado gravemente la actitud norteamericana hacia China, que hasta ahora se ha regido por dos instrumentos: uno, el Comunicado de Shanghai, producido tras la histórica visita de Richard Nixon a Beijing en 1972, por cuyo texto Estados Unidos reconocía que Taiwan es parte de China a cambio de la promesa de que la reunificación se produciría pacíficamente en un incierto futuro y, dos, por la Ley de relaciones con Taiwan, que puso a la isla en la esfera de intereses norteamericanos, lo que quiere decir que Estados Unidos está dispuesto a defender a Taiwan de cualquier amenaza. Ambos instrumentos conforman la actual política de Estados Unidos hacia China, que si bien es ambigua, permitió durante años que las relaciones entre Beijing y Taipei florecieran en paz, con el tema de la reunificación convenientemente archivado, con el efecto adicional de proveer un ambiente propicio para el extraordinario desarrollo económico de casi todo el sureste asiático. Pero la presión del Congreso hizo que el presidente Bill Clinton autorizara el año pasado la visita a Estados Unidos del presidente de Taiwan, Lee Teng-Hui, lo cual produjo una fuerte reacción en China y dejó en entredicho ese statu quo.El cuarto factor es precisamente Lee Teng-Hui, quien envalentonado por el apoyo del Congreso norteamericano, se ha dedicado a cortejar al tercio de los taiwaneses que hoy por hoy favorecen la independencia, mientras al mismo tiempo proclama su adhesión a la unidad con China. Con esa difícil maniobra, Lee incrementa su popularidad cada vez que da un golpe de opinión a favor de la imagen internacional de Taiwan, como su 'inocente' viaje a Estados Unidos, o sus esfuerzos por que Taiwan recupere su curul en la ONU, la misma que perdió en 1971, cuando esa organización reversó su posición inicial y reconoció a Beijing como único representante de China. Pero con su actitud esquizofrénica, Lee ha convencido a los chinos continentales de que su fin último es la independencia, algo que es más de lo que están dispuestos a tolerar.Actitud desafianteLa compleja combinación de todos esos factores explica la nueva actitud de China. Una actitud que se cifra, por ejemplo, en la amenaza de veto emitida en el Consejo de Seguridad de la ONU que llevó a que el organismo no 'condenara' sino 'deplorara' el derribo de aviones norteamericanos que violaban el espacio aéreo de Cuba. O en que China no tenga recato en suministrar armas nucleares a su aliado Pakistán, para hacerle contrapeso a su archienemigo India, ni al renegado internacional Irán.Por otra parte, una nueva generación de líderes chinos, que carecen de la visión histórica de Deng Xiao Ping, ha aprovechado las actuales circunstancias para hacer del tema de la reunificación con Taiwan como una especie de destino manifiesto para unificar el disperso espíritu nacional y como medio para canalizar el creciente nacionalismo de los militares.Es en ese contexto que aparece la nueva presencia de China en el escenario mundial posguerra fría. Una presencia que crecerá cada vez más, a medida que el gigante oriental siga su singular camino hacia el desarrollo, a medio camino entre el capitalismo salvaje y el comunismo a ultranza. Si bien por ahora la posibilidad de guerra no es más que un espejismo, eso no asegura que China, con la economía más fuerte del mundo y armada en un nivel consecuente, no pueda tomar a las malas un papel preponderante en el contexto mundial. Los chinos no parecen estar interesados en llegar a esos extremos, pero tampoco parecen dispuestos a soportar cortapisas en su camino hacia el desarrollo. La pregunta es si todo esto llevará a una nueva guerra fría, mucho más compleja y peligrosa que la que dividió al mundo durante la segunda mitad de este siglo. nLA HIJA PR_ODIGANo es fácil entender por qué Taiwan es "parte indivisible de China" si en su capital, Taipei, funciona un gobierno radicalmente diferente del de Beijing. Para explicarlo, es necesario remontarse a la historia. Llamada por exploradores portugueses "Ilha Formosa" en 1590, la isla fue poblada en los siglos XVII y XVIII por colonizadores de China continental. Luego de la guerra sino-japonesa de 1886, la isla fue cedida a Japón, país que la rigió hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue devuelta a China. Simultáneamente, cuando los japoneses abandonaron los territorios que ocupaban en China, se agudizó la larga guerra civil que libraban dos adversarios formidables: el líder comunista Mao Zedong, al mando del Ejército Popular de Liberación y el nacionalista Chiang Kai Shek, dirigente del gobierno del Kuomingtang. Aunque un esfuerzo de paz liderado por el general norteamericano George Marshall dio como resultado un acuerdo para el nuevo orden político del país, Chiang siguió recibiendo material de guerra de Estados Unidos y prefirió hacer el intento final por derrotar a los comunistas.Pero ese fue un error fatal. Luego de varias batallas millonarias en muertos, culminadas en el encuentro de Huai-Hai, los nacionalistas se vieron obligados a trasladar su gobierno de Nanjing a Canton y finalmente, en diciembre de 1949, a Taipei, capital de Formosa o Taiwan. En marzo de 1950, tras un breve interregno, Chiang tomó el poder del Kuomingtang y juró organizar un ejército para reconquistar la China continental. Casi al mismo tiempo se constituía en Beijing (entonces llamada Peking) el gobierno comunista de una nueva entidad política: la República Popular China. Desde entonces, el gobierno de ésta considera a Taiwan una provincia renegada, aunque integrante del país, y así está consignado en la Constitución. Aunque al formarse la Organización de Naciones Unidas, Taiwan consiguió el asiento de China, en 1971 la ONU resolvió otorgársela al de China continental, que es miembro permanente del Consejo de Seguridad. Por el paso del tiempo, hoy la mayoría de los habitantes de Taiwan (emporio capitalista) nacieron en la isla, y eso ha fortalecido la idea de separarse formalmente de China, cuyo régimen comunista, si bien atemperado, no parece en camino de terminar. Pero la sola idea de la independencia de Taiwan es motivo suficiente para que China haga sonar los tambores de guerra.