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Seguidores del partido griego Amanecer Dorado celebran los resultados electorales del domingo, en Tesalónica (Grecia). | Foto: EFE/STR

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Neo-nazis en la cuna de la democracia

En una Grecia que se hunde en la crisis, el partido neo-nazi Amanecer Dorado llegó al parlamento. Ultraviolentos y xenófobos, quieren sacar a los extranjeros a como dé lugar.

Nathan Jaccard
21 de junio de 2012

Los nazis volvieron a Grecia. En la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana dejó 300.000 muertos de hambre, miles de fusilados y torturados y una guerra civil que se postergó hasta 1949. En 2012, ya no son extranjeros, pero los neo-nazis de Amanecer Dorado no son menos peligrosos. En la cuna de la democracia, este grupo ultraviolento, xenófobo, racista y negacionista llegó con fuerza al parlamento, creciendo como mala hierba sobre una Grecia arruinada y humillada.

Hasta hace unas semanas, muchos griegos ignoraban la existencia de Amanecer Dorado. Fundado por el exmilitar Nikolaos Michaloliakos, en tiempos normales, sus tesis no habían tenido éxito electoral. Ni siquiera lograban ganarle al margen de error. El primer campanazo sonó cuando sacaron siete por ciento de los votos (441.000 voces) en las elecciones del 6 de mayo pasado.

El mundo descubrió el verbo vociferante de Michaloliakos, rodeado de sus esbirros de cabeza rapada y brazos inflados con esteroides. Como un Julio César de poca monta, gritó frente a las cámaras “Veni, vidi, vici” (vine, vi, vencí) y anunció su programa, muy básico: “¡Todos los inmigrantes fuera! ¡Fuera de mi país, fuera de mi casa!”. También rechazó la austeridad que la Unión Europea le impone a Grecia, y que paradójicamente es el cimiento de su éxito. Dijo que iba a impulsar la pena de muerte contra los vendedores de droga, prohibir los sindicatos y minar las fronteras para detener el flujo de inmigrantes.

Esas elecciones fueron un desastre. No solamente vieron un crecimiento de los extremos, sino que los partidos tradicionales fueron incapaces de armar una coalición de gobierno, lo que obligó a repetir las votaciones el 17 de junio. Amanecer Dorado, revalidó su éxito electoral con 425.000 votos. Ahora, 18 neo-nazis se sentarán en el parlamento.

Lo más preocupante es que entre las dos votaciones, los griegos tuvieron tiempo de sobra para conocer la verdadera naturaleza de Amanecer Dorado. Aunque digan que no son neo-nazis, describen su ideología como “nacionalismo popular y social”, en su revista hay artículos que conmemoran la Alemania nazi, glorifican la “raza aria” y su logo es lo más parecido a una esvástica, que insisten “es un antiguo signo griego”. Sus tácticas también son difíciles de distinguir a las de las camisas pardas de Adolf Hitler: aterrorizar inmigrantes, izquierdistas y periodistas. Imponerse por la fuerza. Mezclar populismo y fuerza bruta.

A la cabeza de los ultraderechista está Michaloliakos, quien celebró su victoria para el concejo de Atenas en 2010 con un saludo hitleriano. Hace pocas semanas en una entrevista dijo: “¿Auschwitz, qué Auschwitz? Yo no estuve allá ¿Qué pasó?” y afirmó que no existían “los hornos ni las cámaras de gas, es una mentira”. También recalcó que Hitler “es una de las grandes personalidades históricas del siglo XX”.
 
Al poco tiempo Ilias Kasidiaris, el portavoz de Amanecer Dorado, golpeó en un estudio de televisión en un debate a dos políticas de izquierda (ver video). Y unos días después el partido anunció que “la guerra apenas empezaba” y que si lograban entrar al parlamento iban a hacer “redadas en hospitales y guarderías para echar a los extranjeros y sus hijos a las calles para que los griegos pueden ocupar su lugar”.

No es difícil entender porqué caló el discurso de Amanecer Dorado. Grecia no solamente atraviesa la peor crisis de su historia sino que también es la puerta de Europa. Por ahí transitan cerca de 80 por ciento de los inmigrantes clandestinos que van al Viejo Continente. Desde 2010, cuando Italia y Malta cerraron sus fronteras, cientos de miles de afganos, nigerianos o somalíes terminaron atrapados en Grecia sin papeles, sin trabajo, dispuestos a cualquier cosa para sobrevivir. Se calcula que hay más de un millón de ilegales en el país mediterráneo que solo tiene diez millones de habitantes. Una verdadera bomba social.

La estrategia de Amanecer Dorado ha sido simple, pero eficaz: hacer sentir su presencia en las calles. Forman milicias, uniformadas con camisetas negras, armadas de palos, bates y barras de acero que patrullan por las calles del viejo Atenas. Acompañan a los jubilados al banco, para que nadie los robe, les ayudan a cargar sus compras y reparten comida en los barrios más deprimidos. Eso sí, solo para los griegos. Para el resto, los militantes más extremistas del partido tienen otra medicina: la violencia y el miedo.

A palazos sacan los jíbaros de los parques. También reclaman los arriendos impagados a los inmigrantes hacinados en edificios que se desmoronan. Corretean a quien tenga una piel “sospechosamente” oscura. En las últimas semanas se han multiplicado los ataques contra inmigrantes con cuchillos, machetes e incluso espadas. En el suelo marcan su territorio con grafitis azules: “fuera extranjeros”, “Grecia para los griegos”. Y también pelean, a veces con pistolas, contra anarquistas y comunistas.

Mientras, el Estado profundamente endeudado se reduce, los neo-nazis imponen su ley. Así lo han entendido muchos policías, que por negligencia o complicidad dejan que Amanecer Dorado apalee en toda impunidad. Peor aún, hay pruebas de que algunos agentes los ponen a hacer el trabajo sucio antes de intervenir. Por eso no sorprendió demasiado la noticia de que, según el periódico To Vima (La Tribuna), la mitad de los policías de Atenas votaron por los neo-nazis.

Los partidos más tradicionales también tienen parte de culpa. No solamente fueron incapaces de evitar la crisis que golpea a Grecia, sino que hay cierta complacencia frente a los neo-nazis y su ideología, que en ciertas aspectos han recogido sin vergüenza. Un político de Nueva Democracia, de centro derecha, incluso dijo que los dos partidos eran “organizaciones hermanas”.

Algunos asemejan la tragedia griega a la débil república de Weimar, que dirigió a una Alemania en crisis entre 1919 y 1933. Ese año, cansados, los alemanes eligieron a un populista de extrema derecha que prometía empleo, orden, estabilidad y orgullo. Se llamaba Adolf Hitler. Ahora, con la crisis que se esparce a todos los países de la Unión Europea, a muchos preocupa la amenaza de Michaloliakos: “Grecia solo es el comienzo”.