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No hay 'bambinos'

La crisis de natalidad de Italia, hoy en día el país más viejo del mundo, fuerza a las autoridades a tomar medidas desesperadas.

8 de diciembre de 2003

El cliche de la enorme familia italiana almorzando al aire libre con vino y pasta alrededor de la "mamma mia", no puede estar más lejos de la realidad. El índice de natalidad de Italia es de 1,2 hijos por mujer, el más bajo de toda Europa, y su población es hoy en día la más vieja del mundo. Se estima que a ese ritmo en unos 50 años la proporción de muertes sobre nacimientos será de cuatro por uno. El problema amenaza con hacer colapsar el sistema pensional y, en algunos casos, producir la desaparición de ciudades enteras.

Por eso la semana pasada el gobierno de Silvio Berlusconi anunció que entregará 1.000 euros a las familias que tengan un segundo hijo antes de que se acabe 2004. Ya el año pasado el Papa se había dirigido por primera vez en la historia al Parlamento para tratar el asunto. En esa oportunidad se refirió al bajo índice de natalidad como una "amenaza para el futuro" y pidió a los italianos que siguieran la máxima católica de "creced y reproducíos". El Pontífice también llamó a los legisladores a que tomaran medidas para ayudar a las familias que deseen tener hijos.

En principio, la nueva política de remuneración seguiría este llamado. "Es un apoyo firme a las familias", dijo el ministro de Protección Social, Roberto Maroni, quien también pidió a las autoridades locales que promocionaran la medida. Rocco Falivena, el alcalde de Laviano, una población de los Apeninos que ha visto su población pasar de 3.000 habitantes a 1.600 en los últimos 30 años, fue incluso más lejos. Falivena ofrece 10.000 euros por cada bebé y no pone ningún límite de tiempo en su nacimiento. El problema de Falivena, donde sólo hubo dos nacimientos el año pasado, es propio del sur de Italia, una región mucho menos desarrollada que el norte. Allí la situación es aún más dramática por cuenta de la migración masiva de población joven.

Pero los críticos de la remuneración no se han hecho esperar. Para la mayoría se trata de una solución a corto plazo que a la larga no va a afectar las tendencias demográficas. "Los italianos no son tan pobres como para que un pago de 1.000 euros los lleve a tener hijos. puede convencer a algunas parejas de que tengan bebés antes de lo que tenían planeado, pero no va a cambiar radicalmente la tasa de natalidad", explicó Guisepe Gesano, director del informe anual Demotrends. Según estos críticos el gobierno debería, en cambio, hacer frente a las causas estructurales del problema. Estas causas son diversas.

Para empezar, la sociedad italiana no ha sabido adaptarse al creciente número de mujeres que trabajan. No existe un sistema de guarderías estatales como en Francia o Gran Bretaña y, en cambio, existe una cultura machista que lleva a que los hombres italianos no repartan de forma equitativa las tareas del hogar con sus mujeres.

También sería necesario impulsar leyes laborales que impidan que se discrimine a las mujeres con hijos. La dificultad para conciliar el estudio o el trabajo con la maternidad hace que las mujeres de Italia esperen más que el resto de las europeas para tener hijos (tienen el primero a los 32 ó 35) por lo que muchas suelen perder su ventana de fertilidad. También, a diferencia del resto de Europa, en Italia los hombres se demoran mucho en comprometerse. El fenómeno del treintañero que sigue viviendo en la casa de sus padres con todas las comodidades antes de organizar su vida con una pareja, el famoso "mammone" italiano, también incide en la baja tasa de natalidad.

Todos estos elementos culturales y la falta de políticas sociales enfocadas a corregirlos hacen pensar que la crisis de natalidad en Italia difícilmente se solucionará con el nuevo bono. Quizá por eso el primer ministro Silvio Berlusconi ha tratado de implantar una reforma pensional que aumentará la edad de jubilación y los aportes, pero por ahora esta medida ha sido duramente frenada por diferentes sindicatos. La bomba demográfica es grave en todo el mundo desarrollado, pero la de Italia podría ser la primera en estallar.