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“No negarse al FMI”

SEMANA entrevistó al nuevo ministro de Economía de Argentina, Roberto Lavagna, sobre las posibilidades de recuperación del país.

6 de mayo de 2002

El nuevo ministro de Economía de Argentina, Roberto Lavagna, tiene ante sí una tarea que parece imposible: recuperar la confianza de sus conciudadanos en un sistema que parece quebrado más allá de toda esperanza. Lavagna se entrevistó con SEMANA y otros medios internacionales para dejar en claro que no se apartará de la senda trazada por los organismos internacionales. SEMANA: ¿Cuál es la estrategia para reactivar la economía teniendo en cuenta la falta de crédito interno y externo y la desconfianza hacia el gobierno? Roberto Lavagna: Sin sistema financiero no hay posibilidad de hablar de programas de largo plazo. La desconfianza de la gente tiene que ver con saber cuál es la situación de sus depósitos, cuándo podrá hacerse de los fondos que tiene depositados y cómo afrontar la indexación de créditos en condiciones de salarios inmóviles y de rebrote inflacionario. Las primeras medidas fueron con la intención de recuperar la confianza interna y externa. Eso es lo que va a abrir la puerta al largo plazo. SEMANA: Se escuchan críticas al FMI, tanto por parte de los argentinos como de economistas extranjeros. ¿Hay otra alternativa para sacar a la Argentina de la crisis que no sean las recetas del FMI? R.L.: Uno de los 14 puntos del acuerdo firmado por el presidente Duhalde y los gobernadores es despejar toda duda sobre la actitud de mantener a la Argentina insertada en el mundo. Uno de los requisitos es la negociación con el FMI porque así funciona el sistema financiero internacional. Lo primero es no negarse a una negociación de esta naturaleza, lo cual no significa tener que aceptar la totalidad de las cosas que puedan plantearse. Los resultados de muchas políticas llevadas en el ámbito internacional en los últimos 10 años no han sido satisfactorios. Será bienvenido que el Fondo reflexione sobre algunas de sus sugerencias. Más que plantearse rupturas lo que debería plantearse es la reconsideración de algunas recomendaciones, de las políticas del sistema financiero internacional. SEMANA: ¿Si no logra el apoyo de los gobernadores y del Congreso para este plan qué va a hacer? R.L.: Los 14 puntos responden a lo que es básico para reconstituir la confianza en Argentina. Si no se cumple poco importa lo que pase con el ministro de turno. Entraríamos en una etapa muy compleja de definiciones políticas y económicas. SEMANA:¿Por dónde ve la salida? ¿Por el lado de la reducción del gasto o de la reactivación? R.L.: La discusión económica en Argentina siempre se ha centrado en la reducción del gasto, pero una política centrada sólo en este aspecto no conduce a ningún lado. Uno debe insertar la reducción en el marco de una política cambiaria y monetaria compatible con el mundo. Las primeras medidas pasan por reconstruir la confianza. Si eso se logra, el empuje inicial pasa por el lado externo: un aumento de las exportaciones y una sustitución de importaciones que por el cambio resulta más conveniente producir localmente. Por cada 10 por ciento de aumento de las exportaciones el producto argentino crece un 1 por ciento y por cada 10 por ciento de disminución de las importaciones el producto crece prácticamente otro 1 por ciento. SEMANA: ¿Cómo convencer al mundo de que hay que creer en Argentina? R.L.: Una de mis últimas tareas en Europa fue en el Parlamento Europeo, explicando lo inexplicable, porque no se entiende cómo un país con las potencialidades de Argentina ha llegado a esta situación. Señalé que hay que tener mucho cuidado en no confundir una crisis muy aguda con explicaciones de corto plazo. Este es el fin de un sistema económico que duró 11 ó 12 años y que entró en colapso. Cuando un sistema entra en colapso aparecen todas las complicaciones políticas imaginables, pero no es la política la que nos ha llevado a esta crisis, es una falla de orden económico. El mundo político es responsable de no haber sido capaz de comprender que ese sistema económico nos iba a conducir a una situación de crisis. Pero esto no es una pelea de corto plazo, de peleas por espacios de poder, de presidentes que van y vienen, es una falla estructural, una falla en el motor del funcionamiento del sistema. Ahora lo que hay que hacer es juntar las piezas y ver cómo se rearma.