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NOCHE DE PAZ

19 de enero de 1998

Al oficializar la Navidad el gobierno cubano crea un nuevo elemento en las especulacionessobre la visita papal de enero.desde 1968, cuando el presidente Fidel Castro resolvió eliminar el feriado navideño para que el descanso no afectara la zafra azucarera, los católicos cubanos habían tenido que celebrar la Navidad después del trabajo en un día como cualquier otro. Por eso el anuncio hecho por el propio Castro, según el cual por este año la Navidad volverá a ser una fecha especial, acabó de confirmar la importancia que el gobierno cubano le da a la visita del Papa Juan Pablo II, que tendrá lugar entre el 21 y el 24 de enero próximos. Eso muestra cuánta agua ha corrido debajo de los puentes desde que en 1961 el gobierno revolucionario cubano nacionalizó todos los centros de enseñanza privada, intervino las escuelas católicas y, como consecuencia de la reacción clerical, expulsó masivamente a los religiosos extranjeros del país. Durante muchos años la práctica de cualquier religión en la isla fue mirada con sospecha por las autoridades, que veían en ella una actividad favorable a la contrarrevolución. El viraje no es precisamente nuevo. Desde 1992, cuando fueron levantadas las restricciones para las prácticas religiosas, las relaciones entre el Estado cubano y la Iglesia de ese país han venido mejorando. Según datos oficiales de La Habana, en la actualidad hay 11 obispos, 200 sacerdotes y cerca de 300 monjas que ejercen su ministerio en cerca de 600 templos y dos seminarios, varios noviciados y casas parroquiales, y es creciente el número de feligreses que asiste regularmente a la iglesia. La declaratoria del feriado navideño es apenas uno de los detalles que ilustran hasta qué punto el gobierno está decidido a que la visita sea un éxito total. Por primera vez en 35 años la jerarquía católica podrá difundir sus mensajes en los medios de comunicación oficiales, las autoridades proporcionarán transporte a quienes quieran asistir a las misas celebradas por el Pontífice y, como si todo lo anterior fuera poco, el gobierno anunció que permitirá la entrada de todos los peregrinos que quieran viajar mediante la consecución de una visa especial. Para esto no sólo se otorgarán derechos de aterrizaje a vuelos charter, sino el atraque en el puerto de La Habana de un crucero especialmente fletado al efecto por la arquidiócesis de Miami. Lo que no es muy claro es el porqué de esa actitud. Al fin y al cabo el Papa Juan Pablo II es el mismo Pontífice cuya actividad pastoral resultó instrumental en la caída del régimen comunista de Polonia, que a su vez desencadenó la desbandada del bloque de Europa Oriental y, en últimas, la disolución de la Unión Soviética. Si se tiene en cuenta el daño que esa caída le ocasionó a la revolución cubana, al privarla de sus aliados más importantes, no es fácil entender el objetivo que busca Castro con la visita papal.Porque lo cierto es que el anticomunismo del Papa es legendario. Según la biografía "Su Santidad", escrita por Carl Bernstein y Marco Politi, desde su elección como Sumo Pontífice en 1978 Karol Wojtyla exhortó a los jerarcas de la Iglesia a que subrayaran las incompatibilidades existentes entre el dogma católico y las doctrinas marxistas, se enfrentó con los teólogos de la liberación y, en un mensaje muy claro a los sandinistas nicaragüenses, elevó al rango de cardenal al prelado ultraconservador Miguel Obando y Bravo. Por lo demás, está documentada en esa biografía la participación del Papa en la red subterránea de apoyo al sindicato Solidaridad, que adelantaba con éxito su campaña opositora al régimen comunista en Polonia, y su tácita aprobación a un operativo de la CIA que permitió entregar 50 millones de dólares al sindicato en efectivo y equipos de comunicaciones y computación. Sin embargo entre los observadores crece la tesis de que, a pesar de todo, la percepción que tiene la Iglesia ante el régimen de Cuba es diferente, y que ese modelo de Papa como adalid anticomunista no es el que se va a ver en La Habana. Esa tesis se basaría en dos percepciones del Vaticano: la primera, que Castro es de origen católico y, la segunda, que su gobierno goza de una popularidad y muestra unos logros sociales que nunca tuvieron los dirigentes de Europa Oriental, para no mencionar los de la Unión Soviética. En efecto, en el Vaticano les gusta recordar que en los primeros años de la revolución Castro usó un medallón de la Virgen de la Caridad que le regaló una niña, y que la madre del líder, Lina Ruz, era una devota creyente que agradeció en su santuario de El Cobre el milagro de haberle preservado con vida a sus dos hijos en la Sierra Maestra. Otros mencionan que la represión contra las actividades clericales nunca fue tan fuerte en Cuba como en los países comunistas de Europa y que su gobierno jamás rompió las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Cuando esa actitud se combina con el rechazo de la Santa Sede al bloqueo norteamericano contra Cuba y contra la ley Helms-Burton y con los recientes ataques del Papa contra el "capitalismo salvaje", la conclusión podría ser sorprendente. Por eso la tesis que se impone es la de que el Papa probablemente hablará en La Habana en favor de una mayor apertura en la sociedad cubana, abogará por los derechos humanos, pero pocos esperan una verdadera andanada capaz de poner en peligro la estabilidad del gobierno de Fidel Castro. La carta del Papa a la Iglesia cubana, fechada el 26 de febrero, resulta diciente al advertir que "entre la gente y el gobierno (cubanos) hay un reconocimiento creciente del apoyo que la fe cristiana puede ofrecer al bienestar social". Esa podría ser la explicación para que en medios diplomáticos cubanos el tema de la visita papal esté recibiendo la máxima prioridad y para que Fidel haya decidido dejar de parecer un ogro navideño.