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El anuncio de Barack Obama fue recibido con júbilo por la comunidad gay. Pero esa posición podría restarle votos de cara a las elecciones de noviembre.

ESTADOS UNIDOS

Obama pateó el tablero en su carrera por la Casa Blanca

Barack Obama podría haberse jugado la Presidencia a una sola carta cuando afirmó que respalda el matrimonio homosexual. El debate está que arde.

12 de mayo de 2012

El miércoles pasado, a poco menos de seis meses para los comicios presidenciales en Estados Unidos, Barack Obama le dio una patada al tablero electoral y abrió una polémica monumental en el país. Ese día, la cadena de televisión ABC puso al aire algunos apartes de una entrevista que emitió a la mañana siguiente en el programa Good Morning America en la que Obama habló de forma contundente sobre uno de los asuntos más sensibles de los últimos años. “Para mí es importante afirmar que creo que las parejas del mismo sexo deben poderse casar”, dijo.

Semejante declaración, nunca antes formulada por un inquilino de la Casa Blanca, puso a medio Estados Unidos patas arriba, se convirtió de inmediato en la noticia del día y tendrá implicaciones muy serias de cara a la cita en las urnas del 6 de noviembre, en la que Obama se juega la reelección frente al virtual candidato de la oposición republicana, el exgobernador de Massachusetts Mitt Romney. Este, como era de esperarse, rechazó la postura de su rival e hizo surgir tres preguntas sobre la verdadera posición del presidente con respecto a los matrimonios homosexuales.

La primera de ellas es si Obama le dijo a la ABC lo que realmente piensa, sobre todo cuando el primero de noviembre de 2008 había asegurado que “el matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer” y que no estaba “a favor del matrimonio gay”. ¿Es, entonces, el presidente gringo una veleta o, como llaman en Estados Unidos, un flip-flopper? No se sabe, pero lo cierto es que en la misma entrevista explicó su cambio de opinión al advertir que “con el paso de los años he ido evolucionando sobre este asunto y siempre he sido partidario de que a los gays y las lesbianas se les debe dar un tratamiento no solo justo sino igual al de los demás”.

También es obvio que, como editorializó The Washington Post, a la mayor parte de la gente le ha tomado tiempo forjarse un juicio claro sobre los matrimonios gay y para ello han requerido ir conociendo amigos de tendencia homosexual. Hay un antecedente en este sentido que juega del lado de Obama y es que él mismo impulsó la ley aprobada el 20 de septiembre del año pasado por la cual fue derogada otra norma similar de 1993 conocida como Don’t Ask, Don’t Tell (No pregunte, no diga) que, entre otras, prohibía el acceso a las Fuerzas Armadas de las personas abiertamente homosexuales e impedía que el Ejército preguntara la inclinación sexual de quienes querían iniciarse en la milicia.

Otra pregunta que surge de la declaración de Obama el miércoles es si sus palabras cambian en algo el futuro de los homosexuales que se quieren casar. La respuesta es no. La postura presidencial no pasa de ser una opinión, debido a lo establecido en 1996 por la Ley de Defensa del Matrimonio (Defense of Marriage Act), que les concede a los estados del país la facultad de decidir sobre el tema. Tal como están las cosas, las bodas gay lo tienen difícil en Estados Unidos. Solo están autorizadas en seis de los 50 estados (Connecticut, Iowa, Massachusetts, New Hampshire, Nueva York y Vermont), así como en el Distrito de Columbia, mientras que en una treintena se encuentran prohibidas. Esa es la razón por la cual el editorial de The New York Times el jueves le pidió a Obama pasar de las palabras a los hechos: hacerse parte como gobierno en un próximo pleito ante la Corte Suprema de Justicia sobre la legalidad de los matrimonios homosexuales en California, con la intención de que el alto tribunal los declare constitucionales en todo el país.

La tercera pregunta es si el pronunciamiento de Obama fue el fruto de una estrategia puesta en marcha tres días antes por su vicepresidente Joe Biden o si fue la respuesta a la presión generada por unas declaraciones de este. Y es que hasta el domingo 6 de mayo, el debate sobre los matrimonios entre parejas del mismo sexo no formaba parte de las discusiones de campaña centrada en la situación económica y en un desempleo que no baja del 8,1 por ciento. Ese día, sin embargo, Biden puso el tema sobre el tapete en el programa más antiguo de la televisión norteamericana, Meet the Press de la NBC; allí se manifestó “absolutamente cómodo” con esa clase de uniones, y encendió la mecha.
Las reacciones no se hicieron esperar. Los republicanos se situaron en la orilla contraria a Biden, mientras que The New York Times le pedía a Obama que respaldara a su vicepresidente en la “última causa abierta de los derechos civiles”. La Casa Blanca se apresuró, no obstante, a advertir que Biden era Biden. Pero 48 horas más tarde, el presidente salió con sus declaraciones. ¿Hubo interés electoral en esa aparición ante las cámaras? “Por supuesto que sí”, le dijo a SEMANA Roberto Izurieta, profesor de Gobierno de The George Washington University. “Sería ingenuo creer que a seis meses de las elecciones algo está exento de ese interés. En otras palabras, todo lo que dicen ahora tanto Obama como Romney está inspirado únicamente en su afán de ganar”.

Si Obama estaba buscando más dinero para su campaña, la movida le salió redonda. Solo 90 minutos después de haber hablado para la ABC, el tesorero de su organización había recibido 15 millones de dólares. Fuera de eso, dos días más tarde, el jueves por la noche, el presidente acudía a una cena para recaudar más dinero en la casa del actor George Clooney en Los Ángeles, una ciudad que, sobre todo por las estrellas de Hollywood, se caracteriza por su tolerancia. Cada puesto costaba 40.000 dólares y el recaudo fue sorprendente: 14 millones.

Para nadie es un secreto que un problema para Obama sería que su apoyo a las bodas gay le reste el respaldo de los afroamericanos y los hispanos, donde hay muchos católicos y donde el presidente logró una inmensa cantidad de votos hace cuatro años (el 67 por ciento de los latinos respaldaron a Obama en 2008). Pero una encuesta reciente de la firma Gallup señala que el 54 por ciento de ellos se muestran a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Otro lío para Obama podría ser que el electorado, en un país tan conservador como Estados Unidos, se radicalice, pues en ese caso vería amenazada su continuidad en la Casa Blanca ante un Romney que no se va a quedar cruzado de brazos. Pero más allá de todo esto, lo cierto es que Obama ha dado una muestra de valor al dejar clara su ideología liberal y al manifestar una opinión que ninguno de sus antecesores había dado. Y ha corrido un riesgo al poner en juego su presidencia. Solo en septiembre se conocerá si sus declaraciones servirán para que permanezca en el poder o si le costarán más caro de lo que cree.