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¿OBLIGADO A UN VIRAJE?

El Presidente Reagan deberá moderar su purismo conservador ante la derrota parcial que sufriera en las elecciones legislativas

6 de diciembre de 1982

La defección republicana en las elecciones del 2 de noviembre, más que confirmar una tradición histórica, ha sido considerada aquí como la protesta indirecta de los electores ante una situación que no es de su agrado. El hecho de que es "normal" que el partido de gobierno pierda unos escaños en las cámaras legislativas durante los comicios intermedios, no es suficiente atenuante para disimular la innegable pérdida de popularidad del presidente Reagan y sus seguidores. La recesión, el desempleo (que afecta ya al 10.1% de la población activa) y los cortes en la seguridad social, causaron más impacto negativo en los electores que la caída en la tasa de inflación. En efecto, según las encuestas, por lo menos el 70% de los electores expresó con su voto una moción de apoyo o rechazo, según el caso, a la gestión de la Casa Blanca.
Empero, hay que reconocer también que el cambio no fue tan drástico como hubiera podido esperarse, pues además de la mayoría que mantuvieron los republicanos en el Senado, la cual les asegura cierto grado de autonomía, una parte de la opinión aún los apoyó. "Ni una gran derrota para unos, ni una gran victoria para otros": opinó ante los resultados el politólogo Michael Margolis, director del programa de post-grado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh. "De todos modos --agregó-- es evidente que la posición del presidente está lejos de ser envidiable y le espera una época dura si desea imponer sus ideas".
CAMBIAN LAS REGLAS DEL JUEGO
Curiosamente la elección de 1982 tuvo una variación que incidió notoriamente en los resultados finales. Debido al censo de población de 1980 gran parte de los distritos electorales fueron cambiados y, en general, los estados industriales del norte (donde la recesión se ha hecho sentir más) perdieron participación frente a los del sur, de conocida tendencia republicana. Dicha situación contribuyó a menguar el repunte demócrata y se piensa que con las circunstancias anteriores otros hubieran sido los resultados. De los diferentes candidatos que se elegían --gobernadores, senadores y representantes- es claro que estos últimos se van a convertir en el dolor de cabeza de la administración actual.
La frágil alianza que Reagan había logrado mantener en los dos años pasados con los "demócratas-derechistas" de la Cámara Baja, ha sido rota por los 20 escaños que se perdieron. De tal manera, las propuestas concernientes a impuestos que por mandato constitucional deben iniciarse en esa corporación, tienen un oscuro porvenir a menos que cuenten con la anuencia de la bancada demócrata de pleno. Por ejemplo, no se sabe qué va a pasar con el último corte en impuestos personales, una de las piedras angulares del programa de gobierno de Reagan. Más allá todavía, no es necesario ser un mago para pronosticar que las próximas discusiones presupuestales van a ser de una efervescencia sin precedentes ya que la mayoría demócrata va a presionar un incremento en las partidas de seguridad social que, con un déficit fiscal de tanta magnitud, tiene que ser financiado por un recorte en la única área que tiene dinero: los gastos militares, y así sucesivamente. Lo más seguro es que en algunos campos las prioridades actuales tiendan a corregirse debido a la presión de esta parte del legislativo.
Por su parte, el Senado no es tampoco un camino fácil. Con la relativa cercanía de las elecciones presidenciales es de suponer que los demócratas se hallen más compactos, mientras que en el otro bando ya se han detectado peligrosas disidencias internas. Es posible que ahora Reagan le dé la razón a Jimmy Carter quien en su último libro dice que pocas cosas son tan duras como negociar con el Congreso.
Por lo pronto, Reagan tuvo que declarar, por primera vez, que tendría que trabajar ahora "En forma bipartidista" en el Congreso mediante "compromisos". En el plano diplomático se mostró dispuesto a modificar sus opiniones sobre Oriente Medio, su posición sobre China y su intransigencia contra la construcción del gasoducto euro-siberiano.
A más de los problemas políticos, la Casa Blanca ha recibido un legado adicional en estas elecciones: la opinión y principalmente la gran prensa, se han apresurado a exigir soluciones concretas en el campo económico. Los titulares siguientes al día de los comicios fueron bastante expresivos y más de un editorial se apresuró a urgir al presidente "para que interprete la opinión de quienes vivimos en este país".
¿UN CAMBIO REAL?
La pregunta concreta que se desprende de la pasada jornada electoral es si las cosas van a cambiar radicalmente a partir de ahora. Los más objetivos están de acuerdo en contestar que no. Si bien el presidente va a pasar tiempos difíciles tratando de salir adelante con sus planes en el capitolio, no hay que olvidar que al fin y al cabo es el jefe del gobierno y que verdaderamente la derrota de su partido no puede llegar a calificarse como "un repudio general", así la prensa diga lo contrario. En temas específicos como el presupuesto o la carrera armamentista hay grandes posibilidades de que ceda terreno a cambio de otras concesiones o bien adopte posiciones generales menos extremas.
En lo que respecta a América Latina, se puede inferir por la nueva distribución de senadores y representantes, que lo más seguro es que la línea actual continuará, aunque no se descarta que en tópicos como ayuda militar o intervención, el Congreso obligará a que se tome una posición más abierta. Sin embargo, es necesario recalcar que, a diferencia de otras épocas, la política internacional fue un tema olvidado por los aspirantes a las corporaciones.
La reflexión final tiene relación con la situación que se presentará dentro de dos años, cuando se elegirá al sucesor de Ronald Reagan. En este punto fueron pocas las pistas que ofrecieron las elecciones pues en ningún campo se destacó un líder absoluto que desde ya pueda ser señalado con toda seguridad. Por un lado, las aspiraciones reeleccionistas del presidente no están muertas todavía y eventualmente, de mejorar la situación económica, es casi seguro que sería el nominado por su partido.
Por otro, la carrera entre Ted Kennedy y Walter Mondale en el lado demócrata, puede dar paso sorpresivo a terceras opciones, como la del exastronauta John Glenn. Lógicamente, cualquiera que sea el elegido, se considerará favorito para tomar posesión del gobierno en 1985 aunque, como dice el profesor Margolis "son muchos los que creen que los demócratas tampoco tienen las respuestas para solucionar al unísono los males de la economía y por lo tanto es casi seguro que este péndulo político se mantenga en el futuro".
LAS CIFRAS FINALES
Los demócratas ganaron 24 escaños más en la Cámara de Representantes de los 435 a proveer en las elecciones del 2 de noviembre. Las cifras finales no oficiales, fueron las siguientes:
Camara de Representantes:
De 435 escaños a distribuir, 265 fueron dados a demócratas y 166 a republicanos. Quedan 2 escaños por distribuir. La antigua composición de la Cámara era así: demócratas 243, republicanos 192. Se estima que la nueva composición sea así: demócratas 267 (ganan 24), republicanos 166.
Senado:
De 33 escaños a renovar, de un total de 100, a los demócratas le fueron distribuidos 20 y a los republicanos 12. Queda un escaño a distribuir por Rode Island. La antigua composición del Senado era: demócratas 46, republicanos 54. No habría cambios.
Gobernadores:
De 36 cargos a proveer, de un total de 50, 27 fueron para demócratas y 8 para republicanos, quedando por atribuir un escaño, el de Illinois, donde el candidato republicano tiene ventaja. La nueva repartición estimada sería así: demócratas 34 (ganan 7), republicanos 16.
La fácil victoria que en las circunscripción de Massachusetts consiguió en estas elecciones el senador Edward Kennedy, ha puesto de relieve una vez más sus aspiraciones de querer llegar, como su extinto hermano John, a la Casa Blanca en calidad de presidente de los Estados Unidos. Descendiente de un clan donde el tema político fue y es una constante, Kennedy ha tratado infructuosamente, por lo menos hasta ahora, de obtener el respaldo de su partido para la consecución de su objetivo. El punto más cercano al éxito fue en 1980 cuando disputó con el entonces presidente Carter la candidatura, pero mucha gente recuerda la "paliza " que sufrió en la convención demócrata. Sus opositores reconocen que es inteligente y sabe asesorarse bien, pero concluyen que le falta algo necesario para alcanzar el nivel que exige la primera magistratura. Algunos dicen que "es demasiado demócrata" haciendo referencia a sus concepciones bastante liberales. Otros atacan su impreparación en temas elementales. Como si fuera poco, se alude a su vida personal con frecuencia: su divorcio de Joan, y el fantasma de Mary Jo Kopechne.
Pero amén de tales descripciones, los deseos de Kennedy han sido comprometidos por uno de sus grandes amigos: Walter Mondale, vicepresidente de la época de Carter y el bendecido por el expresidente para ser el candidato (un voto que puede ser más importante de lo que se piensa, ahora que la publicación de sus memorias le ha devuelto a Carter parte de su prestigio). Ambos participaron activamente en esta campaña electoral apoyando la causa de los aspirantes demócratas a lo largo del país. No obstante, la igualdad es notoria y aún es muy temprano para decir con seguridad quién será el escogido. Este abanico no incluye otros demócratas más que pueden ver subir sus acciones de un momento a otro por lo cual Ted Kennedy está lejos dé decir que tiene la nominación "en el bolsillo".