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OIDOS SECRETOS EN PLANALTO

El descubrimiento de un micrófono clandestino en la oficina de Figueiredo afectará la sucesión presidencial.

25 de abril de 1983

Los obreros que refaccionaban el despacho presidencial lo descurieron. Un sofisticado aparato, del tamaño de un walkie talkie, con 6 pilas a bordo y un potente micrófono, había sido empotrado misteriosamente en los entrepaños de madera que franquean el sillón del mismo general Joao Baptista Figueiredo, en el tercer piso del palacio de Planalto, Brasilia.
Con una potencia de 400 microvatios, el sistema de escucha estaba sintonizado en una frecuencia de 296.5 mhz. y sus señales podían llegar a una distancia de 1.500 metros. No era un artilugio cualquiera. Aunque fabricado con material extraniero que se podía conseguir en Brasil, los peritos avaluaron el receptor-transmisor en 200 millones de cruzeiros, algo así como 50 mil dólares. Sus baterías tenían capacidad para mantener el aparato funcionando durante 90 días y garantizar su control a distancia, el que probablemente debería encontrarse a sólo unas cuadras del palacio.
Aunque no era la primera vez que se encontraba un aparato de espionaje en la sala de trabajo de un presidente brasileño -el año pasado los teléfonos de ese mismo palacio fueron interceptados por una banda comercializadora de metales, y durante el gobierno del general Garrástazu Medici también fue hallado un sistema de escucha en su oficina-las características del sistema descubierto ahora, y su ubicación, dispararon rumores en la prensa, incluído el "Jornal do Brasil ", en el sentido de que tal implantación era el acto de espionaje "de una superpotencia ".
Sin embargo, días más tarde, el 15 de marzo, el propio Presidente Figueiredo redujo la tensión suscitada por el extraño hallazgo, al asegurar que bien podría tratarse sólo de un "asunto interno", quizás "la obra de un loco".
Carlos Atila, portavoz de la presidencia de la República, secundó en igual sentido a Figueiredo al afirmar contradictoriamente que las personas que instalaron el sistema -aunque no habían sido desenmascaradas en ese momento-"no eran espías extranjeros o gentes que trabajen para una potencia extranjera ".
El buen humor del Presidente se debía en parte a que el aparato fue hallado antes de haber servido a quienes lo plantaron. Hacía cuatro meses que tal oficina no era usada por Figueiredo, quien sólo la ocupará dentro de un mes, una vez hayan sido terminadas las obras. Además, el aparato estaba condenado a ser detectado necesariamente en la inspección electrónica que rutinariamente precede a la instalación de cualquier oficina del general Figueiredo.
Quienes si tomaron en serio la cosa fueron los integrantes del Consejo Nacional de Seguridad, quienes admitieron que sólo dos hipótesis se podrían barajar ante el hecho: una grave falla en el sistema de seguridad del jefe del ejecutivo o una conspiración palaciega.
Este último elemento tendría alguna coherencia si se piensa que en estos momentos la ocupacion central del Presidente es la preparación de su sucesión, prevista para enero de 1985.
"Muchas gentes quisieran saber lo que tengo en la cabeza", dijo Figueiredo refiriéndose a esto.
En realidad, son varios los personajes que actualmente concurren a la puja electoral, fungiendo discretamente desde ahora como candidatos a presidente, varios de los cuales son militares. Para ellos será decisivo contar con el respaldo del Presidente ya que en el colegio electoral, que definirá la sucesión, tiene la mayoría absoluta el oficialista Partido Democrático Social (PDS).
Entre los candidatos actuales figuran dos ministros, el coronel Mario Andreazza, del Interior el general Octavio Medeiros, del Servicio Nacional de Información, el coronel José Costa Cavalcanti, presidente de Llectrobras-que controla la energía eléctrica del país-y el general Rubén Ludwig, el hombre de confianza de Figueiredo quien está al frente del gabinete ministerial.
Entre los civiles que más descollan para ocupar el cargo presidencial en 1985 está el ex vicepresidente de la República, Aureliano Chaves, quien la semana pasada vio reforzadas sus posibilidades ante las perentorias declaraciones del almirante Maximiano Fonseca, ministro de Marina, en el sentido de que "los militares no se meterán más en política" y que la sucesión presidencial "será conducida por el Presidente de la República y decidida por los políticos".
Según el almirante, el primer síntoma de que los militares están dispuestos a abandonar la escena política fue la decisión de que ningún comandante asistiera a la posesión de los nuevos gobernadores de Estados, el 15 de marzo, ya que el gobierno "no discriminará, aprobará o desaprobará a nadie", porque en su opinión "lo mejor es hacer lo que todo el mundo dice: mandar a los militares a los cuarteles".
Tales declaraciones indican que al menos para el sector que representa da Fonseca es imposible que otro militar suceda al general Figueiredo en la Presidencia de la República. Para quienes apoyan la substitución del Presidente por otro militar, esta tendencia es un obstáculo a sus metas.
¿Será esta pugna el "asunto interno " a que aludió el jefe del ejecutivo al comentar el descubrimiento del sistema de escucha? Sólo las conclusiones definitivas de la investigación prometida por Carlos Atila, dirán la última palabra al respecto. -