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PASOS DE ANIMAL GRANDE

Varios signos permiten pensar que hay un nuevo clima entre los dos gigantes del comunismo mundial. Por primera vez en muchos años, el aniversario de la Revolución de Octubre es festejada en Pekín ...

13 de diciembre de 1982

¿lograrán las dos mecas del comunismo, China y Unión Soviética, normalizar sus relaciones? Los dos países han reanudado, en todo caso, las conversaciones interrumpidas en enero de 1980, después de varios meses de negociaciones.
Los cambios ocasionados por los primeros contactos, iniciados en Moscú en agosto pasado, se hicieron palpables después del llamamiento lanzado por Leonid Breznev en favor de una rápida normalización de las relaciones, "necesaria no sólo para los dos países sino para la estabilidad de la región y del mundo".
Este discurso, que contradecia el "llamamiento de Tachenk", efectuado en marzo por el mismo dirigente, fue anunciado en China sin ningún comentario. Pekín anunciaba de la misma manera el 3 de octubre la llegada de una delegación soviética encargada de llevar a cabo una serie de "conversaciones exploratorias" destinadas a precisar el marco y las modalidades de la negociación.
Concretamente, Moscú y Pekín debían definir si las discusiones abarcarían todas las divergencias acumuladas a lo largo de estos últimos años o si se limitarían a los problemas fronterizos. Sin sorpresas, la delegación soviética, dirigida por el vice-ministro de Relaciones Exteriores, señor Ilytchev, después de recordar la entrañable amistad que unía a los dos países en los años cincuenta, optó por la segunda propuesta. Los chinos, dirigidos por Qian Qichen, recordaron por su lado, las posiciones definidas durante el XII Congreso del PCC (ver SEMANA del 14-20 de septiembre).
Hu Yaobang había señalado, en efecto, tres hechos que por amenazar la seguridad de la China eran incompatibles con los ofrecimientos hechos por la Unión Soviética: concentración masiva de tropas sovieticas a lo largo de la frontera china, apoyo a la invasión vietnamita en Camboya y a su política "expansionista" en el sudeste asiático y, en fin, la ocupación militar soviética en Afganistán, "nuestro vecino". La China sigue reclamando entonces, "gestos concretos" que corroboren la buena voluntad expresada por los dirigentes soviéticos.
Entre tanto, la moderación sigue caracterizando las declaraciones de los dirigentes chinos. Durante la visita del primer ministro japonés Senko Suzuki, efectuada entre el 26 y el 29 de septiembre, las autoridades chinas no insistieron sobre el "Hegemonismo Soviético", mostrando de esta manera el camino recorrido desde 1978 cuando habían retardado la firma del tratado de amistad con Japón, precisamente porque ese país se oponía a introducir una cláusula "antihegemónica", dirigida contra la Unión Soviética.
Pero esa orientación tiene sus vaivenes. Mientras el vice-primer ministro chino, Wan Li, declaraba que la China iba a dedicarse "seriamente" a buscar una solución a los problemas que la oponen a la URSS, Deng Xiao Ping tranquilizaba al primer ministro japonés confesándole que no habría "una modificación importante con la Unión Soviética" pues su hegemonía "es un obstáculo".
Hu Yaobang prefería detallar, en cambio, al líder comunista francés Georges Marchais, los pasos dados por Pekín estos últimos años en dirección de Moscú. "La China, dijo el presidente del PCC, no jugará la 'carta norteamericana' contra la Unión Soviética, ni la 'carta soviética' contra los Estados Unidos". Esta afirmación, repetida por el ministro de Relaciones Exteriores, Huang Hua, ante el secretario de las Naciones Unidas, parece poner fin al "frente unido" en el cual los dirigentes chinos no vacilaban incluir a los Estados Unidos para "contrarrestar el plan global de guerra puesto a punto por la Unión Soviética", había declarado Deng Xiao Ping en 1977.
Hu Yoabang señaló así mismo, el hecho que "la China ha dejado desde hace años, de expresar sus puntos de vista sobre la política interior de la Unión Soviética" pero no indicó si la dirección china considera a la URSS, tratada hasta hace poco de "socialfascista", como un país socialista.
Hu Yaobang precisó por último, que los dos países habían decidido proseguir sus negociaciones en Pekín y en Moscú.
Las autoridades Chinas no han confirmado ni desmentido en cambio las afirmaciones hechas por Marchais, el 7 de noviembre en París, según las cuales los dirigentes chinos estiman que "el imperialismo, en general, y el imperialismo norteamericano, en particular, es la causa esencial de las tensiones internacionales".
Prudentes, los observadores prefieren pensar que esa declaración de ser confirmada, haría parte de la campaña de presiones desencadenada por la China para obligar a los Estados Unidos a fijar un plazo a la finalización de la venta de armas y a la asistencia militar a Taiwán.
Como quiera que sea, varios signos permiten pensar que un nuevo clima se ha instalado entre los dos gigantes del comunismo mundial. Moscú ha pedido, sin resultados, una mayor moderación a las autoridades de Hanoi y de Camboya y se ha declarado en favor del establecimiento de tratados bilaterales o multilaterales de coexistencia pacífica entre los países indochinos (Laos, Camboya, Vietnam) y la China Popular.
Por otro lado, y contrariamente a la tradición de estos últimos años, rusos y chinos festejaron, en Pekín y en Moscú, el 65 aniversario de la revolución de octubre. En el mismo plano, los dos países han aceptado la apertura, en Khabarovsk, de una oficina encargada de promover los intercambios entre la China y el extremo oriente soviético, interrumpidos desde hace unos veinte años.
Pequeños pasos, cierto, pero que dados por China y por la Unión Soviética, y sin anticipar ni prejuzgar sus resultados, deben ser considerados como pasos de gigante.