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Este es el edificio que será demolido para la construcción del centro islámico. | Foto: AP

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Pasos hacia la reconciliación

La construcción de una mezquita cerca de la llamada zona cero resulta, para algunos, un insulto a la memoria de las víctimas del 11 de septiembre. ¿Podría ser, más bien, un espacio para el perdón?

Daniella Restrepo Duarte, especial para Semana.com
19 de agosto de 2010

Afrin Hossain es una joven musulmana habitante de Nueva York. Ella, como muchos otros que comparten su religión, ha tenido que aprender a convivir con las miradas de desconfianza que le lanzan de vez en cuando tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Es por eso que se alegró al saber que la Comisión de Preservación de Monumentos Históricos de la ciudad negó, de manera unánime, el amparo arquitectónico a un edificio ubicado a dos cuadras de donde solían hallarse las Torres Gemelas.

La decisión permite que la estructura sea demolida para construir un centro cultural islámico, que alojará en su interior una mezquita. Algo que para Hossain contribuirá a reducir la discriminación.

El edificio de 152 años, que solía albergar la fábrica de abrigos Burlington, resultó afectado por el impacto de un pedazo de los aviones que chocaron contra el World Trade Center. Hace un par de años fue comprado por Sharif El-Gamal quien, junto con el Imán Feisal Abdul Rauf y su esposa Daisy Khan, concibió el proyecto de un centro multipropósito de lujo que presentara al mundo una visión moderada del islamismo.

Sin embargo, éste no fue bien recibido por todos los estadounidenses. Hay quienes piensan que construir un lugar de culto musulmán a la sombra de donde hace 9 años murieron casi 3.000 resulta irrespetuoso con las víctimas y sus familias. Sienten que las heridas están aún muy frescas.

Políticos republicanos como Sarah Palin, ex candidata vicepresidencial, y Newt Gingrich fueron los primeros en oponerse. Gingrich escribió en su página web que la edificación de 13 pisos resulta “una prueba a la timidez, pasividad e ignorancia histórica de las élites norteamericanas” que han permitido que los musulmanes se comporten agresivamente contra ellos, mientras demandan su sumisión. Palin, por su parte, dijo a través de la red social Twitter que se trataba de “una puñalada al corazón”.

La Liga Antidifamación, una organización judía, se unió a las críticas. Afirmó que resultaría “contraproducente para el proceso de sanación”, puesto que causaría un innecesario dolor en las víctimas y sus familias. Así mismo, pidió que se revelaran las formas en las que financiarán el proyecto que costará alrededor de $100 millones de dólares (180 mil millones de pesos aproximadamente).

Muchas de las familias también se han visto afectadas. Varias han salido a protestar, pidiendo que se detenga el proyecto. Lee Hanson es uno de ellos. El hijo de Hanson, Peter, murió junto con su esposa y bebé a bordo de uno de los aviones que fue secuestrado y estrellado contra el World Trade Center. “Cuando vaya al memorial de la zona cero veré esa mezquita, y eso duele”, confesó Hanson al portal de noticias Metro International.

No es el único que piensa así. Algunos de los partidarios de crear un tributo a las víctimas en el lugar de su muerte sienten que el inmueble musulmán opacará el monumento que planean erguir.

A pesar de las voces en contra, el proyecto ya es una realidad tangible. Al ser una propiedad privada, sus dueños tienen derecho a disponer del terreno como les parezca, sin importar cuán polémica sea su decisión. La única esperanza que tenían los opositores, el que el edificio fuese declarado patrimonio histórico para impedir su demolición, se vino abajo debido a la carencia de importancia arquitectónica de la vieja fábrica de abrigos.

Sin embargo, las críticas han hecho mella en las intenciones del Imán Feisal y sus socios. Aunque no detendrán la construcción, sí han adaptado el nombre para no herir las sensibilidades de los norteamericanos. En un comienzo, el centro cultural se iba a llamar Cordoba House, en honor a la ciudad española donde el califato musulmán tuvo un periodo de florecimiento. Pero los neoyorquinos los acusaron de querer imponer una hegemonía religiosa, por lo que prefirieron nombrarlo Park 51, por su ubicación.

Con acciones como esa, el Imán ha tratado de hacer ver a todos que no respaldan las acciones de los fundamentalistas que realizaron el atentado. Asegura que la escogencia del lugar tiene una razón de ser. Para él, tomar una estructura afectada por los ataques terroristas y convertirla en un centro de culto es enviarle a los extremistas el mensaje de que la comunidad islámica no los apoya.

Hossain está de acuerdo. “Creo que la razón para construir un centro islámico justamente ahí es demostrar que si bien los extremistas musulmanes fueron responsables del ataque violento a las Torres Gemelas, el islam no lo justifica. Además, es un tributo a los musulmanes que también murieron ese día”, aseguró a Semana.com.

Del mismo modo, el Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha salido en defensa del proyecto. En un discurso que dio el pasado martes se refirió a Nueva York como la “ciudad más libre del mundo”. Dijo que sería contrario a los principios de la Gran Manzana impedir la libertad de cultos. Así mismo, hizo un llamado a considerar la mezquita como un punto de unión y a “repudiar la falsa y repugnante idea de que los ataques del 9/11 son en cualquier forma consistentes con el islam”.

Por su parte, Adele Welty, madre del bombero Timothy que murió prestando servicio en el World Trade Center, piensa que el centro cultural islámico puede llegar a ser “un lugar de reconciliación y sanación”. Según dijo a Semana.com, “no podemos proyectar en una comunidad musulmana pacífica la rabia que sentimos contra los criminales asesinos que nos atacaron el 11 de septiembre”.

Welty habla desde su propia experiencia. En el 2004, tuvo la oportunidad de viajar a Afganistán a visitar familias que habían perdido sus seres queridos debido a los bombardeos estadounidenses. El recibimiento cálido de los musulmanes le permitió entender que la rabia y el desprecio sólo propician tragedias como las que experimentaron.

Al igual que Welty y Hossain, muchos tienen las esperanzas puestas en que la nueva mezquita permitirá a la población islámica sentirse incluida dentro de la ciudad. El Park 51 no dejará de ser una construcción controversial, pero si se logran controlar los ánimos de los opositores, podrá ser aprovechado para sanar el odio hacia el mundo musulmán. Los neoyorquinos deben recordar que la guerra estadounidense es contra el terrorismo, no contra el islam.