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Fiordos en la Patagonia (Chile) | Foto: .

TURISMO

Viaje al frío sur: una experiencia en el fin del mundo

La Patagonia chilena no solo ofrece una memorable experiencia, sino también uno de los más impactantes paisajes.

15 de noviembre de 2013

Estar sentado en cualquier sitio del parque Nacional Torres del Paine en la zona austral chilena, es un verdadero lujo. Esta zona magallánica en la Patagonia que colinda con la Antártica chilena fue declarada por la Unesco reserva de la biósfera. Una superficie de 227.000 hectáreas y allí, imponente, están las Torres del Paine y sus cachos, sobresalientes de la cadena montañosa coronadas en su mayoría por nieve y declaradas como la octava maravilla natural del mundo.

Las Torres son apenas el abrebocas de lo que brinda, a nivel natural y ecológico, la región de Magallanes integrada por Puerto Natales y Punta Arenas, a más de 2.500 kilómetros al sur de la capital chilena.

El frío cala los huesos en esta región. Montañas por punta y punta, cuevas históricas, cóndores que sobrevuelan la zona con propiedad, zorrillos, guanacos, armadillos, liebres, pumas y una especie de ciervo llamado Guemul se pueden apreciar en esta inmensidad patagónica.


Las torres del Paine, zona declarada reserva de la biósfera por la Unesco.

Para llegar a la Patagonia hay que aterrizar en Santiago. Luego, tomar un vuelo doméstico que hace escala en la moderna y turística de Puerto Montt con destino final Punta Arenas. De allí, en transporte terrestre a Puerto Natales. El recorrido es tres horas aproximadamente y es cuando comienza a apreciarse la vastedad de esta región, en la ruta bautizada Fin del Mundo. Ya en ese poblado se siente que la Patagonia es propiedad privada del visitante.

Por su extensión, 48.974 kilómetros cuadrados, y por su población, tan sólo 18.000 habitantes (según el censo de 2012), la soledad y la tranquilidad están a flor de piel. Hay demasiado territorio por recorrer sin que nadie lo perturbe. Los recorridos son más fáciles con la ayudas de guías proporcionados por el Hotel Remota, uno de los más importantes y lujosos de la zona. Es la verdadera ruta al Fin del Mundo. La región también es conocida como última esperanza por la provincia que la alberga en honor al navegante Juan Ladrillero, quien así la catalogó, en uno de sus viajes, como su última oportunidad de encontrar el Estrecho de Magallanes desde el norte al sur.

Luego de este recorrido por Puerto Natales, al turista lo espera otra aventura. Un crucero turístico, Skorpios, que lo lleva a lo inimaginable: a los glaciares de la zona austral. Algunos de ellos fueron bautizados por ésta, la naviera que en solitario recorre la majestuosa e imponente zona. Amalia, El Brujo, San Rafael, el Capitán Constantino, son los nombres de algunas de aquellas masas de hielo que impresionan y donde el ser humano se siente indefenso. Tan sólo Amalia, a la que los turistas logran acercarse y acariciar sin problema, tiene 160 metros de altura y tres kilómetros de ancho, a pesar que en los últimos años ha perdido un kilómetro de pared glaciar.

 

Las cuevas del Milodón.

El frío a finales de octubre y durante comienzos de noviembre puede llegar a los nueve grados de temperatura. Sin embargo, la sensación térmica por el efecto de los vientos -que van de los 15 a los 35 nudos- permite creer que se está bajo los cero grados de temperatura. El panorama por momentos se vuelve indescriptible: al mirar hacia arriba se ven solo montañas de blancas “cabezas” vestidas y, hacia abajo, el mar mezclado con hielo que parece un rompecabezas a punto de armarse. El silencio se ve interrumpido únicamente por los deshielos, el desprendimiento de gigantescos témpanos que con su fuerza produce además de un estruendo una gigantesca ola. Un espectáculo natural que copa la visión y despierta el alma.

Así es la zona, llena de microclimas, colorido, magia, a la que se recomienda ir entre octubre y noviembre (plena primavera), diciembre a febrero (verano), sin descartar entre marzo y abril, cuando se vive el otoño. Sin duda el cierre del año es la época más frecuentada por turistas de todo el mundo que quieren vivir la transición anual en una fría pero mágica región: en el verdadero Fin del Mundo que, sin embargo, puede ser el inicio del paraíso terrenal.


*Este viaje se realizó por cortesía de LAN-Hotel Remota y Skorpios