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PELIGROSOS EQUIVOCOS

Una lluvia de negociadores pasa por Bogotá pero deja una estela de malos entendidos

3 de octubre de 1983

La pasada fue otra gran semana diplomática -un poco exraña- del Presidente colombiano Belisario Betancur. Comenzó ésta con notables bríos y buenos augurios, pero terminó con aparentes nubarrones de sospechas entre los dialogantes de la paz en El Salvador, hasta el punto que los observadores llegaron a temer que el proceso negociador, abierto en Bogotá el 31 de julio pasado con la reunión de Stone y Rubén Zamora, estaba a punto de desmoronarse.
Comenzó bien la semana, decimos, pues el lunes temprano --como le gusta a Betancur-- se reunieron en el Palacio de Nariño, y por primera vez, voceros de la Comisión de Paz de El Salvador con representantes de los opositores Frente Democrático Revolucionario (FDR) y Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). El primer grupo lo integraban monseñor Marcos Revelo obispo de Santa Ana, y el presidente de la Comisión, Francisco Quiñonez, y en el segundo alinearon el economista Carlos Molina, por el FDR, y el estudiante Oscar Bonilla, por el FMLN.
El Presidente Betancur, quien asistió como testigo a tales pláticas, siguió no obstante en su línea de mutismo ante la prensa, pidiendo ser entendido por ella, dados los riesgos de que una palabra mal dicha arruinara el esfuerzo negociado. Ese mismo día para él otra gloria: de París le llegó a Betancur una carta, de 22 líneas, en la que el Presidente Mitterrand renovaba su respaldo al "esfuerzo que usted ha emprendido para bloquear el engranaje de violencia que tan gravemente amenaza la democracia y paz en su región".
Después, llegaron a Bogotá los señores Stone y Aguiñada. Todo el mundo creyó que venían a reunirse los dos para continuar el diálogo efectuado 24 horas antes en San José, Costa Rica. Pero no fue así. Cada uno por su lado venía a informar al mandatario colombiano sus opiniones sobre la marcha de las charlas. Cuando tal reunión no se dio surgió el rumor de que la disponibilidad para el diálogo de esas dos figuras se había mermado por declaraciones "inadecuadas" de una de ellas. A esto se sumó el hecho de que unas frases de Stone, al salir de Palacio, fueron transcritas sin exactitud por la prensa creándose la impresión de que Stone en Bogotá había "regañado" a los voceros rebeldes cortando los puentes con ellos. Lo que Stone realmente había hecho recogía únicamente la recomendación de Betancur, dada tanto a Stone como a Aguiñada, de no dar declaraciones que pudieran dañar las negociaciones de paz. Ese malentendido de los medios hizo pensar a los observadores que las posibilidades de nuevos diálogos estaba en duda. Por fortuna no era así.