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Perón, 30 años

Se cumplen tres décadas de la muerte de Juan Domingo Perón, que sigue influenciando la política argentina.

27 de junio de 2004

Nadie como Juan Domingo Perón influenció el acontecer de Argentina en los últimos 70 años: el Perón nacionalista del año 45, el Perón de Evita, el Perón derribado en 1955, el Perón exiliado 18 años en su mansión de Puerta de Hierro en Madrid, el Perón otra vez presidente en 1973 y el peronismo sin Perón: el de Isabel, su esposa y sucesora, el de los paramilitares peronistas de los años 70 que combatían a los también peronistas guerrilleros Montoneros, el de los portaestandartes del libre mercado como Carlos Menem y el de sus furiosos críticos como Néstor Kirchner, tan en las antípodas políticas, pero siempre en el mismo partido y siempre en el poder. Hace 30 años murió aferrado al poder, que para él era la única forma de morir.

Como Haya de la Torre en Perú y Lázaro Cárdenas en México, Perón fue uno de los más eximios representantes del nacionalismo latinoamericano.

La Segunda Guerra Mundial marcó la declinación de Gran Bretaña como potencia dominante, de la cual Argentina era su más preciada joya, y el ascenso irresistible de Estados Unidos, que avanzaba veloz por América Latina. Entre una cosa y otra la Argentina vivió una situación excepcional. Los lingotes de oro impedían caminar por el Banco Central, porque el país aprovechó la conflagración mundial para vender trigo y carne a Europa, y salió de la guerra como tercera potencia económica y comercial, uno de los únicos tres países del mundo que eran acreedores y que le prestaron a la exhausta Inglaterra. El mercado interno florecía, la desocupación no existía y la sustitución de importaciones daba nacimiento a una próspera industria nacional.

Fue entonces cuando el coronel Juan Domingo Perón surgió como líder de la nación independiente y próspera que se resistía al avance avasallador de la potencia del norte sobre el sur del continente.

El enfrentamiento entre Perón y Estados Unidos recuerda el conflicto entre Hugo Chávez y Washington hoy. Perón había sido nombrado ministro de Trabajo en 1943 por el gobierno militar de turno, y se granjeó el apoyo de las clases más pobres con medidas populistas que exasperaron a los partidos tradicionales y al embajador norteamericano en Buenos Aires, Spruille Braden. La embajada presionó que fuera destituido y detenido en octubre de 1945, pero el 17 de ese mes fue liberado por una insurrección que, a la larga, lo condujo al triunfo en las elecciones de 1946.

El lema de la campaña peronista es recordado hoy: carteles con la leyenda "Braden o Perón" tapizaron Buenos Aires. Recordaba Perón que "este eslogan fue más elocuente que ningunno para convencer a los argentinos que votaran por mí".

El peronismo había nacido y con él, 10 años de un gobierno que predicaba la famosa Tercera Posición entre el comunismo y el capitalismo. Su esposa Evita se convirtió en la santa Madona de los pobres, mientras Perón estatizaba los ferrocarriles, los teléfonos, el gas y la electricidad, el Banco Central y los depósitos, y adoptaba las medidas más favorables de la historia a la clase trabajadora que le valieron la adhesión fervorosa de los 'descamisados'. Cosas que durante años parecieron tan obvias y que sin embargo hoy, en la era neoliberal, están en peligro de muerte: el salario mínimo, las vacaciones pagas, la jubilación, el seguro médico, la cobertura de los accidentes de trabajo, los sindicatos, las primas, los derechos de las mujeres.

En 1955, dos años después de la muerte de su adorada Evita, un golpe clerical-derechista lo echó del poder. Perón se instaló en Madrid donde, en 1961 se casó con una bailarina, María Estela Martínez. Durante sus 18 años de exilio el general conservó su influencia en la política local, hasta que, ante la imposibilidad de erradicarlo de las mentes populares, los militares lo invitaron a volver. En octubre de 1973 fue elegido de nuevo presidente, cargo que ocupó hasta su muerte, el primero de julio de 1974, a los 79 años. Fue sucedido por su esposa, Isabel de Perón, que había sido elegida vicepresidenta, y que fue derrocada por los militares en 1976.

El analista Rosendo Fraga, director del Centro Nueva Mayoría, declaró para SEMANA que, aunque el fervor por Perón ha disminuido, el peronismo continúa siendo dominante porque "no es un partido, ni un movimiento, ni una ideología. Es una cultura del poder, la que mejor expresa las contradicciones de la sociedad argentina, donde lo ideológico queda en segundo plano frente al pragmatismo del poder".

Para el analista, esta característica está asociada a Perón: "Hubo muchos Perones: estaba con la guerrilla y en otro momento la combatía, se enfrentaba con Estados Unidos y luego negociaba los contratos petroleros con Washington, giraba de izquierda a derecha según las circunstancias".

Por eso, el peronismo puede pasar hoy de Carlos Menem -privatizador, partidario del liberalismo económico y de la globalización- a Néstor Kirchner, que ha renacionalizado ferrocarriles, correos y varias de las empresas privatizadas en la década pasada, que adopta un discurso setentista en derechos humanos, recordando a los montoneros perseguidos por la dictadura militar, pero que se cuida de mantener una buena relación con la Casa Blanca.Esta cintura del peronismo para adaptarse a lo que venga explicaría su sobrevivencia.

A los agoreros que desde hace 70 años pronostican el fin del peronismo, Fraga les advierte que, por lo menos durante esta década, el partido del general Perón seguirá siendo la fuerza política dominante. Por lo visto hay peronismo para rato.