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Pesadilla sin fin

La confesión del político Bob Kerrey sobre una masacre en Vietnam deja perplejos a los norteamericanos.

4 de junio de 2001

El fantasma de la guerra de Vietnam sigue atormentando a los estadounidenses. Esta vez la sal en esa herida abierta corrió por cuenta de un personaje de primera línea en Estados Unidos. Bob Kerrey es héroe de guerra, exitoso empresario, ex gobernador de su natal Nebraska y ex senador por el mismo estado. Fue aspirante a la candidatura demócrata en 1992 y es mencionado para 2004. Pero desde la semana pasada es sospechoso de masacre. Kerrey produjo una tormenta de opiniones cuando admitió públicamente que la acción heroica por la cual le fue otorgada la estrella de bronce fue en realidad una masacre en la que murieron por lo menos 13 personas, todas ellas mujeres, niños y ancianos. El ex senador decidió salirle al paso a la inminente publicación de un artículo sobre el tema en el magazín dominical de The New York Times, escrito por el periodista Gregory Vistica. Este dedicó varios años a investigar los hechos y consiguió tener largas y detalladas conversaciones con Kerrey. Al final, éste decidió hacer frente por su cuenta a la opinión pública para tratar de salvar su carrera política. Kerrey apeló a los sentimientos de sus conciudadanos al decir que “antes pensaba que morir por la patria era el mayor sacrificio que uno puede hacer por ella. Hoy creo que el mayor sacrificio es matar por ella porque los recuerdos no lo abandonan nunca”. Los hechos ocurrieron el 25 de febrero de 1969 en una minúscula aldea de Thahn Phong, del delta del río Mekong, en el sureste de Vietnam. El grupo comandado por el joven teniente Kerrey formaba parte del escuadrón de élite Navy Seals y era conocido como Pelotón Delta. La misión era capturar a un jefe del Vietcong quien, por informes de inteligencia, se encontraba allí esa noche. Thahn Phong está situada en una zona que en 1969 era una de las más peligrosas de Vietnam. Su gente era favorable al Frente de Liberación Nacional, conocido entre sus enemigos como Vietcong. Un área declarada como fire-free zone, donde todo lo que se movía podía ser considerado enemigo. Según Kerrey, él y sus seis hombres se acercaban al poblado en medio de la oscuridad cuando fueron recibidos a tiros. Su grupo respondió el fuego. Pero cuando entraron a la vivienda Kerrey descubrió el espectáculo que hoy, más de 30 años después, le sigue atormentando: en el interior yacían, amontonadas, las víctimas del tiroteo. Ninguna era combatiente. La versión de Kerrey, sin embargo, no coincide con la de Gerhard Klann, el miembro más experimentado del escuadrón. En declaraciones a Vistica, Klann sostuvo que lo que sucedió esa noche en Thahn Phong fue mucho más siniestro. Según su versión los comandos se aproximaron al poblado y encontraron a un grupo de mujeres y niños acompañados por un anciano. Klann apartó al hombre de la vista del resto y le hundió el cuchillo en las costillas. La víctima forcejeó, “no quería morir”. Entonces llegó Kerrey en su ayuda, lo tumbó y le puso la rodilla en el pecho. Sólo así Klann lo pudo degollar sin obstáculos. Los soldados reunieron a los civiles y comenzaron a debatir qué hacer. Estaban a más de 10 kilómetros dentro de territorio enemigo y su decisión no era fácil, dice Klann. “Si los soltábamos podían alertar a las tropas enemigas y entonces éramos hombres muertos”. Tras sopesar sus opciones resolvieron asesinarlos. Kerrey dio la orden y sus hombres dispararon a menos de tres metros. Cuando se callaron los quejidos sólo quedó el llanto de un bebé. Esas declaraciones coinciden con otras tomadas por un equipo del programa 60 Minutes, que no conocía el relato de Klann. Las dio en el sitio de la tragedia Pham Tri Lanh, una mujer que presenció los hechos sin ser vista. “Yo estaba detrás de una mata de plátano, dijo, y vi cómo degollaban al hombre. Se cabeza quedó colgando de la piel de la nuca”. Cuando se destapó el escándalo reporteros occidentales entrevistaron también en la propia aldea a Bui Thi Luom, quien tenía 12 años, era la mayor de las niñas y fue la única sobreviviente del grupo. Ella recuerda que contó siete hombres. Y que al viejo lo degollaron frente a las tres nietas cuando empezó a gritar tras la muerte de su mujer. Luego agruparon a la gente mientras otra anciana se arrodillaba ante los hombres para pedir clemencia. “Entonces ellos comenzaron a disparar”. Las versiones de Kerrey y Klann tienen fallas. Vistica plantea que si la del primero es correcta alguien tuvo que levantar a los civiles y agruparlos para luego disparar contra los soldados. Pero eso no parece creíble puesto que los lugareños estaban entrenados para lanzarse a unos refugios en caso de tiroteo y agruparse era precisamente lo que tenían prohibido. Pero aun si hubieran decidido no seguir las reglas Vistica sostiene que es muy difícil que a unos 100 metros, como sostiene Kerrey, el fuego disparado a ciegas hubiera matado a todos los del grupo. El relato de Klann también tiene una inconsistencia porque no se explica cómo si los soldados no querían ser descubiertos por el enemigo resolvieron asesinar a los civiles con ráfagas de M-16, audibles a kilómetros de distancia. El caso plantea preguntas inquietantes, sobre todo si se tiene en cuenta que Kerrey, aunque recibió su condecoración por esa acción asegura que en su reporte mencionó las muertes de civiles. Pero en el acta oficial se sostiene que el resultado fue de 21 guerrilleros del Vietcong muertos. Los récords de transmisiones de radio hablan de 25 muertos, 13 civiles y 12 combatientes. Todo lo cual sugiere que, aunque en forma tácita, la actitud oficial del ejército hacia la muerte de civiles era permisiva. La misma existencia de zonas free-fire, donde cualquiera podía ser considerado enemigo, demuestra que la población era vista como objetivo militar. La escasa sanción por dos masacres investigadas parece demostrarlo (ver recuadro). Y sugiere también que la acción de Thang Phong pudo ser una de muchas tragedias desconocidas en una guerra degradada como la de Vietnam. Lo cierto es que Kerrey no quiso polemizar con Klann y se limitó a decir que “ambos tenemos recuerdos diferentes”. No podía ser de otra manera pues su compañero fue quien, unos meses más tarde, salvó a Kerrey en una acción en la que el ex senador perdió parte de una pierna, la misma que hasta ahora le daba su aura de héroe de guerra.