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PIEDRAS EN EL CAMINO

Las crisis de Alemania podrían ser el comienzo del fin de Kohl y un serio revés para la integración europea.

8 de junio de 1992

QUE ALEMANIA Y JAPON PERDIERON EN la guerra pero ganaron en la paz se convirtió, sobre todo después de la reunificación de la primera en 1990, en una proposición incontestable. Hoy, sin embargo, esa tesis está en tela de juicio porque esos gigantes económicos enfrentan problemas que podrían producir un efecto dominó sobre buena parte de los logros de la postguerra fría. El viernes anterior terminó la primera huelga de servicios públicos en Alemania desde 1974, y el país tuvo que vivir dificultades propias del Tercer Mundo. El pronto arreglo del diferendo era de esperarse, pero sus condiciones confirmaron que el camino de Alemania no está tan despejado como se pensaba.
Los problemas de Alemania nacen de los enormes costos provenientes de la reunificación y de la crisis de identidad que supone el hecho de que los dos antiguos sectores siguen actuando y pensando como si fueran en realidad dos países. Hace dos años el canciller (Primer Ministro) Helmut Kohl era el político más poderoso de Europa, el hombre que había sido capaz de capitalizar la caída del comunismo para lograr una reunificación de Alemania. La República Federal era el país más rico de Europa Occidental, y la República Democrática tenía un desarrollo muy superior al del resto del bloque comunista.
Sólo algunos como el novelista Gunther Grass, señalaban que el proceso costaría demasiado. Pero Kohl no estaba dispuesto a señalar esos peligros en vísperas de las elecciones parlamentarias que ganó en diciembre de 1990. Al fin y al cabo la economía oestealemana había sido capaz de crear 2,25 millones de nuevos empleos entre 1983 y 1990, con una reducción del desempleo del 10 a menos del cinco por ciento, y eso que y la había comenzado la inundación de inmigrantes. Pero desde la reunificación el deterioro ha sido ostensible, pues el desplome de la economía estealemana llegó a niveles inesperados. Desde mediados del año pasado la imagen de Kohl se ha deteriorado tanto, que el canciller ha sido recibido en sus giras con lluvia de huevos. A pesar de todo, sólo hace unas semanas, mientras pasaba la Semana Santa en Austria, Kohl admitió que sus conciudadanos tendrían que apretarse más los pantalones. Esa era una mala noticia para contribuyentes que ya desde mediados de 1991 han tenido que pagar contra lo prometido inicialmente por Kohl, una "sobretasa de solidaridad" del 7,5 por ciento sobre el impuesto a la renta, una sobretasa del precio de la gasolina de 15 centavos de dólar por litro y un aumento del siete al 10 por ciento en el importante rubro de las pólizas de seguros. Los oestealemanes parecen cansados de pagar por la recuperación de Alemania Oriental (una transferencia estimada en 1.200 dólares por cabeza), cansados de pagar por la inserción de miles de inmigrantes de Europa Oriental incluidos los de origen alemán y cansados, según indican las encuestas, del propio gobierno de Kohl y sus Demócratas Cristianos.
Las cifras indican que la carga a asumir por los oestealemanes es verdaderamente pesada. Según el semanario Der Spiegel, el endeudamiento del fisco asciende a 790 mil millones de dólares, mientras el banco central del Land de Baviera pronostica que en tres años esa cifra podría llegar a 1,2 billones. En 1989 el fisco pagó 41 mil millones de dólares en intereses y se espera que para 1995 esa cifra haya llegado a 105 mil millones.
Para empeorar las cosas, la parte oriental del país requiere anualmente inversiones públicas y privadas por 73 mil millones de dólares, pero en 1991 los flujos privados no llegaron a ocho mil millones. A esto se agrega que el desempleo llega en el país a 3,1 millones de personas, lo cual equivale al 15,9 por ciento de los estealemanes y a más del 5,6 por ciento de los occidentales. Se piensa que el crecimiento no superará en este año el 1,5 por ciento, una disminución drástica frente al cinco por ciento de los últimos años.
La Treuhandanstaldt, entidad fiduciaria creada para manejar la privatización de las casi 10 mil empresas estatales del sector oriental, ha encontrado además que el proceso, fundamental para la equiparación de las dos economías, enfrenta grandes dificultades por dos razones: por un lado, el tema de la propiedad, pues muchas empresas fueron expropiadas por los comunistas, y eso hace que los antiguos dueños estén reclamándolas, lo cual entorpece la transición. Por el otro, al escaso valor de la planta física de industrias obsoletas, hay que restar la desvalorización causada por el grado de contaminación ambiental que permanece en las instalaciones.
En esas condiciones el conflicto, laboral de Alemania Occidental (el movimiento de los servicios afectó sólo a ese sector) se planteó como la pérdida de la fe popular en el del proceso de balanceo de las dos economías. El acuerdo sobre las pretensiones de aumentos salariales se cifró alrededor del 5,7 por ciento, lo que fue visto como una derrota del gobierno. Todo indica que el triunfo sindical podría desencadenar una cascada de huelgas en las industrias Para los analistas, el resultado fue también el triunfo de quienes pretenden que el Este se desarrolle sin que los occidentales tengan que meterse la mano al bolsillo. Esos analistas afirman que de esa manera los sindicatos de Alemania Occidental han conseguido no sólo conpensación por los impuestos gastados en el Este, sino resistir la presión contra los salarios que era de esperarse por la irrupción de los estealemanes, acostumbrados a menores ingresos.
El panorama político de Kohl se oscurece con cada día que pasa. La renuncia de su vicecanciller y ministro de Relaciones Exteriores, HansDietrich Genscher, el político más popular de Alemania, ha hecho que algunos piensen que su partido de los Demócratas Libres (liberal) está a punto de retirarse del gobierno, con lo que la crisis sería prácticamente inevitable.
Desde marzo, el presidente del opositor del Partido Social Cristiano, Bjorn Engolm, advirtió que el balanceamiento de las economías alemanas requeriría la transferencia de 85 mil millones de dólares anuales durante los 10 próximos años, y que eso requeriría un gobierno de verdadera unión nacional. Cuando declaró en ese mes que "no habrá otra oferta de mi parte para un diálogo de ese tipo ", muchos vieron un ultimátum para Kohl, quien probablemente recibió el retiro de Genscher como otro aviso en ese sentido. Algunos han visto un paralelo de esta situación con la crisis que terminó en 1974 con el final del gobierno de Willy Brandt o con la salida de Genscher y su partido del gobierno de Helmut Schmidt, que terminó poniendo en el poder a los demócratas cristianos de Kohl.
Sea como fuere, Alemania sigue siendo la potencia dominante de Europa, si bien su posición internacional, sobre todo de cara a la Comunidad Europea, se ha debilitado frente, por ejemplo, a la Gran Bretaña. Londres, que asumirá la presidencia rotativa de la CE en julio, seguramente pondrá el énfasis más en la ampliación de la Comunidad a otros países de Europa Occidental, antes que en afianzamiento de los vínculos entre los actuales como es la preferencia de otros, entre ellos Alemania. Pero por encima de eso la situación económica del gigante centro europeo y el resultado de la ola de huelgas podrían tener efectos muy determinantes sobre el Mecanismo Europeo de Cambios, en la medida en que el Bundesbank (el banco central de Alemania) deba aflojar su rígida política antiinflacionaria, lo que dejaría alEC sin su anclaje principal de estabilidad de precios. La unión monetaria europea quedaría más sujeta a cuestionamientos que lo que está ahora.
Los alemanes se han tenido que acostumbrar a sus limitaciones, y eso quedó claro cuando el canciller Kohl, en su viaje de la semana pasada a Nueva York, anunció ante una agremiación de periodistas que su país había "lIegado al límite de su capacidad en la ayuda a la antigua URSS y los países de Europa Oriental", para los cuales ha destinado más de 100 mil millones de dólares. "Ahora es tiempo de que Japón, una nación exportadora, asuma una parte más grande de sus responsabilidades compartidas con occidente, para asegurar el éxito de las reformas en Europa Oriental y la CEI". La proposición de Kohl produjo reacciones cautelosas en Tokio, que atraviesa sus propios y muy graves problemas. Pero esa es otra historia...