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Poder 'eurogay'

Los políticos homosexuales invaden la escena en el Viejo Continente, un reflejo de una nueva actitud en la sociedad.

17 de octubre de 2004

Primero llegan al poder y después 'salen del armario'. Este es el camino que han seguido muchos líderes europeos como el alcalde de París,

Bertrand Delante, y el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit. El último en hacerlo fue el jefe del Partido Liberal alemán, Guido Westerwelle, que reavivó la polémica sobre el 'poder gay' en Europa. Los más ofendidos aseguran con alarma que "la política europea se está homosexualizando", mientras los progresistas consideran que este proceso es un avance social.

Las organizaciones de gays y lesbianas vienen ganando posición y poder en Europa, como lo demuestra el primer Congreso de Policías Gays, celebrado en Holanda, y su ascenso en los partidos tradicionales de los 25 países de la Unión Europea.

"Los gays hemos comprendido que sólo llegando y tomando posiciones en los órganos ejecutivos, legislativos y en los partidos políticos podemos defender y ampliar nuestros derechos, y de ahí el aumento de la participación activa en política de los colectivos de homosexuales y lesbianas en toda Europa", dijo a SEMANA Pedro Zerolo, dirigente gay del Partido Socialista Obrero Español (Psoe).

Hasta hace pocos años, para un político europeo salir del armario significaba una condena a la marginalidad o el fin de su carrera. De hecho, el líder derechista holandés Pim

Fortuyn fue asesinado en 2002 después de declarar abiertamente sus preferencias sexuales. Pero en Europa las cosas han cambiado tanto que hoy confesar la homosexualidad constituye incluso una 'ventaja' política.

En Alemania, los tres políticos importantes que han salido del armario consiguieron un fuerte aumento de su popularidad. Así sucedió con el jefe del gobierno de Hamburgo, Ole von Beust; el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, y el líder del Partido Liberal Guido Westerwelle, que aspira ser vicecanciller y ministro de Relaciones Exteriores de Alemania si la tradicional coalición de su partido con los cristianodemócratas sube al poder en las elecciones de 2006.

"El éxito de los políticos que declaran su homosexualidad radica en su franqueza; los votantes los ven como más honestos, simpáticos y con glamour, y estos

dirigentes, muy astutos, no se cansan de repetir la frase de Platón según la cual los políticos perfectos son homosexuales porque no concentran su atención en el matrimonio, ni en los hijos, sino en las leyes", explicó a SEMANA el politólogo Wolfgang Siefert de la Universidad de Frankfurt.

Las principales luchas de estos líderes son conseguir el derecho al matrimonio y la adopción de niños para los gays y lesbianas. Dinamarca cuenta desde 1989 con una ley de parejas homosexuales, y en este camino le siguió Noruega, al punto que hoy en casi todo el norte de Europa están equiparados los derechos de homosexuales y heterosexuales. En España también fue aprobada hace unos días una ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo que ha originado una gran controversia entre el gobierno socialista y la iglesia Católica. En 2002, el parlamentario conservador y entonces ministro de Finanzas de Noruega, Per-Kristian Foss, se convirtió en el primer alto funcionario europeo en casarse con su compañero sentimental bajo estas nuevas leyes.

Se estima que en Europa viven más de cinco millones de gays, y el 'voto rosa' cada vez es más disputado en las elecciones por los candidatos de izquierda y de derecha, aunque su 'nicho' habitual han sido los partidos verdes y los socialistas, más abiertos a la igualdad de derechos para el tercer sexo.

La actual ola de 'destapes' de políticos homosexuales, pese a la popularidad que les ha deparado, también viene siendo criticada dentro y fuera de los partidos. El profesor Siefert comentó que "muchos electores temen que estos políticos, luego de declarar su homosexualidad, comiencen a gobernar o legislar sólo para defender sus intereses gays y dejen de actuar en favor de todos los ciudadanos". Una preocupación que el máximo dirigente de la Unión Demócrata-Cristiana (CDU) en Brandemburgo, Jörg Schönbohm, ha resumido así: "No necesitamos más homosexuales, sino familias que tengan y críen hijos".

Esta es la gran paradoja actual de Europa. El Viejo Continente envejece a un ritmo vertiginoso y las parejas ya no quieren tener hijos, mientras los homosexuales ganan en posiciones de poder. ¿De dónde sacará Europa la población joven que necesita para su subsistencia? ¿Acaso del Tercer Mundo?