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Por el camino verde

Conmoción en Brasil por revelaciones sobre nuevas rutas del narcotráfico.

11 de junio de 1990

Como dice la canción, Brasil es un país "bendecido" por Dios y bonito por naturaleza. Con 10 países fronterizos, 5 mil kilómetros de navegación, 8 mil de líneas costeras y sofisticado servicio aéreo y marítimo con tres continentes más, es también considerado escala obligatoria en la ruta de la cocaína, según las autoridades policiales que en un informe reservado llegan a la alarmante conclusión que es "el más confiable y fuerte vínculo para los envíos de la droga a Europa".
Según un documento reservado de la Policía Federal Brasileña entregado la semana pasada al director de la institución, Romeo Tuma, el cartel de Medellín se está extendiendo cada vez más en el territorio brasileño, sobre todo a los pueblos y ciudades fronterizos, donde ha llegado una inesperada "bonanza" económica, seguida de nuevos residentes colombianos.
Según el mismo informe, el cartel de Medellín controla el tráfico de la cocaína desde 1984 y sus miembros mantienen encuentros con la mafia italiana en territorio brasileño. En el análisis de la Policía Federal, el control del tráfico en Brasil por parte de los colombianos obedece a un plan lógico. Antes de instalarse, los carteles de la droga colombiana tenían que enfrentar largas distancias y enormes dificultades para transportar el éter y la acetona contrabandeados de Brasil, gran productor de esas materias primas indispensables para el refinamiento de la cocaína, a los laboratorios colombianos donde se procesaba la pasta base del alcaloide que venía de Bolivia y Perú. Según las autoridades brasileñas, que están alarmadas con el continuo paso de mulas con droga a través de uno de los aeropuertos más movidos del continente latinoamericano, como es el de Río de Janeiro, el cartel decidió simplemente transferir sus laboratorios para Brasil, donde no sólo obtiene las materias primas con facilidades, sino que también está más cerca de las zonas producción.
Los colombianos, clasificados como "invasores indeseables", según el mismo documento, serían responsables de la instalación de redes secretas de laboratorios para la refinación de coca en la selva amazónica, y en el área de "Cruzeiro do Sul", frontera peruana con Brasil. La preocupacion de las autoridades brasileñas confirma lo que muchos expertos de narcóticos norteamericanos venían observando y advirtiendo, que la guerra desatada por el Presidente Barco contra el narcotráfico está obligando a los traficantes colombianos a repartir la red en países vecinos como Perú, Ecuador, Bolivia y, naturalmente Brasil.
Eso, por otro lado, ha hecho que también se abrieran nuevas rutas para la distribución de la droga a partir de Brasil. Según el informe, el año pasado fueron identificadas cinco nuevas rutas. La más reciente de Brasil con el exterior fue descubierta en diciembre del 89, en Copenhague, Dinamarca. Un libanés residente en Brasil, en tránsito para Damasco, Siria, llevaba en la maleta seis kilos de cocaína dentro de una cobija prolijamente perfumada. Era el cuarto mensajero de la nueva vía Brasil-Siria. Otras rutas son la que une a Manaos, en plena amazonia, con Portugal, o Chile con Italia pasando por el aeropuerto internacional de Río, o Bolivia con Alemania siempre con escala en Río, o la marítima partiendo del puerto de Fortaleza hacia Lisboa o Miami.
Pero lo que seguramente está mereciendo la atención de las autoridades brasileñas sobre ese fenómeno relativamente viejo, es la llamada "colombianización" de los países vecinos. Y hoy en día decir Colombia en el exterior es decir, desgraciadamente con razón, "droga y violencia".