Home

Mundo

Artículo

Tony Blair frente a su residencia oficial, el número 10 de Downing Street

REINO UNIDO

¿Por la puerta de atrás?

Tony Blair se acerca al final de su gobierno afectado por un escándalo de corrupción que podría dañar definitivamente su imagen histórica.

17 de febrero de 2007

Lejanos, muy lejanos parecen los días en que apodaban a Tony Blair, el primer ministro británico, 'Teflón Tony'. Con casi una década en el poder a cuestas, ya no es el carismático líder al que la suciedad no se le pega. Un escándalo por la supuesta venta de títulos nobiliarios para recaudar fondos para el Partido Laborista amenaza con dañar para siempre su imagen, precisamente ahora, cuando se acerca el plazo que se impuso a sí mismo para dejar el poder.

Blair ya no sólo es el líder laborista que más tiempo ha ocupado el puesto. También es el único primer ministro en ejercicio que ha sido sometido a un interrogatorio policial. El escándalo comenzó cuando alguien notó que los lores más recientes (que salen de unas listas de recomendados por las agrupaciones políticas) eran simpatizantes laboristas que habían contribuido a las arcas del partido. La ley castiga la venta de estas distinciones, y la denuncia de un diputado nacionalista escocés, Angus MacNeil, dio inicio a una investigación de la Scotland Yard que ya lleva unos 10 meses. Cuatro ricos empresarios, recomendados para altos honores han admitido sus donaciones secretas antes de las elecciones generales de 2005.

El caso no había despertado mayor atención hasta cuando, en julio pasado, la Policía arrestó a Michael Levy, más conocido como Lord Levy, el principal recaudador del Partido Laborista. Levy es compañero de tenis y amigo personal de Blair. Su relación nació en 1994 en una cena diplomática en la embajada de Israel en Londres. El dinero recaudado por Levy ayudó al entonces joven político, recién nombrado líder laborista, a llegar al gobierno en 1997. A los pocos meses, el recaudador se convirtió el barón Levy de Mill Hill y en 2000 fue el enviado especial de Blair en Oriente Medio. Después de interrogarlo, la Policía lo dejó salir en libertad bajo fianza.

Hasta ahí, el caso ya era escandaloso, pero tomó todavía más vuelo el 14 de diciembre, cuando la Policía, muy discretamente, visitó a Blair en la dirección más famosa de Gran Bretaña, el número 10 de Downing Street, para interrogarlo en calidad de testigo, mas no de acusado. Después, el 19 de enero, una ayudante cercana a Blair, Ruth Turner, también fue interrogada por la venta de títulos y por una posible obstrucción a la justicia. En esos días Lord Levy volvió a ser interrogado. Pero el clímax de todo el asunto llegó el 26 de enero, cuando el Primer Ministro fue interrogado en su residencia por segunda vez durante 45 minutos.

Desde entonces, la prensa británica ha publicado todo tipo de rumores. Se habla de un segundo sistema informático entre los funcionarios, paralelo al oficial, para tratar el asunto, versión que Downing Street ha negado. Se ha dicho que uno de los consejeros del primer ministro tiene un explosivo diario personal con detalles de los hechos e incluso The Sunday Telegraph aseguró que la Policía tiene un manuscrito de Blair sobre la venta de los títulos nobiliarios. Las dudosas filtraciones, atribuidas a la Policía, han abundado.

El escándalo de esa oscura cercanía con los poderosos podría ser especialmente dañino para un partido como el laborista, que no sólo prometió ser más puro que la nieve cuando llegó al poder, sino que tiene raíces históricas en los sindicatos y las clases trabajadoras. Sin embargo, según los sondeos, tres de cada cuatro encuestados opinan que la situación ha sido igual con los anteriores gobiernos conservadores. Pero en el camino, la investigación dio un giro inesperado pues ya no se trata sólo del caso, sino también de una posible obstrucción de la justicia. La sospecha de que los laboristas han destruido u ocultado pruebas debilita aun más a Blair. No son pocos los que ven sobre Downing Street la sombra de Watergate. El estadounidense Richard Nixon no perdió la Presidencia porque su partido, el republicano, espió a los demócratas. La perdió porque lo supo y mintió para ocultarlo.

El proceso se ha dilatado mucho más de lo esperado, pero el trabajo de Scotland Yard probablemente concluirá en un par de semanas, cuando decida si le pide a la Fiscalía procesar a alguien. La posición de Blair se podría tornar insostenible si sus colaboradores, o Lord Levy, llegaran a esa instancia. Pero es probable que el caso no tenga consecuencias judiciales. "No hay evidencia para probar que Blair o su equipo rompieron la ley o conspiraron para obstruir la justicia, dijo a SEMANA George Jones, profesor emérito de gobierno de la London School of Economics. ¿Por qué la Policía recogió los argumentos de partidos nacionalistas minoritarios, que fueron malabares políticos, y comenzaron sus averiguaciones? Porque no tenían evidencia y trataron de 'sacudir el árbol' con la esperanza de que alguna cayera", añade.

Pero más allá del fallo judicial, todo el asunto ha golpeado la ya desgastada imagen de Blair. "Que la Policía toque a su puerta reduce su prestigio como primer ministro, lo hace lucir como gente ordinaria", explicó a SEMANA Rodney Barker, experto en política británica y autor del libro Political Ideas in Modern Britain. Mientras el proceso esté en curso, la posición de Blair es inestable, y el tema de la sucesión ha vuelto al primer plano. Su batalla se concentra ahora no sólo en establecer su legado histórico, sino en recuperar el control sobre el momento, y la manera, de su partida.

Desde 2005 Blair anunció que no se presentaría a otras elecciones generales y en septiembre del año pasado dijo que en menos de un año se retiraría, después de que el ministro de Finanzas, Gordon Brown, su más probable sucesor, lideró un amague de 'motín' en las filas laboristas. En sus últimas declaraciones al respecto dijo que no lo hará antes de que terminen las investigaciones, pero ese es un calendario que no puede manejar. En mayo cumplirá una década como primer ministro, la meta simbólica con la que muchos han especulado. Posiblemente, la cumbre del G8 (el grupo de países más industrializados del mundo y Rusia), en junio, sea su última gran cita antes de ceder el poder, a regañadientes, a Brown

Lo paradójico es que lo que debería ser una despedida triunfal amenaza con ser una salida por la puerta de atrás. No es exagerado afirmar que Tony Blair podría ser el primer ministro más exitoso en la historia británica. Durante sus años en el gobierno su país ha gozado de bajas tasas de inflación y desempleo y ha cabalgado sobre la prosperidad económica. Blair ha introducido importantes reformas, y conseguido mayores inversiones en salud, educación y asistencia social. También está cerca de encontrar una solución para el conflicto en Irlanda del Norte. Pero todos sus logros han sido eclipsados por su polémico apoyo a la guerra en Irak y hasta los mismos laboristas han presionado su salida. Como asegura el profesor Barker, "Blair puede llegar a los 10 años, pero lo hará como el hombre sediento que a duras penas alcanza el oasis".