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POR QUE AHORA?

Pocos entienden las razones que tuvo el presidente Gaviria para reanudar las relaciones diplomáticas con Cuba.

29 de noviembre de 1993

EL JUEVES 28 DE OCTUBRE, EN MEDIO DE una operación logística cuidadosamente preparada por las cancillerías de Bogotá y La Habana, se dió a conocer una noticia que sorprendió a muchos: Colombia y Cuba reanudaban relaciones diplomáticas para dar fin así a una separación de 18 años. El hecho produjo las reacciones esperadas tanto a nivel nacional como inter nacional. La clase política dividió sus opiniones de acuerdo con los partidos respectivos -los liberales en un apoyo generalizado, los conservadores en una actitud hostíl y la izquierda en una tónica de satisfacción mal disimulada-. Entre tanto, internacionalmente se produjo la esperada reacción de las organizaciones tradicionales de cubanos en el exilio, uno de cuyos voceros, Jorge Mas Canosa, llegó a llamar "gobierno criminal" al de Colombia. Al cierre de esta edición no se conocía el pronunciamiento del otro gran interesado, el Gobierno de Es tados Unidos, mientras los periodistas del exterior llamaban afanosamente a sus colegas colombianos en busca de una razón de fondo para una medida histórica que les resultaba inexplicable.
Pero tampoco para los colombianos resulta fácil entender la dinámica que ha llevado a la reanudación de unas relaciones que han sido tormentosas casi desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Los más ancianos recuerdan la presencia de Fidel Castro como estudiante revoltoso en el 9 de abril, un episodio que marcó para siempre la historia del país en este siglo, pero en el que no se puede afirmar que Castro haya sido relevante. No obstante, es un hecho que si algún país ha tenido un pleito casi personal con el régimen cubano, ha sido Colombia.

UN PLEITO VIEJO
Ese pleito comienza por el hecho de que fue Colombia, durante el Gobierno de Alberto Lleras Camargo, uno de los primeros países en denunciar las actividades de La Habana en favor de la naciente guerrilla comunista de la nación y, por tanto, la incompatibilidad del gobierno cubano con el Tratado Intera mericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Ese hecho condujo al rom pimiento de relaciones con Cuba el 9 de diciembre de 1961, después de que Castro "agraviara" a Colombia en un vio lento discurso.
El acontecimiento fue seguido por la proposición, presentada por Colombia, para que se expulsara a Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA), el 30 de enero de 1962. Fue el canciller José Joaquín Caicedo Castilla quien, en unión del guate malteco Jesús Unda Murillo, se opuso a los intentos del secretario de Estado estadounidense, Dean Rusk, por redactar una resolución menos severa para el régimen cubano.
Hasta qué punto esa actitud no sólo no impidió, si no que estimuló la política cubana de apoyar a las guerrillas del país, es algo que la historia deberá dilucidar. Lo cierto es que en los años que siguieron la decisión de La Habana de ex portar la revolución tuvo un énfasis muy especial en las montañas colombianas.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), uno de los grupos subversivos más antiguos del mundo, florecieron sin grandes éxitos militares gracias al apoyo más o menos velado del régimen comunista del Caribe.
REANUDACION FUGAZ
Esa situación se mantuvo con altibajos hasta 1975, año en el que el gobierno de Alfonso López Michelsen reanudó relaciones con Castro, en cumplimiento de una de sus promesas electo rales de establecer relaciones marcadas por el pluralismo ideológico.
Pero en el período siguiente se sabría que el cálculo de López según el cual era mejor tener cerca al adversario para tenerlo bajo control, resultó equivocado. En eso tuvo mucho que ver el Gobierno de Julio César Turbay Ayala, que asumió una actitud excesivamente alineada con Estados Unidos. El triunfo de los sandinistas en Nicaragua, a mediados de 1979, convirtió a ese país en una demostración viva de que lo sucedido en Cuba podría repetirse en otras naciones y motivó un endurecimiento de la política de Estados Unidos, que se reflejó en el proceso eleccionario de uno de los puestos no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Castro estaba aprovechando un cuarto de hora importante en el Movimiento de los no Alineados, y la presencia de su gobierno en el Consejo le habría dado una posición demasiado influyente en el mundo.
Cuba había presentado su candidatura un año antes, y a última hora el Gohierno colombiano presentó la suya. Corrían los últimos meses de 1979, y la primera votación dió un resultado favorable a la isla, pero sin la mayoría necesaria. Lo usual hubiera sido que Colombia retirara su candidatura, pero el gobierno de Turbay no estaba dispuesto a hacerlo. Eso llevó a una situación insólita que puso a la ONU al borde de una crisis sin precedentes.
Como hecho increíble en la historia, hubo necesidad de realizar 154 votaciones, de las cuales Colombia perdió 153. Después de tres meses, el 7 de enero de 1980 fue elegido México como "candidato de transacción".
Si la posición colombiana resultó insó1ita, la cubana no lo fue menos, pues años más tarde Fidel Castro reconoció que su apoyo a la guerrilla del entonces subversivo M- 19 fue motivada por el deseo de sacarse el clavo por esa frustración en el Consejo de Seguridad.


RUPTURA ANUNCIADA
Entre el 27 de febrero y el 27 de abril de 1980, el comando "Marcos Zambrano" del M-19 protagonizó un acto de resonancia internacional, cuando se tomó la embajada de la Re pública Dominicana con 14 embajadores en su interior para canjearlos por 311 presos políticos. La situación sólo se re solvió cuando Fidel Castro ofreció asilo a los guerrilleros y, aunque no hubo concesiones jurídicas, la imágen internacio nal del Gobierno de Turbay quedó afectada irremediablemente.
Ese asilo al M-19 determinó, probablemente, el cambio de estrategia de ese movimiento, que entendió que en el papel de guerrilla urbana jamás se convertiría en alternativa de poder. En marzo de 1981 ocurrió la llamada "invasión del M-19 por el sur", en la que unos 100 hombres desataron una ofensiva desde la zona fronteriza con Ecuador. Uno de los capturados confesó que había sido entrenado en Cuba.
Como resultado, Turbay resolvió suspender las relaciones diplomáticas con el régimen de Fidel Castro y llamó a Bogotá al último embajador que hasta la fecha ha tenido Colombia en Cuba: José Manuel Arias Carrizosa. Ese período llegó a su clímax en el episodio del barco "Karina", hundido por la Armada colombiana el 15 de noviembre del mismo año cuando intentaba introducir un cargamento de armas en una operación cu yos orígenes fueron rastreados hasta Cuba.
El siguiente episodio de las tormentosas relaciones colombo-cubanas se presentaría en el gobierno de Belisario Betancur, cuando las Fuerzas Armadas de Estados Unidos orquestaron una de las invasiones más desproporcionadas de la historia. El presidente Ronald Reagan lanzó al aparato militar más poderoso del planeta contra la minscula isla de Grenada, cuyo dirigente, el izquierdista, Maurice Bishop -estrecho aliado de Cuba-, había sido asesinado unos días antes. El pretexto de Washington fue la protección de los estadounidenses residentes allí, pero el objetivo era claramente geo político.
Los soldados estadounidenses superaron por su número y equipo a los granadinos y a los soldados cubanos que se en contraban allá, para asesorar al gobierno en varias actividades, entre otras la construcción de un aeropuerto. Entonces el presidente Belisario Betancur, quien propugnaba por una política panlatinoamericanista, ofreció a Cuba el envío del avión presidencial para evacuar a los heridos cubanos.
El gesto produjo grandes manifestaciones de agradecimiento de parte de los cubanos. Pero el pago verdadero vendría después, cuando el mismo M-19, entrenado desde La Habana, se tomó el Palacio de Justicia y cubrió para siempre al Gobierno de Betancur con un manto de tragedia.

POR OUE AHORA?
las relaciones de Colombia con la Cuba revolucionaria han sido un romance tormentoso, plagado de gestos heroícos, amores traicionados y tragedias olvidadas. Entonces por qué, se pre guntan muchas personas, el presidente César Gaviria ha decidido reanudar las relaciones?
La caída del bloque soviético y la desaparición de sus aliados comerciales e ideológicos cambió las reglas del juego para Cuba, y demostró que el sistema colectivista no es viable. En esas condiciones, lo que se viene para la isla puede estar, para los más pesimistas, en la línea de un enfrentamiento armado con un desenlace inmensamente sangriento o, para los optimistas, en la de una transición ordenada a una democracia estilo occidental y a una economía de mercado. Como el ejemplo de Somalia y Haití demuestra que la intervención externa no soluciona nada, la posición de Colombia parece ser que la transición provenga de los propios cubanos y, sobre todo pacíficamente.
Por otra parte, el viejo lema de crear muchos Vietnam carece de sentido, porque no hay ya revolución para exportar, y para el Gobierno colombiano lo único que justificaba la inexistencia de relaciones era el apoyo cubano a los movimientos guerrilleros. De saparecido ese factor, los intereses estratégicos de Colombia estarían mejor servidos si se evita la explosión de un volcán social en pleno Caribe, que tendría consecuencias en toda la región.
Paralelamente, del comunicado oficial se deduce que la actitud de Gaviria se apoya en el principio de que la política internacional de Colombia debe ser pluralista, lo que, en el caso de Cuba, adquiere una dimensión especial. De hecho, con la reanudación de relaciones el Gobierno colombiano pretendería asumir un papel de puente con Cuba ahora que sus mejores contactos están incapacita dos para desempeñar un papel. México, involucrado en el difícil proceso del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, tiene todas sus prioridades puestas en ese propósito. La caída del presidente Carlos Andrés Pérez traumatizó la política exterior de Venezuela, y las relaciones de España con Cuba están mediatizadas por los difíciles vínculos de Fidel Castro y Felipe González.
Aparte de lo anterior, todo parece indicar que el Gobierno colombiano percibe una flexibilización en las tendencias mundiales hacia Cuba, por la condena de la Comunidad Europea al bloqueo estadounidense frente a la isla y por lo que ve como indicios de que el gobierno Clinton tiene una posición menos áspera hacia el tema. Para sus defensores, su política se basa en la necesidad de dejar al pasado atrás, en aras de un mejor futuro.
Ese parece ser el planteamiento teórico. Pero lo cierto es que tener o no relaciones diplomáticas no cambia mucho la situación de Cuba ni la del Gobierno colombiano. En esas condiciones ha hecho carrera la idea de que Gaviria quiere sacudirse un poco, al final de su mandato, del complejo de haber abrazado con tanto entusiasmo al neoliberalismo, y, dentro de esa idea, estaría haciendo un ejercicio de independencia frente a Washington. Estando al final de su mandato, Gaviria habría querido dejar un hito histórico para su hoja de vida, en medio de cierta pretensión por ejercer un liderazgo en el área del Caribe.
Pero muchos piensan que Gaviria esta equivocado en cuanto a la re ceptividad de Fidel Castro, en que los cambios en la isla son cosméticos y en que a los cubanos no hay que perdonarlos.
Eso puede o no ser cierto. Pero lo que sí es verdad es que los cambios en Cuba, modestos o no, deben tener una respuesta correlativa. Si es bueno reanudar relaciones con un país que ha tenido una larga trayectoria de peleas con Colombia, sólo lo decidirá la historia. Gaviria se jugó en esta movida quedar para la posteridad como un visionario o como un ingenuo. Pero ese parece ser el material del que está hecha la presidencia de cualquier país.