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El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, saluda al presidente ruso, Vladímir Putin, ante la mirada de la máxima responsable de la diplomacia europea, Catherine Ashton, a su llegada a una cumbre política para líderes de estado celebrada en Minsk. | Foto: Efe

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¿Qué dirá María Fernanda Cabal de esta foto?

Con un apretón de manos, los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Ucrania, Petro Poroshenko, dan un respiro al mundo

26 de agosto de 2014

Hace unos días, la parlamentaria uribista María Fernanda Cabal insultó a Ángela Giraldo, hermana de Francisco, uno de los diputados asesinados por las FARC, por saludar de mano a un delegado del Gobierno que participa en la negociación de paz con la guerrilla. La congresista cambió la identidad de la persona para afirmar que era un terrorista y que esas “risitas” de la víctima eran propias de una mujer que se había ido de “crucero”, de “vacaciones” y de “fiesta”.

Las acusaciones contra Ángela Giraldo se convirtieron en un matoneo en las redes sociales que la llevaron a poner una denuncia en la Fiscalía. Tras conversar y Giraldo contar que Álvaro Uribe era amigo personal de su familia –incluso se quedó varias noches en su casa-, Cabal la llamó y se excusó, pero tras pasar varios días, volvió a insultarla y se ufanó de lo dicho en sus trinos. Se mostró orgullosa y dijo que ella era “políticamente incorrecta” y que seguiría con sus comentarios porque, a su juicio, entre víctimas y victimarios no pueden darse la mano. Prometió, incluso, que volvería a hacerlo cada vez que viera una imagen similar.

Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Ucrania, Petró Poroshenko, implacables adversarios en un conflicto que ya ha dejado más de 2.000 muertos, se dieron en las últimas las manos en un gesto que los analistas interpretaron como un respiro para la paz de Europa y el mundo. Los dos dirigentes rompieron el hielo al reunirse por primera vez sin mediadores, aunque durante la cumbre de Minsk propusieron diferentes vías para la paz en el este ucraniano.

“Estamos convencidos de que (la crisis ucraniana) no se podrá solucionar por la vía de la escalada del uso de la fuerza, sin tener en cuenta los intereses vitales de las regiones surorientales del país y sin un diálogo pacífico con sus representantes”, dijo Putin al inicio de la cumbre en la capital bielorrusa.

Aunque no se pueden considerar negociaciones de paz propiamente dichas, la cumbre de Minsk es el primer intento internacional de alcanzar un compromiso entre Rusia y Ucrania sobre el arreglo del conflicto armado.

Durante la reunión que se celebró en presencia de representantes de la Unión Europea, Putin no se movió ni un ápice de las posiciones que mantiene el Kremlin desde el inicio de la sublevación armada prorrusa en Ucrania.

Sus condiciones son el cese de la ofensiva contra los bastiones rebeldes en las regiones de Donetsk y Lugansk, corredores humanitarios para aliviar el sufrimiento de la población en la zona del conflicto y diálogo con la población rusa del sureste del país vecino.

Putin prefirió centrar su intervención a puertas abiertas en los prejuicios para la economía rusa de la asociación entre Ucrania y la UE, que cifró en unos 100.000 millones de rublos (menos de 2.000 millones de euros) y amenazó con medidas de represalia.

La cumbre comenzó con la nota positiva del saludo entre Putin y Poroshenko, que se dieron la mano en el Palacio de la Independencia de Minsk en presencia de la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, aunque el semblante del mandatario ucraniano era serio.

El presidente del país anfitrión, Alexandr Lukashenko, y el líder kazajo Nursultán Nazarbáyev exhortaron a los dirigentes ruso y ucraniano a dejar de lado sus ambiciones políticas y reunirse cara a cara para poner fin a las hostilidades.

“Para Rusia y para Ucrania ha llegado la hora de la verdad. Pues el derramamiento de sangre no puede continuar. Si esto sigue, se puede convertir en una confrontación global”, dijo Nazarbáyev.

Según informó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, el ansiado cara a cara entre los líderes ruso y ucraniano se celebró finalmente después de una cena de trabajo multipartita, pero a estas horas aún se desconocen los resultados.

“Las posturas de las partes difieren, aunque todos coinciden en una cosa, la necesidad de buscar compromisos: desescalada del conflicto, liberación de rehenes, solución del problema de los refugiados, cooperación humanitaria”, reconoció Lukashenko.

Por su parte, Poroshenko intentó involucrar a la comunidad internacional en la solución el conflicto al asegurar que en Minsk “se decide el destino del mundo y de Europa”.

El líder ucraniano instó durante la cumbre a Rusia a respaldar su plan de paz, que incluye el desarme de las milicias prorrusas y la descentralización de Ucrania, como “fundamento para el arreglo” del conflicto.

“Estoy convencido de que este plan es actual y el único instrumento posible para el cese del derramamiento de sangre y la reconstrucción del Donbass”, cuenca hullera ucraniana, señaló.

Al mismo tiempo, el líder ucraniano se mostró dispuesto a discutir otras vías para la solución del conflicto en Donetsk y Lugansk, escenario de combates entre fuerzas gubernamentales y rebeldes prorrusos desde hace casi cuatro meses.

“Entiendo que a todas las partes implicadas les gustaría una salida digna de esta situación. Y estoy dispuesto a debatir distintas variantes que garanticen dicha estrategia de salida, una salida a un futuro pacífico para Ucrania y para Europa”, indicó.

Y subrayó que una de las claves de la estabilización del este de Ucrania es el control internacional sobre la frontera con Rusia, punto de entrada de armamento y mercenarios para los rebeldes prorrusos, según Kiev

“Es vital hacer todo lo posible para frenar los suministros de equipos y armas a los guerrilleros”, recalcó, en clara alusión al flujo de armamento ruso con destino a los rebeldes denunciado por Kiev, Estados Unidos y la OTAN.

En todo el planeta había expectativa por ver los resultados tras este diplomático saludo. Mientras, continuaba el silencio en su cuenta de Twitter de parte de la congresista uribista a quien, dice, no le gustan los saludos entre adversarios que buscan una salida negociada a sus conflictos.