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Con biblia en mano, Jeanine Áñez aceptó el cargo de presidenta interina de Bolivia. | Foto: Archivo particular

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Ultracatólica y conservadora: la historia de Jeanine Áñez, presidenta interina de Bolivia

Bolivia vive los días más convulsionados de sus últimos años. Evo Morales tuvo que renunciar después de que la ciudadanía no aceptara los polémicos resultados de las últimas elecciones. Mientras, la ultraderecha se abre paso en la política del país. La presidenta interina pretende, con biblia en mano, calmar las aguas.

13 de noviembre de 2019

La polémica Jeanine Añez, senadora de derecha, se autoproclamó este martes presidenta interina de Bolivia, después de la renuncia de Evo Morales. En la sesión legislativa, que no tenía el quórum suficiente para efectuarse, exhibió con total orgullo dos biblias con las que juró cumplir con “rectitud” su deber. 

Cada vez es más frecuente que los cristianos hagan parte de la política boliviana y que capitalicen la fe entre sus votantes. Algo que el propio Evo criticó con frecuencia durante sus catorce años de mandato. Sin embargo, hace mucho tiempo no se veía que los funcionarios juraran cargos “por Dios y la Patria” ante una biblia y se persignaran, como hizo Añez. 

“Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar al Palacio. Que él nos bendiga”, insistió al tiempo que ingresaba a la sede presidencial en La Paz. Entre gritos y lloriqueos exclamó “¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!”.

Con la banda presidencial ya cruzada en el pecho, Añez exhibió, como si con las primeras dos no fuera suficiente, otra biblia de tapa rosada más pequeña, al saludar desde el balcón del Palacio Quemado a los que esperaban abajo sin entender muy bien qué estaba pasando. 

Esta abogada y militante del partido opositor Plan Progreso asumió el cargo evidentemente emocionada, como si fuera definitivo, pero prometió enseguida que convocará a elecciones lo más pronto posible, “seguramente en enero del próximo año”. Y es que no habría podido llegar hasta ahí si una serie de eventos no hubieran sucedido para permitírselo: la renuncia de Evo Morales al ejecutivo, la renuncia de Álvaro García a la vicepresidencia y la de Adriana Salvatierra a la presidencia del Senado. No habiendo otra opción, Añez, como vicepresidenta del Senado, debía ocupar constitucionalmente el cargo. 

Aunque ya en el exilio, Evo seguía reclamando la ilegalidad en su proclamación. Pero es que ni los congresistas del MAS, el partido de Evo, asistieron al juramento para negarse a la presidencia de Añez. Al contrario, la mayoría de ellos abandonó al líder de su partido mientras las aguas se calman.

 

Una relación de amores y de odios

A pesar de que Añez aprobó la reforma constitucional que el propio Evo impulsó en 2009, se mostró como una de sus mayores críticas en 2015 cuando este empezó a hablar de una posible cuarta reelección. No solo se opuso a sus constantes conejos a la democracia, sino a todas las artimañas y triquiñuelas políticas a las que recurrió el presidente para sobrepasar su propia Constitución, que dejaba claro que los mandatarios no pueden reelegirse más de una vez. 

En ese entonces, trabajó además arduamente en la prevención de feminicidios y ataques violentos contra la mujer. 

Según apuntaron varios medios colombianos, está casada con Héctor Hincapié, un colombiano de Chaparral, Tolima, candidato al Senado por el Partido Conservador en 2018. 

En cualquier caso, Añez debe enfrentar el cargo en un escenario convulso y difícil. Deberá nombrar un equipo de ministros rápidamente que la acompañen durante el tiempo que se mantenga como presidenta y conseguir alianzas en la Policía y las Fuerzas Armadas. 

Por eso, no ha dudado en recurrir a la religión para consolidar este gobierno de transición y ganar adeptos entre los ciudadanos, las Fuerzas Armadas y los líderes espirituales. Con esa estrategia no solo se desmarca por completo de Evo, sino que mantiene la tensión entre un grupo de votantes que por muchos años se sintió relegado por las políticas de Estado. 

Desde que Morales se volvió presidente de Bolivia, se declaró abiertamente como “un líder indígena izquierdista, admirador del Che Guevara y ateo”, por lo que abolió todos los rituales cristianos durante sus eventos. 

En ese Estado laico, desde la Constitución de 2009, los nuevos funcionarios comenzaron a expresar su compromiso con la nación con el puño izquierdo en alto y la mano derecha en el pecho, sin mención a Dios, un cambio significativo y polémico para el ala más conservadora del gobierno. 

Y aunque Evo se declaró alguna vez “católico de base”, lo cierto es que nunca ocultó su malestar con el cristianismo, al que acusó constantemente de promover la matanza de nativos durante la colonia y al que todavía hoy señala de apoyar el “golpe de Estado” en su contra. 

“Sin la biblia no hay gobierno”

Sin embargo, justo en la expresión golpe de Estado es en donde está el intríngulis del asunto. Pues desde las cuestionadas elecciones del 20 de octubre, en las que la oposición denunció fraude electoral por parte de Evo para perpetuarse en el poder, el libro sagrado de los cristianos ha estado en el meollo del asunto. 

Las protestas contra la cuarta reelección de Evo vinieron de todos los espectros políticos y ciudadanos, pues los bolivianos llevaban años sintiendo que el aymara le hacía conejo a la democracia. No obstante, los opositores de Evo no dejaron pasar esta oportunidad para utilizar la fe como una herramienta política contra el dirigente. 

Fue precisamente Luis Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico de la próspera región de Santa Cruz, bastión de la oposición, quien anunció que llevaría las Sagradas Escrituras a la casa de gobierno para forzar la salida Morales, quien se había declarado ganador de los comicios a pesar de los dudosos resultados.

“No es un golpe de Estado, pues no estoy yendo con las armas. Voy con mi fe y mi esperanza; con una Biblia en la mano derecha y su carta de renuncia en mi mano izquierda”, indicó Camacho en ese momento, en un mitin el lunes 4 a los pies del monumento del Cristo Redentor en Santa Cruz de la Sierra. Por supuesto, ante lo que muchos consideraron su fanatismo religioso, los seguidores de Evo empezaron a deslegitimar la masiva resistencia civil hacia su reelección. Pero en este punto ya era demasiado tarde, la protesta había sido cooptada por la ultraderecha religiosa, según señalaron algunos analistas. 

Con sus apelaciones religiosas para enfrentar a Morales, Camacho se movió como un gran estratega y logró el apoyo de católicos y evangélicos que, como en casi todas las elecciones de los últimos meses en América Latina, fueron decisivos a la hora de decidir quién se queda o no con el poder.

De hecho, el dirigente cumplió con su cometido el domingo pasado cuando entró al Palacio Quemado, histriónico y elocuente, con una biblia en mano alabando a Dios por la partida de su mayor contrincante, el ahora expresidente Evo Morales. De alguno manera, el descontento popular, pero también la capacidad política de la ultraderecha de reunir masas lograron la caída de Morales, quien a los pocos minutos de que las Fuerzas Armadas le “sugirieron” renunciar, pidió asilo en México. Su homólogo Andrés Manuel López Obrador no tuvo inconveniente en dárselo, al considerarlo aliado ideológico. 

El rol de los pastores en el declive de Evo

Si bien Bolivia es principalmente católica, el rol de los evangélicos fue esencial en estas elecciones con el candidato presidencial coreano, Chi Hyun Chung, un pastor presbiteriano.  A pesar de que no logró ser un contrincante fuerte para Evo, sí logró recoger las inconformidades de muchos bolivianos que se le unieron en su rotundo rechazo hacia los homosexuales y hacia el aborto. Sin que nadie lo viera venir, Chi comenzó a subir como la espuma en las encuestas, hasta ganar sorpresivamente el 8,8 por ciento en los comicios, ubicándose tercero detrás de Morales y del expresidente Carlos Mesa. 

Según le dijo a AFP el analista César Cabrera, “este outsider captó el voto castigo y supo atraer a jóvenes descontentos. El fenómeno Chi refleja que hay bolivianos conservadores y machistas cansados de tantos años de izquierda”. 

Una encuesta del periódico Página Siete comprobó en septiembre de este año que 74.9 por ciento de los bolivianos se considera católico y el 17. 9 por ciento evangélico. 

Desesperados: la OEA le pide ayuda a los obispos

En medio de las invocaciones a Dios en Bolivia, el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, pidió el martes en Washington la ayuda de la Iglesia católica para la pacificación del país andino, durante una sesión en la sede del organismo en Washington para tratar la crisis actual.

El secretario general de la OEA no solo ha criticado a Evo Morales, sino a otros presidentes que se perpetúan en el poder, como a Nicolás Maduro. 

Almagro, promotor de la realización de nuevas elecciones, dijo que son necesarias "instituciones con legitimidad" para que las partes enfrentadas superen sus diferencias, y por esto instó a los obispos católicos a convocar a "un diálogo".

"Por ser un actor plenamente respetado, hacemos un llamado a la Conferencia Episcopal Boliviana para que llame a los principales actores políticos en torno a una mesa de negociación y diálogo", dijo.