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QUIEN LE PONE EL CASCABEL AL GATO

Después de la masacre en La Meca, se agudizan tensiones en el Golfo Pérsico.

7 de septiembre de 1987

Hace mucho tiempo ya que la llegada del verano va acompañada por la época de hacer ejercicio. Es por esa razón que a algunos les debió parecer normal lo sucedido la semana pasada en el Golfo Pérsico, cuando miles de soldados y voluntarios iraníes se enfrascaron durante varios días en unos impresionantes ejercicios militares que mantuvieron en vilo a Occidente y a las naciones árabes. A lo largo de 96 horas, 55 divisiones iraníes se dedicaron a hacer simulacros navales con el objeto de "demostrarle" a los enemigos de Teherán su ánimo de combate.

OPERACION MARTIRIO
Ese fue el capítulo más reciente de la crisis del Golfo, cuya temperatura volvió a subir dramáticamente la semana pasada luego de que violentos disturbios en la ciudad sagrada de La Meca (Arabia Saudita) dejaron un saldo de por lo menos 400 personas muertas, incluyendo 275 peregrinos iraníes. Los trágicos sucesos tuvieron lugar el 31 de julio cuando unos 150 mil ciudadanos iraníes desfilaron por las calles de La Meca con pancartas y fotos del Ayatollah Khomeini, violando expresamente una prohibición del gobierno árabe sobre manifestaciones políticas. Según los diversos reportes, la policía saudita trató de contener la demostración, con trágicos resultados. El gobierno de Riad sostuvo que las muertes habían sido causadas por la estampida de los manifestantes quienes a su vez habrian atacado a la policía con piedras y garrotes. Por su parte Teherán culpó directamente a la policía saudita y afirmó -con base en reportes médicos y declaraciones de testigos- que ésta había abierto fuego sin provocación, utilizando balas explosivas dum-dum y munición corriente. Igualmente, los iraníes dijeron que el numero de muertos se acercaba a los 700 y los heridos a más de 4 mil.
Semejante hecho convulsionó de arriba a abajo al mundo musulmán. Los sucesos tuvieron lugar en pleno Hadj, la época del año en la cual unos dos millones de creyentes de la doctrina de Mahoma se reúnen en La Meca -sede de los símbolos sagrados- en una peregrinación purificadora que todo musulmán debe realizar por lo menos una vez en la vida. Las acusaciones de sacrilegio se escucharon hasta en Pakistán y Libia y cada país se encargó de tomar partido, según su propia conveniencia.
Aunque lo más normal en estos casos es que la verdad nunca se conozca, las informaciones fragmentarias de bando y bando llevaron a los entendidos a concluir que los iraníes tenían la culpa tanto como la policía árabe por el saldo trágico. Diferentes medios de la capital saudita sostuvieron que la manifestación era parte de un plan para dejar al Ayatollah Khomeini como rector espiritual de los musulmanes y que los revoltosos más aguerridos formaban parte de la Guardia Revolucionaria Iraní. El gobierno de Riad entregó una película mostrando el material subversivo -56 kilos de explosivo plástico- decomisado a los peregrinos iraníes durante el Hadj del año pasado.
Sea como sea, lo cierto es que los eventos de La Meca agrandaron el espectro del problema en el Golfo Pérsico. En homenaje a los caidos y como demostración de fuerza, Teherán organizó las maniobras navales bajo el nombre clave de "martirio", con la participación de prácticamente todas las embarcaciones de la Armada. Curiosamente, la atención de Occidente no se centró en los grandes navios sino en unas 60 lanchas de aluminio construidas en Suecia, equipadas con una ametralladora calibre .50 y capaces de alcanzar velocidades de 45 nudos, cerca del 50% más que la de un portaaviones. Es allí donde según los especialistas se centra el peligro iraní. Una lancha de estas, cargada con explosivos y dirigida por un piloto suicida al corazón de un navío de guerra puede causar un daño equivalente al de un misil Exocet, como el que hizo explosión en la fragata norteamericana Stark el pasado mes de mayo. Adicionaimente, el bote de aluminio es ideal para operaciones tales como la colocación de minas o el envío de hombres rana. Difícil de detectar por radar, la embarcación se puede esconder fácilmente detrás de islotes o de las tantas plataformas marinas para explotación de petróleo que hay en la zona del Golfo.
Fueron estas cinco docenas de lanchas las que conmovieron militarmente a Washington en los primeros días de agosto. Después de haber asumido la protección de los tanqueros de Kuwait, el Pentágono se dio cuenta que el peligro no era sólo los misiles "Silkworm" instalados en la costa iraní, sino también las minas -como la que le hizo un hueco de 9 metros por 7 al petrolero Bridgeton- y los comandos suicidas. Por lo tanto, Washington empezó a adoptar sistemas de patrullaje especiales para proteger a su flota, en principio con la búsqueda de minas mediante varios helicópteros especialmente adaptados. El uso de las aeronaves fue decidido después de que los principales países occidentales -Alemania, Holanda, Francia, Gran Bretaña e Italia- declinaran el envio de sus barcos barreminas para limpiarle el camino a los buques de Kuwait.
Pero a pesar de tantos peligros, el lunes pasado se logró que una de las embarcaciones kuwaities -el Gas Prince- pasara el estrecho de Ormuz cargado de derivados del petróleo, con dirección al Japón. Claro que la operación tuvo sus sobresaltos. En la madrugada del lunes 3 una falsa alarma sobre un posible ataque de los misiles iraníes revolucionó el Pentágono e hizo activar todo un operativo de seguridad sobre el Golfo Pérsico.

RIO REVUELTO
Sin embargo, el paso del Gas Prince no impidió el cese de actividades navales en la zona. En respuesta a los ejercicios militares anunciados por Teherán, con la severa advertencia de que ningún navío podía entrar en aguas territoriales de Irán, el tráfico por el estrecho de Ormuz prácticamente se redujo a cero, con su secuela de preocupación en los principales centros financieros del mundo (ver recuadro). Aunque hacia el final de la semana se había recuperado algo de la tranquilidad, las bravatas de Irán y la determinación de Washington, convencieron a los observadores de que la posibilidad de un conflicto es cada día mayor.
Es esa eventualidad la que ha llevado a los países europeos a lavarse las manos en el Golfo Pérsico. A pesar de ser grandes compradores de petróleo y grandes abastecedores de armas en el conflicto Irán-lrak, las naciones del Viejo Continente han dejado en claro que no desean problemas con ningún país árabe. Inclusive Francia, cuya flota encabezada por el portaaviones Clemenceau llegó a las cercanías de Ormuz, ha dicho que no tiene mayores intenciones de tomar partido.
En cambio, Estados Unidos está cada día más sumergido en las aguas del Golfo. Lo que comenzó como una defensa de los intereses norteamericanos pasó a ser la defensa de la flota comercial de un país extranjero. Militarmente, los quince barcos iniciales serán acompañados por los navíos barreminas y algunas unidades especiales para contrarrestar la acción de las lanchas rápidas iraníes. Adicionalmente hay más helicopteros y aviones en el Golfo, en labores de vigilancia y prevención. Aunque la lógica llevaría a pensar que Teherán no va a cometer la locura de provocar a Estados Unidos debido a la inmensa superioridad militar de este último, nada se puede descartar.
Por su parte, la Unión Soviética está con toda la intención de pescar en río revuelto. La semana pasada, Youli Vorontsov, primer viceministro de asuntos extranjeros del gobierno ruso, visitó a Teherán por segunda vez en tres meses y, según la radio iraní, culpó a los árabes de la tragedia de La Meca y a Estados Unidos de la tensión en el Golfo Pérsico. Aunque todavía esta lejos el día en que Moscú tenga buena entrada en Irán (el Kremlin sigue siendo un gran aliado de Irak y Teherán le da ayuda a los rebeldes afganos), sí es notable un acercamiento entre ambos países. Algunos observadores recuerdan que en 1981 había unos 2 mil consejeros soviéticos en territorio iraní y un centenar de policías de Alemania Oriental estaba dando asesoría para la formación de la Savama, la policía islámica.
En opinión de varios expertos, la actitud de Moscú es parte de la nueva política internacional adelantada bajo la férula de Gorbachov. En el caso concreto de los países árabes, se opina que Rusia desea desplazar a Estados Unidos como la potencia decisoria en el área. También se cree que los soviéticos están echándole leña al fuego con la intención de que Washington se vea envuelta en un conflicto que haga contrapeso al de Afganistán.
Por último, está el punto de los países árabes. Las relaciones de Irán con las naciones de la misma religión volvieron otra vez a un punto supremamente bajo. Las tensiones entre Teherán y Riad sobre la custodia de los símbolos santos fueron puestos de nuevo sobre la mesa por el propio Khomeini quien como chiíta cuestionó la idoneidad de la minoría Wahabita (a la cual pertenece la familia real árabe) como guardián de la Kaaba -la piedra negra sagrada incrustada en oro y plata- y demás monumentos islámicos en La Meca. La respuesta árabe fue dura y al final de la semana los sauditas contaban con mensajes de apoyo de la gran mayoría de naciones del mundo musulmán.
Esas circunstancias fueron las que elevaron la temperatura en el ya candente Golfo Persico. La mezcla de tensiones políticas y religiosas dejaron convencido a más de un espectador de la inminencia de un encontranazo en la zona, con la consecuente internalización del conflicto. Por ahora sólo ha habido amenazas. De hecho, el único atentado terrorista de la semana pasada tuvo lugar en Francia cuando el movimiento separatista corso asesinó un policía, en una disputa que no tiene nada que ver con la revolución islámica. No obstante esa calma no tranquiliza a nadie y aunque hay posibilidades de que la tensión en el Golfo disminuya, también es muy probable que cualquier escaramuza sea suficiente para prender la mecha en una región que está llena de petróleo.

TEMBLOR EN LAS BOLSAS
Siempre sucede. Cada vez que la temperatura internacional aumenta como consecuencia de algún enfrentamiento eventual, las primeras bajas se ven, no en el campo de batalla, sino en los salones de los grandes centros financieros internacionales. Así volvió a ocurrir la semana pasada, cuando en respuesta a los ejercicios navales iraníes en el estrecho de Ormuz, los precios de las monedas, el oro y el petróleo sufrieron bruscas variaciones. En respuesta a un eventual cierre del Golfo Pérsico, que a su vez podría sentar las condiciones para un tercer shock petrolero con nefastas consecuencias para las economías de los países industrializados, los especuladores se adueñaron del mercado. El dólar, el oro y el petróleo alcanzaron los mejores niveles de los ultimos meses, una vez que se supo que los ejercicios "martirio" habían comenzado en la costa iraní, paralizando en la práctica el tránsito de navíos por la zona.
La primera reacción fue la del petróleo. En pocos minutos el barril del Wast Texas Intermediate, una calidad de referencia, superó la barrera de los 22 dólares, unos 10 dólares más que el precio de hace un año y 2 unidades por encima del promedio de la semana inmediatamente anterior. Algo similar ocurrió con el oro cuyo precio por onza se acercó a la marca de los 400 dólares, cerca de un 20% por encima del valor de comienzos de este año. A su vez el dólar ganó terreno, especialmente contra las monedas europeas. La divisa norteamericana llegó a cerca de 1.9 marcos alemanes y 6.3 francos franceses, cifras que obligaron la intervención en el mercado del Banco Central de Alemania.
Si bien el miércoles la tendencia alcista se devolvió y tanto el petróleo como el oro experimentaron caidas abruptas, no sucedió lo mismo con las tasas de cambio. Según los observadores todavia hay temor en los medios especializados de que un alza eventual en el petróleo vuelva a producir un resurgimiento en la inflación de los países desarrollados. Tal impresión estaría sustentada por lo sucedido en el primer semestre del año cuando el alza en los precios de las economías europeas superó los cálculos iniciales. Por lo tanto, una elevación en el precio del petróleo sería definitiva para acelerar la espiral alcista en el continente. A finales de la semana pasada, la calma había vuelto a las principales bolsas de valores, pero la experiencia de los días anteriores dejó en claro que el nerviosismo entre los inversionistas es patente y que cualquier evento en el Medio Oriente es suficiente para trastornar la estabilidad económica de Occidente.