Home

Mundo

Artículo

Fidel Castro hizo una aparición sorpresa en la clausura del Congreso del PCC. Anunció su retiro, apoyó las reformas de su hermano y abogó por el rejuvenecimiento de los dirigentes.

CUBA

Reforma o muerte

El Partido Comunista de Cuba hizo su primer congreso en más de catorce años. Para los Castro, es una de las últimas oportunidades para salvar su revolución.

23 de abril de 2011

Esta semana se cumplieron los 50 años de la fallida invasión de Estados Unidos a Bahía Cochinos, Cuba, el gran fiasco militar que le aseguró larga vida a la revolución. Lo curioso es que si algo caracterizó a la celebración de los hermanos Castro, es que siguen angustiados por la supervivencia de su proyecto político. Y mientras miles de cubanos celebraban en las calles el aniversario del triunfo en Playa Girón, en el Palacio de Convenciones se abría el VI Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) en un tono mucho menos triunfalista.

"O rectificamos o nos hundimos", señaló Raúl Castro, que reemplazó en la Presidencia a su hermano Fidel, enfermo, en 2006. Y es un hecho que la supervivencia del sistema está en juego y el Congreso, que llega con nueve años de retraso, es una de las últimas oportunidades para que la anticuada dirigencia cubana (Fidel tiene 84 años y Raúl, 79) enderece el rumbo de la economía y le pase el poder a una nueva generación. Dos procesos sin los cuales el régimen se asfixiaría.

Cuba está exhausta desde la caída de la Unión Soviética, en 1991. A pesar del impulso del turismo y del apoyo de la Venezuela de Hugo Chávez, la isla parece moribunda: el largo bloqueo de Estados Unidos, una burocracia obesa, deudas externas por más de treinta mil millones de dólares, un sueldo promedio de veinte dólares, una clase política que ronda los ochenta años y una inerte producción agrícola e industrial.

Los cambios, que fueron discutidos en comités locales por ocho millones de cubanos, se resumieron en 311 propuestas, bautizadas oficialmente "actualización del modelo". Y si bien no prometen un revolcón total de la sociedad, para Raúl Castro "ya no se ignorarán las tendencias del mercado", una palabra que le da escalofríos a más de un comunista ortodoxo.

"La revolución estaba haciendo agua, pero los Castro han tratado de preservarla, paso a paso", le dijo a SEMANA Julio Londoño, excanciller y embajador de Colombia en Cuba entre 1998 y 2010.

El congreso fue el escenario para la ahora sí definitiva renuncia de Fidel Castro. Enfundado en una sudadera azul, se hizo presente para pasarle oficialmente el poder a su hermano Raúl, que fue nombrado primer secretario del PCC y que prometió que los altos cargos del partido no podían ser ocupados por más de dos periodos seguidos de cinco años.

Uno de los timonazos más radicales es sacrificar más de un millón de empleos estatales, en una isla donde el 85 por ciento de la gente trabaja para el gobierno. Para los nuevos desocupados se abren las puertas de un capitalismo a pequeña escala: cafés, peluquerías, hostales, taxis o jardinería, oficios muchas veces mejor remunerados que los del Estado.

Rodolfo Mera le contó a The Independent que ahora no necesita esconderse para vender sus flores en La Habana. Tiene una licencia, gana algo de dinero y hace parte de esos 200.000 cubanos que Raúl Castro definió como "un factor facilitador para la construcción del socialismo".

Castro también anunció el fin de la libreta de racionamiento, que aseguraba, desde que empezó el embargo en 1962, arroz, fríjoles y los productos de la canasta básica a precios subsidiados. Para Raúl, "dos más dos siempre suman cuatro, jamás cinco; hay que ajustar todos los sueños a las verdaderas posibilidades". El congreso también aprobó el derecho de los cubanos a la compraventa de sus casas y de sus carros, que hasta ahora tenían que permutarlas.

Pero sin duda el desafío más importante de Cuba es resucitar el campo. En los años sesenta calcaron el modelo soviético, de grandes haciendas colectivas con muy bajos niveles de productividad. Es así como Cuba solo produce el 20 por ciento de sus alimentos; el resto, lo importa, la mayor parte de Estados Unidos. El modelo 2011 de Raúl es entregarles las tierras improductivas a los guajiros, los campesinos en Cuba, pero el Estado seguirá siendo propietario.

A pesar de los anuncios de cambio, el socialismo en Cuba todavía tiene que ganar la batalla pendiente por resucitar la esperanza en el sistema. La periodista Yoani Sánchez, famosa por su blog Generación Y, escribió la semana pasada: "Aunque las expectativas se han desteñido bastante en los últimos meses, algo queda de ellas".

Julio Londoño opina, por su parte, que "hay pasos que se van dando. Es difícil saber cuál es el epílogo, pero son significativos y, de ser efectivos, sí pueden ser elementos de cambio".

¿Será suficiente?

Por eso es que hoy muchos se preguntan si las reformas llegan a tiempo y si son las adecuadas. Óscar Espinosa, economista que hizo parte del grupo de los 75 disidentes encarcelados en 2003, le dijo a SEMANA que las reformas "son aspirinas para alguien con cáncer. El sistema tiene bloqueadas las fuerzas productivas, no tenemos capitales, gran parte de la producción se pierde. Hasta estamos importando azúcar. Los cambios van como un carretón tirado por un caballo y los problemas crecen montados en un cohete".

Muchos opositores de los Castro también están preocupados porque en el Informe Central del VI Congreso del PCC no se mencionan ni una vez las palabras democracia o libertad. Aunque Cuba declara que ya no hay casi presos políticos en la isla, Espinosa advierte que: "Queremos libertad. Las nuevas generaciones no tienen compromisos políticos, quieren tener acceso a Internet, a viajar por fuera y volver al país, debatir, dialogar". Los otros obstáculos con los que puede chocar Raúl son los llamados enemigos silenciosos. Hace unos años, Fidel Castro dijo que "solo nosotros podemos destruir la revolución", y el temor es que los cuadros más ortodoxos del PCC y los miles de burócratas enquistados en el sistema contengan el impulso reformador.

Raúl Castro advirtió en la apertura del congreso que tocaba "desterrar el inmovilismo fundamentado en dogmas y consignas vacías" y que "hay que despojar al partido de las funciones que no le corresponden", pues casi para cada puesto en el gobierno hay uno simétrico en el partido. El presidente de la isla añadió que "ya veremos cómo va a ser la pelea. Pero esperamos ganarla".

El primer round es incierto. Si bien al Comité Central del PCC entraron muchos jóvenes militantes, el congreso se cerró el martes pasado con un flamante Buró Político, la cúpula del poder cubano. De 15 miembros, solo llegaron tres caras nuevas y en la cima quedó José Ramón Machado, de 80 años, un histórico defensor del comunismo. No es seguro que estos sean los cambios que muchos cubanos esperan.