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Mientras los unionistas celebraban la victoria del No en Londres y en otras zonas del Reino Unido, los partidarios de la independencia de Escocia no ocultaron su decepción. La participación en el referendo del jueves fue altísima, y en algunos condados llegó al 90 por ciento del censo electoral. | Foto: Foto: A.F.P.

REINO UNIDO

Reino Unido y Escocia, una unión agridulce

A pesar de la victoria del ‘No’ en el referendo sobre la independencia de Escocia, el escrutinio deja a un país dividido y muchas preguntas abiertas sobre el futuro de las naciones que conforman el Reino Unido.

20 de septiembre de 2014

“Setecientos años y William Wallace todavía tiene al Establecimiento pasmado de miedo”. Parece que el líder nacionalista Alex Salmond hubiera tenido razón cuando pronunció estas palabras durante la conmemoración del séptimo centenario de la muerte del héroe escocés, hace una década. Con la reciente e histórica campaña del referendo sobre la independencia de Escocia y a pesar de la victoria del ‘No’, la región de los Highlands dejó temblando a la unión de las naciones que conforman al Reino Unido y a los cimientos del poder en Westminster.

Unos 4,3 millones de personas, la mayoría habitantes de Escocia, fueron llamadas a participar en este inédito referéndum que tuvo lugar el 18 de septiembre. El 55,3 por ciento de los votantes respondieron ‘No’ a la pregunta: “¿Escocia debería ser un país independiente?”. En Edimburgo, la capital, el ‘No’ obtuvo un avasallador 61 por ciento. Los nacionalistas alcanzaron, sin embargo, un triunfo importante en Glasgow, la ciudad más grande de la región, con el 53,5 por ciento por el ‘Sí’, en Dundee con el 57,3 por ciento y en West Dunbartonshire con el 54 por ciento.

A primera vista, la victoria del ‘No’ podría verse como una gran derrota del movimiento independentista escocés, representado mayoritariamente en el Partido Nacional Escocés y en su líder, Alex Salmond, también primer ministro de la región. En realidad, se trata de una victoria amarga para el gobierno nacional y para el primer ministro conservador David Cameron, cuya fuerza como autoridad central fue cuestionada fuertemente en la consulta. “Con el ‘No’, Cameron enfrenta varios desafíos: él se comprometió a hacer transferencias de poder de Westminster a Edimburgo. Si no lo hace, la respuesta será una enorme furia pública en Escocia”, dijo a SEMANA el especialista Christopher Whatley, de la Universidad de Dundee, en Escocia.

Si el ‘Sí’ se hubiera impuesto el Reino Unido hubiera perdido el 32 por ciento de su territorio,el 8 por ciento de su población, el 9,2 por ciento de su Producto Interno Bruto y el 96 por ciento de su petróleo. Ante ese escenario catastrófico y con un ‘Sí’ avanzando en las encuestas, una semana antes del referendo Cameron le rogó a la región que permaneciera en el Reino Unido. “Por favor, no dividan esta familia”, imploró.

No obstante, esa “familia” nunca ha estado completamente unida. Las heridas que deja el referendo constituyen solamente el último episodio de largos y dolorosos desencuentros. Desde su fundación, Escocia sufrió varias invasiones de los monarcas ingleses que reclamaban las tierras del norte. Solo en 1707 Escocia se unió a Inglaterra para formar el Reino Unido de Gran Bretaña. Desde ese momento, los movimientos independentistas no han dejado de existir y sus aspiraciones han sido alimentadas constantemente. Por ejemplo, el descubrimiento de petróleo en el mar del Norte en los setenta llevó al Partido Nacional Escocés a realizar con gran amplitud y visibilidad la campaña ‘Es el petróleo escocés’. En esa misma década, se llevó a cabo un referendo sin éxito para constituir una asamblea regional.

El logro más importante de los independentistas hasta este momento ha sido el ‘Sí’ en el referendo de 1997 que permitió la creación del Parlamento Escocés. Como consecuencia, la nación obtuvo autonomía en la política doméstica, con la condición de respetar las reglas nacionales. Así, el país controla de manera parcial su salud, educación, agricultura y justicia.

En las elecciones regionales de 2011, el Partido Nacional Escocés obtuvo 53 por ciento de los escaños en el Parlamento. Ante la presión de Alex Salmond para organizar una consulta sobre la independencia, el gobierno nacional decidió, a través de la firma del Acuerdo de Edimburgo, en 2012, conceder la posibilidad a Escocia de emprender un referendo.

Muchos ven ese deseo de independencia de una parte de los escoceses como una caricaturesca pasión nacionalista de hombres de falda y gaitas, que ignoran los beneficios de permanecer en el Reino Unido, la sexta potencia del mundo. Sin embargo, los partidarios del ‘Sí’ promovieron debates de altura sobre el futuro económico y administrativo del Reino Unido. “La campaña por el ‘Sí’ ha sido impresionante y ha implicado a un gran número de personas que usualmente no participan en el proceso político. Será difícil suprimir la energía que se ha desatado. Este referendo ha despertado la siguiente generación de líderes políticos”, dijo a esta revista Karly Kehoe, historiadora de la Universidad Caledoniana de Glasgow.

Las implicaciones del ‘No’ son radicales para los dos campos. Cameron no solo tendrá que cumplir su promesa de transferir poderes a Escocia, sino que deberá llevar a cabo una reforma de todo el sistema autonómico británico si quiere legitimar su victoria y apagar las voces independistas en otras regiones. Como lo anunció el viernes en su primera alocución oficial luego de que los resultados se dieron a conocer, se estudiará el estatus de Gales, Irlanda del Norte y de la misma Inglaterra. El primer ministro evocó la posibilidad que esas regiones voten de manera separada por sus propios gastos, sus políticas fiscales y sociales, como será el caso en Escocia. Con esas declaraciones, Cameron intenta desempeñar el papel de salvador y al mismo tiempo reformador de la unión del país. Los expertos creen si los conservadores logran ganar las elecciones generales de mayo de 2015, se sabrá si las maniobras de su líder tuvieron éxito.

La consecuencia más natural para Salmond, por su parte, era su dimisión como primer ministro de Escocia. El viernes anunció que se retiraba, pero que continuará como miembro del Parlamento en representación de Aberdeenshire. A pesar de este revés político, Salmond impulsó el más grande movimiento democrático por la independencia en Escocia y es probable que nuevos líderes nacionalistas sean inspirados por los comicios de esta semana. Su sucesora más probable, Nicola Sturgeon, viceprimera ministra de Escocia, deberá mantener el vigor de su partido y vigilar que Londres cumpla sus promesas.

Es incuestionable que los comicios pusieron sobre la mesa varios siglos de relaciones difíciles en la isla de Gran Bretaña. A pesar de que un referendo en los próximos 15 años es difícil de imaginar, no hay motivo para pensar que este tipo de reivindicaciones desaparecerán. “Dudo mucho de que el deseo de independencia disminuya. A menos, por supuesto, que Westminster haga grandes concesiones de poder a los escoceses”, señala Whatley. “Si esos 300 años de resentimiento contra Inglaterra y su dominación no son sanados, el tema va a continuar y continuar”, añade. Además, después de esa dura prueba democrática, también habrá que curar las heridas provocadas en el seno mismo de la sociedad escocesa por las rencillas entre vecinos que hicieron campaña por bandos. Por ahora, el Reino sigue Unido, pero el referendo marcó un antes y un después de la historia del país y dejó claro que una buena parte del pueblo escocés no descansará hasta ver que los 96 kilómetros de la línea divisoria que los separa de Inglaterra constituyan la frontera administrativa de un nuevo Estado.